El PNV sigue a lo suyo. No importa que haya adelanto electoral el 10-N o inestabilidad política. Su casi legendario doble juego continúa en marcha. Por un lado, amaga con articular un nuevo estatuto vasco más soberanista, para lo que además añade declaraciones altisonantes como la última de su presidente, Andoni Ortuzar, que dijo el pasado fin de semana aquello de "españoles ni por el forro". Por el otro lado, reclama al Gobierno de Pedro Sánchez su verdadero objetivo: la cesión y el blindaje de más competencias de autogobierno.
El papel de 'poli malo' lo ejercen a veces el citado Ortuzar y más a menudo el portavoz parlamentario en la Cámara de Vitoria, Joseba Egibar. Este último representa al ala más soberanista del partido y más proclive a llegar a acuerdos con EH Bildu. El ex lehendakari Juan José Ibarretxe o el fallecido Xavier Arzalluz hubieran preferido que Egibar comandase el partido. De ser así, quizás las cosas serían distintas. Pero la vía pragmática del lehendakari Iñigo Urkullu es la mayoritaria. Este último, el portavoz de su Ejecutivo, Josu Erkoreka, y el portavoz en el Congreso, Aitor Esteban, son los 'polis buenos'.
El "nuevo estatus" que recoge el estatuto
Fieles a su historia de negociadores, dialogantes y ambiguos, los peneuvistas están evidenciando como nunca su doble juego en las últimas semanas. La negociación de la reforma del estatuto de Gernika y las competencias pendientes son las claves de su estrategia. Se trata de mostrar su cara más radical planteando un articulado del estatuto abiertamente separatista al mismo tiempo que reclaman al Ejecutivo central que cumpla con la cesión de transferencias ya acordada y prometida. Mete miedo con lo primero para lograr lo segundo.
La reforma del estatuto de Gernika se tramita en el Parlamento vasco, donde el grupo de expertos designados (uno por partido) tiene que terminar sus trabajos el próximo 30 de noviembre. De hecho, tendrían que haberlos terminado seis meses antes, pero el trámite se prorrogó por la falta de acuerdo y porque así, de paso, el PNV se aseguraba que la reforma no se aprobará esta legislatura.
En el verano de 2018 el PNV sorprendió a sus socios de gobierno del PSE al pactar un estatuto separatista con Bildu. En realidad, el pacto ha sido más ruidoso que real, al menos por ahora. Bildu presiona y quiere ir incluso más allá, ya que su objetivo es imitar el desafió del procés catalán. Pero en el PNV no quieren saber nada de esa opción rupturista. Amagan con declaraciones, sí, y aún más en plena precampaña electoral para competir con Bildu, pero de fondo buscan un acuerdo más amplio y se alejan del ejemplo catalán.
El apoyo de PSE y Podemos, clave
Lo que busca con ahínco Urkullu es un acuerdo de reforma del estatuto al que se sumen también el PSE y Podemos. El lehendakari sabe que el PP nunca se sumará a ese pacto, pero igualmente es consciente de que el nuevo estatuto de Gernika solo puede ser refrendado en el Congreso de los Diputados si cuenta con el apoyo de la izquierda. Esa es la única vía posible.
Por ahora, el respaldo de PSE y Podemos al nuevo estatuto vasco parece lejano. Todo hace indicar que finalmente cada uno de los miembros del grupo de expertos del Parlamento vasco acabará redactando su propia propuesta de reforma.
Esta misma semana, durante un desayuno informativo en Bilbao al que acudió la flor y nata de la política y el empresariado de Euskadi, el propio Urkullu insistió en la búsqueda de un pacto "lo más ancho posible". Cuando le preguntaron por si el nuevo estatuto recogerá el "derecho a decidir", contestó: "No es algo que me apetezca responder, sinceramente".
Blindar las competencias: "el concierto político"
Lo que quieren Urkullu, Erkoreka, Esteban y Ortuzar no es auspiciar la independencia mediante un desafío al Estado. Lo que quieren es blindar las nuevas competencias. Quieren lograr cosas en el terreno práctico y para ello exageran en el terreno simbólico. Su eterno doble juego. La idea es que el nuevo estatuto, con un preámbulo más o menos soberanista, sirva para materializar las transferencias pendientes e incluya aún otras más como la Hacienda propia.
Urkullu y los suyos buscan, en suma, lo que se ha bautizado ya como "el concierto político". Es decir, al igual que hay un "concierto económico" que blinda la foralidad, esperan lograr lo mismo en materia de competencias políticas. Ese es su principal objetivo estratégico ahora mismo, más allá de los sueños independentistas. Así lo verbaliza el propio lehendakari con su peculiar estilo, así lo aseguran las fuentes consultadas por este diario y así lo publican la mayoría de medios vascos desde hace meses.
En política nada es imposible. Y otros partidos vascos como el PP temen que la verdadera hoja de ruta de Urkullu sea pisar el acelerador independentista junto a Bildu. Algo que los nacionalistas harían, sobre todo y según esta versión, en la próxima legislatura. Cosas como el "españoles ni por el forro" de Ortuzar abonan esta tesis. Pero ahora mismo parece la vía menos probable. Todo dependerá, en todo caso, de si el PNV logra o no esas competencias que ansía.
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