Carlos Totorika (Ermua, 1956) era el alcalde de Ermua en julio de 1997, cuando ETA secuestró y asesinó a Miguel Ángel Blanco. Nadie en la localidad vasca ni en el resto de España olvida su papel en aquellos días luctuosos. Ahora, 25 años después, charla con Vozpópuli acerca de lo que pasó y también del recuerdo que queda. De esa memoria colectiva sobre el terrorismo y sobre sus secuelas. Del extinto espíritu de Ermua y de cómo se comportaron unos y otros. De la pelea entre relatos. Y de lo que todavía hay que hacer para deslegitimar a los etarras.
PREGUNTA: En aquellos días de julio se vivieron muchos momentos muy intensos, con recuerdos muy duros para usted. ¿Cuál fue el peor de esos instantes?
RESPUESTA: Lo más difícil fue comunicar que le habían encontrado con dos tiros en la cabeza. Fue durísimo como persona que le conocía. Y el efecto que generó en aquella multitud, el horror, la rabia... Había tal disgusto que aquello podía haber degenerado en algo no deseable. Ese fue el momento más angustioso, pero también enterarme del secuestro me produjo una enorme angustia. Sobre todo porque desde el principio, teniendo en cuenta los antecedentes, tuve la sensación de que lo más probable era que lo asesinasen.
P: Hay algunas imágenes icónicas de aquellos días. Todos recordamos, por ejemplo, al padre de Miguel Ángel cuando llegó a casa y se enteró por la prensa...
R: Sí, ese fue un momento muy duro. Yo a esa hora estaba haciendo un pleno que habíamos convocado. Lo hicimos porque tomamos una decisión que era la de responder, no callarnos, movilizarnos contra ETA y por la liberación de Miguel Ángel.
P: Precisamente en ese pleno la izquierda abertzale no condenó lo que estaba pasando.
R: El único concejal de HB sintió una enorme presión y jugó a ponerse de perfil. Vino a decir que creía que tenían que liberar a Miguel Ángel pero cumpliendo sus condiciones, porque ETA dijo que si se acercaba a todos los presos al País Vasco… La respuesta del estado no puede ser ceder ante el chantaje terrorista, porque entonces nos encontraríamos un secuestro cada día. Él cambió el orden en lo que dijo, pero era lo mismo que decía la ETA. Intentó conciliar lo que era irreconciliable. Y no condenó a ETA en ningún momento.
P: Hablaba usted de cuando anunció el fallecimiento, algo que por cierto generó una reacción que nunca se había visto en Euskadi, pero Miguel Ángel aún estaba vivo.
R: Los términos que utilicé fueron "asesinato" porque sabíamos que tenía dos balazos en la cabeza. El efecto que causó en la gente que esperaba noticias fue terrible, creía que tenía delante un volcán humano, las caras… Me recordaba a Los fusilamientos de Goya, la crispación, era como una bomba atómica, y eso había que canalizarlo bien, porque tenía claro que la libertad o la convivencia no son palabras sino aspectos que hay que construir. Esa energía no podía degenerar, por ejemplo, en palizas a alguien. La solución fue no seguir hablando e iniciamos una marcha para que aquello se transformase en algo muy positivo.
La violencia de ETA no podía ser respondida con otro tipo de violencia, sino con el convencimiento de que los valores son más importantes que resolver las cosas a puñetazos. Sigo pensando que hay que construir conviviendo, dialogando y por supuesto cumpliendo la ley, y al que no la cumpla, a la cárcel
P: Otra de esas imágenes es verle a usted con el extintor apagando la 'herriko taberna' de Ermua que alguien incendió tras el crimen.
