En mayo de 2008 María San Gil dimitía como presidenta del PP en el País Vasco por desavenencias con el entonces líder del PP, Mariano Rajoy. Desde entonces han pasado por el cargo Antonio Basagoiti, Arantza Quiroga y Alfonso Alonso, que también dejaron el cargo, cada uno con sus matices propios pero todos por la puerta de atrás. Ahora el nuevo presidente es Carlos Iturgaiz, elegido con el beneplácito de Pablo Casado. Cuatro líderes en siete años. Y cuatro espantadas en doce años.
¿Qué problema de liderazgo tiene el PP vasco? Podría decirse, teniendo en cuenta cómo fueron varios de los abandonos de los dimisionarios, que en realidad el problema está en Génova 13. O, mejor dicho, la clave reside en la relación entre los populares vascos y sus jefes de la dirección nacional. También es una constante la división interna entre varias almas del partido. Motivos aparte, lo único seguro, con los datos en la mano, es que el PP no deja de perder votos y relevancia en Euskadi.
La marcha de San Gil por sus choques con Rajoy supuso un shock para el PP vasco. El elegido para sustituirle fue un Basagoiti que por aquel entonces lideraba el partido en Vizcaya. Trató de integrar a todas las sensibilidades, para lo que contó, entre otros, con Santiago Abascal. Durante sus casi seis años en el cargo -es el más longevo de esta hornada-, la formación empeoró sus resultados en el País Vasco pero hizo historia al respaldar el gobierno del único lehendakari no nacionalista desde el inicio de la democracia, el socialista Patxi López.
Basagoiti pasa el testigo a Quiroga
Tras los malos resultados de las autonómicas de 2012, Basagoiti decidió que su tiempo se estaba agotando y poco después puso rumbo a otros destinos profesionales. En 2013 la junta directiva del PP vasco eligió a Arantza Quiroga como nueva presidenta, algo que después quedó refrendado en un congreso regional donde ella presentó la única candidatura. Apenas duró dos años. Se fue enfrentada con el sector guipuzcoano del partido y también, cómo no, por desacuerdos con la dirección nacional.
El penúltimo presidente, 'rajoyista' y 'sorayista' a partes iguales, intentó también una renovación en el discurso y en las formas, con una apuesta por "una voz propia" que se desmarcarse de Casado
De hecho, a pesar de las peleas intestinas en Euskadi, el detonante de su marcha fue la presentación de una moción en el Parlamento vasco en la que pedía a EH Bildu el "rechazo a la violencia de ETA" y no la condena expresa. Términos que no convencían sobre todo en Génova 13. En todo caso, tal y como ella misma reconoció en su adiós, lo peor de su mandato es que fracasó en su intento de aunar voluntades diversas. Su plan para rearmar el partido en Euskadi era "pasar de la resistencia a la influencia", pero no lo consiguió.
La junta directiva del PP vasco eligió, de nuevo con el plácet de la dirección nacional, a Alfonso Alonso. Una decisión que nuevamente después fue ratificada en un congreso regional celebrado en 2017 donde el candidato no tuvo oposición. El penúltimo presidente, rajoyista y sorayista a partes iguales, intentó también una renovación en el discurso y en las formas que se formalizó en una convención celebrada hace un año, en septiembre de 2019, cuando los populares vascos apostaron por "una voz propia" que se desmarcase de la dirección nacional de Pablo Casado.
El abrupto final de Alonso y Sémper
Los múltiples choques entre Alonso y Génova terminaron de la forma más abrupta imaginable a principios de este año. En febrero, a escasas semanas de las elecciones vascas -luego pospuestas a julio por la pandemia-, Casado fulminó al ex ministro y colocó en su lugar al veterano Iturgaiz. Un mes antes de este seísmo también se marchó de la política Borja Sémper. Fue una salida tan sorprendente que se convirtió en traumática, ya que para muchos estaba llamado a ser el futuro de PP vasco.
Alonso y Sémper, ambos sorayistas, representaban esa cara de los populares que aboga por un discurso y un estilo más templados y dialogantes. Querían un PP vasco con los principios de siempre, pero adaptado a los nuevos tiempos tras el final de ETA. Esa renovación es vista en otros sectores del PP, especialmente fuera de Euskadi, como una renuncia a la tradición de los populares.
En la misma línea de Alonso y Sémper se movía y se mueve la secretaria general, Amaya Fernández, que ha ocupado la presidencia de forma interina desde la marcha de Alonso y que para muchos estaba llamada a liderar la formación. Por ello, se daba por hecho que presentaría su candidatura en el congreso regional que tendría que celebrarse antes de marzo de 2021.
¿Sin congreso regional?
Sin embargo, la última maniobra de Casado y Teodoro García Egea puede acabar con las intenciones de Fernández y el sector alonsista. Porque la junta directiva acaba de elegir a Iturgaiz casi por unanimidad y porque ahora mismo, con la pandemia del coronavirus, es probable que el congreso regional no llegue a celebrarse. De momento, el nuevo líder no cuenta con Fernández para su dirección.
Gracias a la actual dirección nacional del PP, Iturgaiz vive una segunda juventud políticamente hablando. Porque precisamente él presidía el PP vasco antes de San Gil. Su etapa de ocho años, entre 1996 y 2004, coincidió con los años más duros para los concejales del partido, situados en el siniestro punto de mira de ETA. Ahora, en un contexto muy diferente, el nuevo líder del PP vasco tiene como reto unir y rearmar al partido. Todo ello para contener el empuje de Vox y para recuperar a los votantes que se han ido al PNV y al PSE. Viendo lo ocurrido en los últimos años, no lo va a tener fácil.
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