El Partido Popular se hunde en Cataluña, anuncian los últimos estudios demoscópicos. Unos son más fiables que otros pero la tendencia arroja un retroceso drástico de la formación que dirige Alicia Sánchez-Camacho, hasta posiciones hasta ahora nunca vistas. Ya aparece el último de la fila, en el puesto ocho del estudio del CEO, esa especie de CIS catalán pero con mucha más cocina. La tendencia apunta hacia el desplome. El PP en Cataluña está a punto de convertirse en una formación testimonial, pese a que la situación política supuestamente debería favorecerle. Su intención directa de voto apenas supera ahora el 2%, siempre según este estudio.
La trampa de la consulta
"Oponerse a la trampa del derecho a decidir o del derecho a votar está resultando letal", comenta un veterano de la formación popular. "Defendemos la ley, pero esa postura no la entiende todo el mundo. Ni siquiera los no nacionalistas. Hasta los hermanos Gasol, nada sospechosos, se apuntaron públicamente a la tendencia del queremos votar", insiste, algo desesperanzado. La firmeza tranquila de Mariano Rajoy, eso que algunos llaman 'tancredismo', a la hora de afrontar el desafío soberanista de Artur Mas puede resultar eficaz en el frente jurídico, pero en el frente político en Cataluña no logra demasiados réditos. Más bien resulta contraproducente. El Gobierno ha optado por no hacer mucho ruido político. Que se mueva el Constitucional, que actúen los fiscales, que trabajen los abogados del Estado para frenar el disparate secesionista. Pero nada de estrepitosas campañas desde Madrid. La línea de Moncloa es que las bravatas y los disparates se queden del lado de Mas y sus compañeros secesionistas. El Gobierno pretende ofrecer una imagen de firmeza democrática, pétrea e inexpugnable. La colaboración del PSOE está resultando clave en el pulso frente a los secesionistas. Las dos formaciones mayoritarias del arco parlamentario, unidas y sin fisuras en este trance peliagudo. "La batalla se ganará pero el PP en Cataluña sufrirá las consecuencias", piensa buena parte de los militantes catalanes, atemorizados ante el curso de los acontecimientos y el horizonte electoral de mayo. También el PSC sufre, aunque intenta zigzaguear entre el federalismo y la tercera vía. Dos inventos que no calan. Dos argumentos para no parecer clones del PP.
Pese a lo sombrío del panorama, Sánchez-Camacho goza del pleno respaldo de Génova. El padrinazgo de Jorge Moragas es providencial en su supervivencia. Moragas, jefe de gabinete de Mariano Rajoy, fue quien le presentó a Victoria Álvarez, la ex novia del hijo de Pujol, lo que derivó en el chusco episodio del almuerzo de la Camarga. Camacho también es escuchada en Génova, aunque no goza de la simpatía de algunos de sus compañeros de 'baronazgo' territorial en el partido. No logra Sánchez-Camacho, sin embargo, trasladar una imagen potente, pese a su firme carácter como se pudo apreciar en la comparecencia parlamentaria de Jordi Pujol. Su intervención fue, junto a la de Albert Rivera, de Ciudadanos, la única voz libre frente a la desvergüenza del expresidente.
Sánchez-Camacho es la gran derrotada de la partida. Pero ni hay relevo ni hay alternativa. El PP catalán parece un erial. Rajoy no quiere ruido y eso le pasa factura a su sección catalana. El PP se vuelca de tapadillo a través de asociaciones ciudadanas, como Sociedad Civil Catalana, un conglomerado de tendencia socializante que promovió la concentración antinacionalista de la Diada en Tarragona. Ni manifestaciones, ni puñetazos en la mesa. Rajoy va a desplazarse este mes a Cataluña para cumplir con sus compromisos oficiales. Nada fuera del carril. También viajan los ministros, y lo hacen con frecuencia. Sáenz de Santamaría vuelve el lunes a Barcelona. Ya estuvo el pasado miércoles. También viajan los ministros. El del Interior pasa casi todos los fines de semana en Barcelona, donde reside su familia. Ana Pastor, de Fomento, también hace frecuentes escalas en la Ciudad Condal.
Nadie llorará en Génova si los anuncios de las encuestas se cumplen. Cataluña se da por perdida desde los tiempos de Vidal Quadras. Lo mismo ocurre con el País Vasco, donde Arancha Quiroga se encuentra abandonada, y decepcionada. Rajoy está seguro de que lo importante es derrotar el órdago rupturista de Artur Mas mediante los tribunales y la templanza. Poco a poco lo va consiguiendo. El frente separatista se resquebraja, como se vio el viernes en la larguísima reunión mantenida entre Mas y sus compañeros de aventura, los líderes de ERC, IC y la CUP. Y cada vez están más lejos el PSC y la propia Unió, su socio en el gobierno.
Impedir el plebiscito era el objetivo, y en Moncloa se da por hecho que la baza está ganada. Habrá movilizaciones en las calles y fuerte desánimo social. Eso hay que atribuírselo a quien, irresponsablemente, puso en marcha el mecanismo. Es decir, Artur Mas. Pero en esta refriega, en esta batalla, posiblemente una de las principales víctimas será el PP de Cataluña, que resultará muy severamente castigado en los próximos comicios, según todos los indicios. Salvo sorpresas de última hora, naturalmente.