Iñaki Arteta trabaja desde hace años en ese relato sobre ETA que ahora está tan en boga. Con sus documentales (Trece entre mil, Olvidados, El infierno vasco o 1980) se ha convertido en algo así como la voz y la conciencia audiovisuales de las víctimas del terrorismo. Ahora estrena su última creación, Bajo el silencio, que ha generado polémica porque aparece un cura que justifica a ETA. Pero ese no es el único testimonio sino solamente uno más entre los muchos que dan cobertura al terrorismo a lo largo de las más de dos horas de documental. Entre presentación y presentación, el director vasco charla por teléfono con Vozpópuli sobre el silencio y la memoria.
-Parece que en los últimos tiempos, a raíz del fenómeno de Patria, se ha puesto de moda que haya series y películas sobre la historia de ETA, pero usted lleva unos 15 años con esto. ¿Por qué?
Veinte años, desde mi primera obra, Sin libertad, que tuvo muchos premios internacionales. Aquello nos animó a seguir este camino. Nos impulsó junto a las ganas que teníamos, desde finales de los ochenta, de expresar el malestar que sentíamos por todo lo que ocurría a nuestro alrededor. Nos gustaba hacer cine y creíamos que teníamos que hacer algo. Ahí nació la primera obra y de ahí todo lo demás. En aquellos años no estaba tan de moda contar esto. Se puede considerar que ahora se viven otros tiempos después del final del terrorismo y eso abre a muchos creadores un camino algo más fácil, por lo menos algo menos inquietante, para desarrollar proyectos relacionados con esta cuestión. He elegido para esta última película el aspecto más complicado del que se debe hablar ahora.
-¿El aspecto del relato?
Sí, pero acercándonos a los perpetradores. Es difícil. Hemos intentado adentrarnos en ese mundo abertzale para indagar qué discurso manejan en los distintos perfiles que hemos plasmado en la película. Es una representación del mundo abertzale para que nos expliquen qué piensan de lo que hicieron, de su pasado.
El que piense que todo ha acabado o que crea que no ha habido huella del terrorismo o el que quiera ver cómo son los discursos que justifican el terrorismo, que vea esta película
-¿Cómo es el resultado? ¿Qué cree que transmite ese mundo abertzale que quiere reflejar?
Transmite que la pesadilla no ha terminado. Si alguien ha considerado que por la distancia respecto a lo que hemos vivido aquello era un mal sueño, se equivoca. La pesadilla existe. El lugar donde ocurrió existe. Y los que hicieron lo que hicieron, los que se organizaron para matar, siguen viviendo allí. Sobre eso hay que reflexionar. Sobre qué significa que estén integrados en la política o que la mayoría no muestren ningún tipo de arrepentimiento. Esta es una película en tiempo presente, no para contar historias del pasado, sino de acercarnos para incitar a nuevas reflexiones sobre el asunto. El que piense que todo ha acabado o que crea que no ha habido huella del terrorismo o el que quiera ver cómo son los discursos que justifican el terrorismo, que vea esta película. No son monstruos, sino personas normales que decidieron imponer una ideología contra sus semejantes y que todavía la exhiben. También es una película sobre si las personas se creen sus propias mentiras o qué les lleva a hacer cosas como matar a otras personas.
-Se ha hablado mucho del ya famoso caso del párroco de Lemona. Este señor dice en el documental que no hubo "terrorismo", que ese término no le gusta, que el pueblo vasco estuvo oprimido, que hay dos bandos en un conflicto, que hay pocas pintadas proetarras para las que debería haber y, por último, dice que justifica los homenajes a etarras cuando salen de prisión. ¿Les sorprendió lo que les dijo este sacerdote? ¿Qué le parece que le hayan retirado de dar misa?
La entrevista es de hace año y medio. Los que vivimos allí estamos un poco curados de espanto, nos parecía que decía cosas muy fuertes pero tampoco nos extrañó ese tipo de discurso, porque sabemos que lo tiene mucha gente en Euskadi, se lleva oyendo muchos años y se sigue oyendo hoy. Son las expresiones del nacionalismo pacífico y también del ultranacionalismo. Pensamos que tenía narices que lo dijera un cura, pero no nos extrañó. Es que hemos vivido cosas tan espeluznantes que incluso nosotros hemos perdido la capacidad de detectar expresiones tan aberrantes. En la película esa es una más de esas expresiones. Esa comprensión hacia los terroristas y esas fantasías historicistas forman el cuadro mental de mucha gente en el País Vasco.
-¿Cómo definiría el papel de la iglesia vasca respecto al terrorismo de ETA?
Eso lo tiene que definir la propia iglesia. Me parece interesante que hayan sido tan rápidos en adoptar la decisión de decir públicamente que no estaban de acuerdo con esas declaraciones de este sacerdote. Ahora bien, tendrían que examinar a todos los párrocos del País Vasco y de parte de Navarra para ver si es una cosa única o está más extendida. Creo que no serán pocos los que compartan esas tesis de justificación del terrorismo. Sería interesante que la propia iglesia lo analizase y lo revisase.
Vivimos en un tiempo complejo que uno puede compartir o no pero que ha conducido a que el brazo político de ETA esté en todas las instituciones
-En el documental se ven otras cosas, como por ejemplo en Irún, localidad donde ha habido más asesinatos, donde algunos viandantes dicen que "con ETA también se vivía bien" o que "si sufrieron atentados sería porque habían hecho algo"... ¿Qué se puede hacer con esos discursos?