R: Fue, como comentaba antes, el esquema de trabajo que creía que había que mantener, y lo sigo creyendo, pero no por grandes análisis, sino casi de forma intuitiva. Yo mientras fuera alcalde no podía permitir que en Ermua hubiera violencia de ninguna manera. Cuando me dijeron que a la sede de HB le habían dado fuego, creía que lo que tenía que hacer era acudir rápidamente a apagarlo. La violencia de ETA no podía ser respondida con otro tipo de violencia, sino con el convencimiento de que los valores son más importantes que resolver las cosas a puñetazos. Sigo pensando que hay que construir conviviendo, dialogando y por supuesto cumpliendo la ley, y al que no la cumpla, a la cárcel. Respetar el estado de derecho te suena a cosa genérica cuando eres joven, pero luego, cuando tienes una experiencia, sabes que el respeto es muy importante y que hay que respetar a todos.
P: Bastantes años después del asesinato, Arnaldo Otegi desveló que estaba en la playa de Zarauz cuando mataron a Miguel Ángel. ¿Qué le sugiere eso?
R: Me sugiere que no estaba en las manifestaciones de repulsa, de protesta y llevándole la contraria a ETA y a quienes estaban en ese compromiso. Ellos lo vivían de otra manera. Algunas personas de HB, muy pocas, participaron en alguna manifestación, pero nada más. No me sorprende en absoluto lo de Otegi. ¿Dónde iba a estar? Tomando el sol, es lo que sus valores le invitaban a hacer.
P: ¿Qué le parece que Bildu sea la segunda fuerza en el País Vasco sin haber condenado el terrorismo?
R: Me parece mal. Me parece un mal síntoma porque durante tanto tiempo han considerado normal el uso de la violencia, pero también tengo claro que no me sorprende, porque desde siempre el populismo basado en visiones totalitarias y excluyentes ha tenido éxito. Para esa visión de la realidad, quienes no éramos nacionalistas vascos radicales éramos malos vascos. El recuerdo de esto nos invita a seguir trabajando por una exigencia de la pluralidad de la sociedad vasca.
Todos los que participamos en la creación de entes para el movimiento ciudadano como Basta ya o El Foro de Ermua estábamos convencidos de que eran necesarios la unidad y el respeto a la pluralidad
P: ¿De alguna manera usted representaba eso que se llamó el espíritu de Ermua? ¿Qué queda de aquello?
R: Ha sido un concepto bastante manido y utilizado partidariamente. Y ha generado sensaciones de lo más contradictorias entre los propios demócratas, entre las gentes del PP y del Partido Socialista. Yo lo que entendía era que nos unían unos valores democráticos, con el convencimiento de la defensa absoluta de los derechos humanos y de que no hay ni patria ni ningún concepto que justifique el uso de la violencia. Todos los que participamos en la creación de entes para el movimiento ciudadano como Basta ya o El Foro de Ermua estábamos convencidos de que eran necesarios la unidad y el respeto a la pluralidad.
Unidad y pluralidad eran los valores que defendíamos, así como la importancia de la herramienta de la movilización, que fue decisiva para que la gente se movilizase para defender la democracia. Era una invitación a rebelarse contra ETA, para que lo que era insoportable pero se vivía en silencio se pudiera denunciar en la calle, con la ciudadanía sintiéndose acompañada. Y la gente se convirtió en protagonista, aquello permitió superar el miedo, rompió la lógica del terrorismo de que el asesinato genera miedo y el miedo genera parálisis.
P: Pero claro, ETA siguió matando. Incluso asesinó a algunos de esos fundadores de esos entes.
R: Claro, ETA siguió matando... De José Luis López de Lacalle me acuerdo muy bien, por las reuniones que teníamos en ese marco. Y de otra mucha gente, de tantos humildes concejales asesinados en esa lógica perversa de la socialización del sufrimiento. Iban a por todos y fueron muchos los asesinados. Sentimos mucha falta de libertad y angustia. Pero esas movilizaciones ciudadanas fueron claves para la derrota de ETA.
