La precampaña de las elecciones vascas del 5 de abril ha entrado en el desconocido terreno del disparate. Porque disparatado, o al menos inconcebible, resulta que dos de los tres partidos hayan cambiado de candidato y se hayan quedado descabezados a 40 días de la cita con las urnas. En las formaciones gobernantes, PNV y PSOE, se frotan las manos por los cismas internos del PP vasco y Podemos.
Si a cualquier ciudadano informado del País Vasco le hubieran dicho que Alfonso Alonso dejaría la presidencia del PP vasco y Lander Martínez abandonaría la secretaría general de Podemos Euskadi en la misma semana, con apenas tres días de diferencia, no se lo habría creído. Menos aún se esperaba que el veterano Carlos Iturgaiz y la profesora Miren Gorrotxategi fueran los candidatos a la Lehendakaritza de ambos partidos. Pero todo esto es justo lo que ha pasado en estas jornadas inusualmente convulsas.
A río revuelto, ganancia de pescadores. En el PNV esperan pescar entre los votantes del PP que quieran huir del nuevo discurso del partido, con la mano tendida a Vox. Y en el PSE ansían seguir creciendo como consecuencia de las inacabables peleas internas de los podemistas. A falta de conocer el impacto de estas crisis internas en los votantes, por ahora los sondeos y las circunstancia de sus rivales sonríen a las dos formaciones gobernantes.
Dos crisis en tres días
La crisis del PP vasco se veía venir porque la sintonía de Alonso y su núcleo más cercano con Génova iba desapareciendo a marchas forzadas en los últimos meses. Sin embargo, una vez que Pablo Casado confirmó la candidatura de Alonso y se anunció el pacto electoral de PP y Ciudadanos, parecía que las aguas revueltas habían vuelto a su cauce.
Solo era un espejismo que estalló poco después precisamente a cuenta de la firma de esa alianza y que terminó el pasado domingo con el abrupto cambio de candidato del PP decidido por Casado. La obligada dimisión de Alonso dejó al partido en manos de una gestora presidida por la alonsista Amaya Fernández ante unos comicios en los que el discurso no será nada alonsista.
En Podemos también parecía que las eternas divisiones del pasado no supondrían un problema para estas elecciones del 5 de abril. Porque si bien era cierto que había dos candidaturas enfrentadas en las primarias, una auspiciada por la dirección regional y otra por la dirección nacional, en Euskadi se daba por hecha la victoria del tándem formado por la candidata Rosa Martínez y el líder autonómico Lander Martínez.
Las bases podemistas decidieron exactamente lo contrario: victoria para la pablista Gorrotxategi, adiós a los perdedores (antiguos errejonistas reconvertidos al pablismo) y cambio de timón en Podemos, que por ahora queda pilotado también por una gestora.
Se frotan las manos
Así, en sólo cuatro días dos partidos mostraban sus enormes divisiones y, de paso, provocaban la alegría entre sus competidores. Por aquello del respeto con los caídos, por ahora no ha habido demasiadas declaraciones públicas de los representantes de PNV y PSOE sobre las divisiones de sus rivales. Pero la realidad es que entre bambalinas unos y otros ven el momento propicio para crecer. Se frotan las manos.
Pese a los recientes problemas por la gestión del desastre de Zaldibar que los ha puesto en el disparadero, los dos partidos gobernantes apuestan por vender la "estabilidad" de su gobierno de coalición frente a una oposición con demasiados problemas internos que se han aireado a solo cuarenta días de la cita con las urnas. Para adobar ese relato, peneuvistas y socialistas cuentan con las transferencias acordadas con el Gobierno central.
Esa es su mejor baza electoral para lograr el objetivo compartido por ambos: alcanzar juntos la mayoría absoluta el 5-A. En las autonómicas de 2016, PNV y PSOE se quedaron a solo un escaño. Ahora, las encuestas publicadas y los datos que tienen los propios partidos apuntan a que entre ambos obtendrán una cómoda mayoría.
En Bildu, cuya estrategia consiste en crecer a costa de Podemos como principal alternativa de izquierdas al PNV, también viven la precampaña con optimismo, tanto por la división de los podemistas como por los problemas del PNV a cuenta de la tragedia de Zaldibar.
Campaña movida y en clave nacional
Si la precampaña está siendo movida, parece que lo mismo ocurrirá con la propia campaña. Porque se prevén emociones fuertes en los debates electorales. La oposición se lanzará contra el lehendakari, Íñigo Urkullu, por la corrupción del caso De Miguel y por la gestión de Zaldibar. Y es más que probable que Carlos Iturgaiz pida la ilegalización de Bildu, como ya ha hecho esta semana.
A esto hay que sumar que será una campaña que también se vivirá en clave nacional. Se ensayará y pondrá a prueba la coalición entre PP y Ciudadanos. Casado testará si puede frenar a Vox con su cambio de estrategia. El PSOE probará si el 'efecto Sánchez' sigue funcionando para crecer. Y Podemos pasará su primer examen electoral tras la coalición de Gobierno.
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