¿Qué se hace? Aguantar. Es lo que nos ha tocado vivir. Vivimos en un tiempo complejo que uno puede compartir o no pero que ha conducido a que el brazo político de ETA esté en todas las instituciones. Si hay que aceptar que participen en la política, se acepta. El final del terrorismo es un final cerrado en falso. Se ha acabado policialmente con el terrorismo de ETA pero se ha mantenido la ideología y el proyecto político que lo sustentaba. Nos han dicho que con esto tenemos que vivir. Y también con la incorporación a la sociedad de todos los etarras que van saliendo de la cárcel. En los pueblos pequeños te tienes que cruzar con la gente que mató y que alardea de ello. Me parece horrible.
Vendrá otra generación que no haya sufrido las cosas de esta manera y que deberá hacer una sociedad que entienda mejor su pasado. Como pueden verse en esas entrevistas del documental, la gente no tiene esa percepción de que ha vivido un pasado horrible y de que gente inocente ha sufrido muchísimo porque no les ha tocado a ellos. Vivimos una sociedad traumatizada en la que la gente emite unos juicios condescendientes o complacientes con algo tan terrible como el asesinato. Eso es una enfermedad grave. Hablar de convivencia o de paz o de derechos humanos en el País vasco después de ver ciertas cosas... Se habla por hablar, pero no están enraizadas en la sociedad vasca, que se debería poner en el espejo y ver qué hizo cada uno.
-Un etarra dice al actor de la película que "yo no soy peor que tú" o que "no me arrepiento de mi militancia".
Maravilloso. Me interesa mucho ese tipo de actitudes, cómo los perpetradores conviven con su propio pasado. De alguna manera las entrevistas son bastantes francas. En esa franqueza se atisba ese dilema que tiene esa gente para convivir con su propio pasado.
-Un profesor de la UPV dice que ETA ha servido "como catalizador social de lo que es ser vasco" o algo similar.
Y es profesor y eso se lo dirá a los alumnos. Tiene capacidad y autoridad para emitir ese mensaje y extenderlo. Las malas ideas se transmiten mucho más rápido que las buenas. Las ideas que implican usar la razón implican más tiempo y más esfuerzo.
Nos piden silencio y olvido. Eso le gustaría a cualquier delincuente: 'Robé o asesiné a mi mujer pero hay que mirar para adelante, yo puedo empezar una nueva vida, ¿por qué no?'. (...) ¿Qué convivencia se puede hacer con quienes llevan cincuenta años hablando de diálogo y luego cuando se les pregunta no contestan?
-También aparece la hija de dos etarras que se sienta en un banco a exponer lo difícil que ha sido su vida porque nació en la cárcel, pero que cuando la incomodan con las preguntas sobre sus padres se marcha de allí.
Es esa falta de quererse enfrentar con su propia vida. Da más pena que otra cosa. Ella no tiene la culpa de tener los padres que ha tenido. Sí debería tener una actitud, siendo tan joven, de pensar que sus padres, por mucho que les quieras, hicieron algo que no está bien. Buscar una posición crítica con todo eso. Nos piden silencio y olvido. Eso le gustaría a cualquier delincuente: 'robé o asesiné a mi mujer pero hay que mirar para adelante, yo puedo empezar una nueva vida, ¿por qué no?'. Ya no es solo pedir perdón a las víctimas, sino a toda la sociedad y a todos los que han querido matar sin conseguirlo. Esos discursos del olvido se compran en todo el nacionalismo. ¿Qué convivencia se puede hacer con quienes llevan cincuenta años hablando de diálogo y luego cuando se les pregunta no contestan? Toda la ideología en la que se han sustentado es una gran mentira.
-Usted contrapone las entrevistas del propio documental con imágenes de Otegi en una entrevista televisiva, con un concurso de bertzolaris donde se canta a favor de la violencia, con una entrevista donde un músico dice que todos los presos de ETA tendrían que salir a la calle o con imágenes de ongi etorris... ¿Quiere denunciar con ello que se normaliza el discurso proetarra?
No quise usar imágenes de archivo de asesinatos. Esas apariciones de archivo apuntan sutilmente, con ellas se expresan pequeñas informaciones pero que creo que dicen mucho. Por ejemplo, ese trato tan amable y dicharachero que se le da a Otegi en la tele pública vasca. O la aparición de otro etarra más adelante. O el dirigente de Batasuna al que le ponemos unas declaraciones suyas del pasado. Esas cosas son otro nivel de información donde también se ve esa reafirmación de que algunos opinan ahora lo mismo que hace veinte años. Lo que se ha pretendido es un cambio de opinión pero de los demás. Que les dejemos pasar y les tratemos bien, pero no que ellos cambien para incorporarse a la sociedad, porque nosotros no debemos molestarles.
Nuestra sociedad quizás no tenga remedio porque convive con la mentira y con la fantasía supremacista
-Viendo las respuestas de los jóvenes en el documental sobre qué fue ETA, ¿tiene la sensación de que queda mucho por hacer?
Claro que queda mucho por hacer. Una de las cosas que se me ocurren es hacia dónde vamos. No tengo la respuesta, viendo lo que opinan los jóvenes y lo que saben pero sobre todo lo que no saben. Nuestra sociedad quizás no tenga remedio porque convive con la mentira y con la fantasía supremacista. Tengo la esperanza de que estos jóvenes que ahora ni tienen ni puñetera idea sean los que escarben cuando sea más mayores, como pasa siempre con los hechos traumáticos. Que la gente empieza a abrir los ojos para poner las cosas en su sitio.
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