A Miguel Ángel Blanco le quitaron la vida, pero no nos quitaron la libertad, sino todo lo contrario, porque se generó una esperanza y unos años después se derrotó a ETA
P: ¿Qué queda de aquello? ¿La gente ha sido injusta o desmemoriada? ¿No cree que se ha pasado página muy rápido?
R: Las personas que participamos en la creación de esas organizaciones lo hicimos profundamente convencidos de que era lo que había que hacer, de articular diferentes acciones que fueron muy útiles para la democracia. Luego eso, como digo, degeneró y hubo batallas partidarias, descrédito, líos internos… Las organizaciones de este tipo, los movimientos sociales, tienen fecha de caducidad. No fue el único elemento en la derrota de ETA, porque también estuvieron el papel de la Guardia Civil o de la Policía Nacional, o el de los jueces o los periodistas que siguieron contando lo que pasaba y muchos empresarios que no quisieron pagar… Se sufrió mucho y hubo mucha gente enfrente de ETA. Yo sí creo que ahí se generó esperanza en poder lograr el fin de ETA. Antes parecía que era un asunto de otros y se involucró más gente.
En los momentos graves donde la libertad está en juego es muy importante que la sociedad se involucre. Lo que pasó sirvió para deslegitimar, para superar el miedo y para acabar ganando la batalla a ETA. A Miguel Ángel Blanco le quitaron la vida, pero no nos quitaron la libertad, sino todo lo contrario, porque se generó una esperanza y unos años después se derrotó a ETA. No fue una varita mágica, claro, porque no puede olvidarse lo poderosa que fue ETA, con tantos comandos, con gente de HB colaborando claramente, con presencia en la universidad y en las calles… Les daba cocción una ideología fanatizada de una idea de patria.
P: Hay muchas pruebas de que hoy muchos jóvenes no saben nada de Miguel Ángel Blanco. ¿Qué le parece y qué se puede hacer para que eso cambie?
R: Eso es así. Y hay varias razones para explicarlo. La juventud vasca tiene muy poco conocimiento de quién fue Miguel Ángel Blanco y de qué fue ETA. En parte es así porque a los que lo hemos sufrido nos produce cansancio hablar de ello y queremos mirar hacia delante, como que nos parece que es una carga. Pero creo que la memoria es muy importante, hay que contar la verdad histórica para que no vuelva a suceder. Hay otras historias contadas por el entorno de ETA que dicen que los etarras fueron héroes. Hay que recordar con respeto la memoria de las víctimas. Todo ello es importante para la convivencia, que solo se consigue desde el respeto a la pluralidad.
En el ámbito familiar y particular de mucha gente en el País Vasco se sigue viendo como héroes a los etarras
P: El relato o los diferentes relatos...
R: Mientras haya gente que considere héroes a los etarras no se consigue esa convivencia. Aunque sea en la intimidad de la familia y de un txoko donde se dice, eso genera semillas del odio. Repito que hay cansancio de quienes lo hemos sufrido. Y la verdad es que hay muchos deberes que hacer. En las aulas del País Vasco tiene un coste hablar de estas cosas, supone para muchos un esfuerzo demasiado grande por explicarlas y hay mucha gente que no está dispuesta a contarlas. Es igual que cuando yo era joven, en el franquismo, cuando había gente que no contaba qué fue la República ni qué fue la Guerra Civil. Es imprescindible que se cuente en las aulas qué fue el terrorismo de ETA. Sobre todo, porque en el ámbito familiar y particular de mucha gente en el País Vasco se sigue viendo como héroes a los etarras. Llevamos diez años sin ETA y creo honradamente que dentro de otros diez años va a seguir siendo necesario este trabajo.
P: ETA fue derrotada policial y socialmente, pero la deslegitimación del terrorismo no va demasiado bien, ¿no?
R: Es realmente complicado articularlo porque, como digo, hay muchos segmentos de profesores que no quieren contarlo. El problema es que hoy todavía lo más cómodo en Euskadi es no abrir el pico.
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