Un grupo de historiadores del País Vasco están empeñados en que el célebre relato sobre ETA no sea escrito con la perspectiva de la propia ETA. En la obra Nunca hubo dos bandos (Comares, 2019), compilada por el historiador Antonio Rivera con el apoyo del Centro Memorial de las Víctimas del Terrorismo, denuncian a los que "mezclan violencias" para "diluir" la que perpetró la banda terrorista, sostienen que la famosa teoría del conflicto suministra una "coartada" a los nacionalistas que "miraron para otro lado" y concluyen que "en el País Vasco hubo varias violencias, pero no dos bandos".
El libro está compuesto de un prólogo que firma José María Ruiz Soroa y por seis capítulos que firman el propio Rivera, los historiadores Luis Castells, Fernando Molina Aparicio, Raúl López Romo y María Jiménez Ramos y el ex consejero del Gobierno vasco Joseba Arregi. Cada uno de ellos analiza diversos aspectos de las diferentes violencias políticas en el País Vasco, centrándose sobre todo en la del terrorismo de ETA para construir un relato histórico y no falsificado.
Ya en el prólogo queda claro que estos historiadores combaten la tesis, tan extendida entre los nacionalistas, sobre todo en la izquierda abertzale, acerca de que ETA es solo una expresión más de un conflicto secular entre el País Vasco y España. Es en esta parte del libro donde se justifica un título tan rotundo, porque se explica que "nunca hubo dos bandos". Se trata de refutar la historia de ETA que quiso contar la propia ETA.
Por qué "nunca hubo dos bandos"
Más en concreto, Ruiz Soroa sostiene que "la idea de que siempre existieron dos bandos, ambos violentos y política y moralmente reprochables, encaja a la perfección con la cosmovisión nacionalista vasca sobre la Historia: es sumamente útil como marco mental de comprensión del pasado de cara a su sanación y superación, suministra una coartada satisfactoria para unos ciudadanos que se inhibieron de tomar parte contra el terrorismo cuando tocaba hacerlo y, al final, nutre de cierto grado de satisfacción moral o psicológica a los que apoyaron la violencia terrorista, que se ven justificados (o explicados) por la violencia simétrica de ese otro bando".
"No hay nada tan efectivo -afirma- como un esquema de explicación por oposición binaria para que se acepte y supere cualquier realidad conflictiva poniéndose el que reparte doctrina fuera y por encima de ella.
Pero sucede que no es así: que no existieron dos bandos, no existió un magma de violencia del que el terrorismo fuera tan sólo una parte y un actor más".
Tres etapas diferentes
La obra empieza narrando, en el profundo ensayo del citado Rivera, cómo el nacionalismo vasco construyó históricamente un "nosotros" para diferenciarse de un "ellos" compuesto por el resto de españoles. Tal y como explicaba esta semana en Vitoria el propio Rivera ante un nutrido público, desde una perspectiva temporal, el libro se vertebra en tres capítulos que explicarían la historia de ETA o, mejor dicho, la historia de cómo se percibía a ETA en el País Vasco.
El primero de esos capítulos centrales, escrito por Castells, se refiere a lo que sucedió entre 1975 y 1982, cuando, en palabras de Rivera, se produjo "el debilitamiento del estado en el País Vasco, en los años de plomo", donde se vio "la incapacidad del estado para responder a la violencia terrorista que le lleva a cometer errores como las oscuras conexiones con tramas policiales".
Molina analiza la etapa del PSOE de Felipe González en el poder, entre 1982 y 1996, cuando se impuso, según Rivera, "la consideración de la violencia como un terrorismo que proviene de una posición antifranquita", de forma que se percibió este asunto como "un tema político que debía resolverse con una negociación política".
En dicha época se siembra la idea de que "existen dos bandos en liza". Concretamente, a partir de la detención en 1992 de la cúpula de ETA en Bidart (Francia) empezó a generalizarse el término "conflicto". En la tercera de esas etapas, entre 1995 y 2011, analizada por López Romo, "la idea del conflicto acaba presidiéndolo todo"; son "los años de la socialización del sufrimiento" que perpetra ETA y que la llevan indefectiblemente a su derrota.
"Mezclan violencias para diluir"
A lo largo de la obra los autores repasan "la violencia política en el País Vasco" acontecida entre 1975 y 2011, como dice el subtítulo del libro. Se detienen sobre todo en el terrorismo de la banda que mató a 850 personas e impuso el miedo a la sociedad, pero también recogen otros tipos de violencia no equiparables pero innegables (el terrorismo de Estado de los GAL, etcétera).
A juicio del editor del libro, "en el País Vasco hubo muchas violencias, pero solo una, la de ETA, tenía detrás un proyecto político y la defensa de una parte importante de la sociedad vasca". Porque Rivera no se cansa de repetir que el relato sobre ETA que hace la propia ETA y el relato sobre la banda que recogen las políticas públicas de memoria en Euskadi incurren en un mismo error: "No destacar lo necesario, aquello que el terrorismo tuvo y tiene de fenómeno específico y particular, eso que lo hace imposible de confundir o mezclar con otro tipo de violencias que también han tenido lugar en nuestro país".
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