A Arnaldo Otegi lo llamaban Gordo cuando estaba en ETA. Por aquel entonces participó al menos en un secuestro por el que fue condenado. Después, una vez libre, se convirtió en el líder carismático de la izquierda abertzale que todavía ejerce ese papel. Primero dirigió las diferentes marcas que acabaron ilegalizando los tribunales. Luego se hizo con las riendas de la coalición Bildu que engloba a Sortu, heredero de Batasuna, y a otros partidos como EA y Alternatiba. En todo ese tiempo, que incluye dos estancias en prisión, según él, ha mantenido una relación ininterrumpida con el PSOE.
Este miércoles, durante la entrevista en que avanzó que Bildu votará 'sí' a los Presupuestos Generales del Estado, le preguntaron también por sus relaciones con los dos partidos del Gobierno de coalición. Es de sobra conocida su buena sintonía con Pablo Iglesias, líder de Podemos y vicepresidente del Ejecutivo. Y también es evidente al menos una parte de su relación con el PSOE que ahora encabeza Pedro Sánchez.
"Tengo la sensación de que llevo toda la vida hablando con el PSOE. Nunca ha habido ruptura de las negociaciones". Así de claro lo dijo Otegi. Parece que no mintió. Entre otras cosas porque nadie ha salido a desmentir esa afirmación. Solo el propio interesado y sus interlocutores conocen la intensidad y la profundidad de sus "negociaciones". Pero lo que está claro es que en los últimos quince años el líder de la izquierda abertzale ha pasado de ser un exetarra a convertirse en un interlocutor del PSOE.
En la última década el líder de Bildu insiste en su perfil de "pacifista", si bien nunca ha condenado la historia de ETA
En los noventa empezó a liderar Batasuna junto a otros como Pernando Barrena o Joseba Permach. Eran una nueva generación posterior a la que encabezó Jon Idígoras. Otegi y los suyos eran los portavoces que jamás condenaban los asesinatos de ETA, que en aquel momento inició su tristemente famosa "socialización del sufrimiento". Esto, en román paladino, quiere decir que la banda terrorista empezó a asesinar masivamente -tanto como pudo- a políticos de PSOE y PP, a jueces o a periodistas.
El "hombre de paz"
Ya entre 2005 y 2007, en la época del llamado "proceso de paz", con las negociaciones entre el Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero con ETA, Otegi pasó a ser un "hombre de paz" públicamente, al menos a ojos de algunos socialistas. Pero el diálogo entre ambas partes venía de antes. Desde los inicios de la primera década de este siglo XXI Otegi se reunía en el ya célebre caserío Txillarre de Elgóibar (Guipúzcoa) con el entonces presidente del PSE, Jesús Eguiguren.
Juntos urdieron allí las negociaciones posteriores con el Ejecutivo de Zapatero. Además, Eguiguren no fue el único socialista que acudió a aquellos encuentros preparatorios de lo que sería el diálogo gubernamental con ETA. Pese a que las marcas electorales que lideraba Otegi eran ilegalizadas por los tribunales, a ese caserío acudieron otros dirigentes del PSE como el propio Patxi López, que después sería lehendakari.
Meses después del famoso atentado de la T-4 que dinamitó el "proceso de paz", el Gobierno del PSOE volvió a reunirse con representantes de ETA y Batasuna en Ginebra. Nuevamente Eguiguren y Otegi eran algunos de los allí presentes
Un buen ejemplo de que, como dice Otegi, "las negociaciones nunca se rompieron", es que en mayo de 2007, meses después del famoso atentado de la T-4 que dinamitó el "proceso de paz", el Gobierno del PSOE volvió a reunirse con representantes de ETA y Batasuna en Ginebra. Nuevamente Eguiguren y Otegi eran algunos de los allí presentes. Finiquitado aquel diálogo porque la banda terrorista optó por seguir matando, Otegi volvió a entrar en prisión.
Líder de Bildu y socio prioritario
Tras ese paso por la cárcel, Otegi y sus cercanos cogieron otra vez las riendas de Batasuna. Pusieron en marcha el camino hacía las "vías exclusivamente políticas" después de años de su "estrategia político-militar" compartida con ETA. En ese marco nacieron primero Bildu, como coalición liderada por Otegi, y luego Sortu, como primer partido de la izquierda abertzale que en sus estatutos mostraba el "rechazo a la violencia". Los tribunales dictaminaron que, pese a ese cambio estratégico, sus hacedores seguían formando parte del entramado terrorista. Por ello, condenaron a Otegi y otros en 2012 por el caso Bateragune.
El rostro de la izquierda abertzale, que entonces insistía en su perfil de "pacifista" si bien nunca condenaba ni ha condenado la historia de ETA, volvía a prisión hasta 2016. Pero en este 2020 el Tribunal Superior de Derechos Humanos de Estrasburgo le daba la razón por la imparcialidad del tribunal de la Audiencia Nacional que les juzgó. Y poco después el Tribunal Supremo anulaba esa última condena de Otegi, que ya puede volver a ser candidato en unas elecciones.
Una relación que mejora
Durante los dos últimos años la relación entre Otegi y el PSOE, esa que según él nunca se ha roto, ha mejorado a pasos agigantados. El colofón se conocía este miércoles, cuando el coordinador general de Bildu anunciaba su intención de aprobar los Presupuestos en el Congreso y cuando presumía, como ya se ha dicho y repetido, de sus permanentes negociaciones con los socialistas. Pero eso es solo el último paso.
Antes llegó el célebre acuerdo a tres bandas en el Congreso para derogar la reforma laboral. Y antes aún hubo otras pruebas obvias tanto en País Vasco como en Navarra de la relación entre PSOE y Bildu. Lo más icónico fue aquella imagen de El Diario Vasco en la que los líderes de partidos vascos, entre ellos Otegi y la socialista Idoia Mendia, se retrataron juntos como cocineros navideños. Y quizás lo más sustancial ha ocurrido en Navarra, donde primero Bildu se abstuvo para que la socialista María Chivite se convirtiera en presidenta y después ambos partidos firmaron un acuerdo presupuestario.
Se trata, en definitiva, de fotos y pactos conjuntos que hace solo unos años eran impensables pero ya son una realidad innegable. De "pactar con Bildu es cruzar las líneas rojas" -Sánchez dixit- a convertir a Otegi y los suyos en socios prioritarios.
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