España

Las zonas oscuras de las listas de Rajoy: tormenta en Málaga, borrasca en Madrid

Dos zonas alteran el ambiente en Génova en la elaboración de listas electorales. Madrid y Málaga. Codazos en la primera y puñales en forma soterrada en la segunda.

  • Imagen de un reunión del Comité de Dirección del PP.

"Ni me lo han dicho ni lo he preguntado". Soraya Sáenz de Santamaría no mostraba particular interés, este viernes, en comentar su futuro en las listas electorales. Fue de número dos por Madrid el 20-D y repetirá el 26-J. Como casi todos. Mariano Rajoy no quiere líos ni ruidos. "Si ganamos en diciembre, ¿para qué cambiar?", dice a sus colaboradores.

No hay agobios estos días en Génova en el proceso de elaborar las listas. Una imagen bien distinta a lo que ocurría el pasado septiembre. Entonces, Fernando Maíllo, vicesecretario general de Organización, casi recién aterrizado desde sus tierras zamoranas, recibió el encargo de preparar las listas. Una tortura. Las previsiones anunciaban que el PP iba a perder más de medio centenar de escaños y nadie quería quedarse fuera. Fueron 64.

Ahora todo es diferente al 20-D. No hay temor a perder más escaños. Si acaso, a ganar alguno, quizás Alicante, Toledo, Sevilla

Maíllo, discreto, laborioso, sistemático, con aspecto de figurante de película española de los años 50, sufría presiones desde todos los frentes, internos y externos. "Menos de Rajoy, que sólo pidió que no se dejara fuera a Javier Arenas", según comenta un conocedor de la operación. Al incombustible dirigente andaluz se le buscó un acogedor cobijo en el Senado.

Ahora todo es diferente. No hay temor a perder más escaños. Si acaso, a ganar alguno, quizás Alicante, Toledo, Sevilla. También hay que tapar varios huecos, bajas sobrevenidas por motivos singulares, como el exministro José Manuel Soria, que dejó su escaño por Las Palmas tras el affaire de Panamá. O Pedro Gómez de la Serna, incómodo comisionista y antiguo cabeza de lista por Segovia.

La convulsión está en otra parte

Desde el estanque dorado de los despachos de Génova se contemplan, con nada disimulada complacencia, los episodios bélicos que se suceden estos días en las filas de las formaciones rivales. El PSOE es una nave en llamas. Las nada sólidas estructuras de IU crujen en su arduo ensamblaje con Podemos. El dedazo de Albert Rivera va situando a actores popularcillos al frente de las listas en algunas plazas provinciales. Ora Cantó, ora un Felisuco. En el PP reina la calma. Tan sólo un par de zonas oscuras merecen atención por parte de la dirección del partido. Málaga es una de ellas.

Andalucía se ha transformado en una zona muy inhóspita para Rajoy. Perdió hace un año la mayoría absoluta en sus alcaldías y salvó, merced a acuerdos y pactos, las de Granada, Almería, Jaén y Málaga. Ya sólo le quedan tres. Acaba de perder Granada por supuesto caso de corrupción. Recorre este fin de semana algunos puntos de la zona. Málaga y Almería. Los sondeos le anuncian para junio unos resultados pésimos. Amarrar lo que se pueda, es la consigna. Nadie sueña con ganar votos ni escaños. Tan sólo, no perderlos.

Villalobos aparece en la contienda

Málaga es ahora el escenario de un pulso soterrado entre Dolores Cospedal y su viejo enemigo Arenas. El cabeza de cartel por la provincia, José María García Urbano, ha dejado la política por incompatibilidad con su profesión de registrador. Ahí arrancó la batalla. Y la jugada. Moreno Bonilla, líder del PP andaluz, pretendió tapar el agujero colocando a Francisco de la Torre, veteranísimo alcalde de Málaga. No era promoción, sino castigo. Una forma de quitarlo de en medio. El Ayuntamiento malagueño es el último reducto del poder territorial del PP en la región. Y Elías Bendiondo, presidente provincial, compañero de fatigas de Moreno Bonilla y ambos, escuderos fieles de Arenas, lo quiere para él. De la Torre rechazó la posibilidad de dejar su puesto para convertirse en diputado en Madrid. Recibió el respaldo absoluto de la secretaria general de la formación.

En plena refriega sureña, Celia Villalobos, inquieta y ruidosa, recordó en voz alta que también a ella le gustaría ese puesto, del que fue desplazada en diciembre. Habló de que “no haría guerra”. No hay lugar. Se busca alternativa. Una transacción que no produzca más heridas de las necesarias. Carolina España podría pasar de número tres a número uno. Arenas le ganó el pulso a Cospedal en la designación del presidente del PP andaluz. En Málaga suenan vientos de revancha.

 Codazos fuertes en Madrid

No hay asomo de ‘guerra’ en Madrid. Tan sólo, algunos codazos. “Reacomodamientos”, dicen en la cúspide del PP. Nadie vaticina cambios en la lista, pero hay movimientos. Y algunos codazos. Se le busca un hueco a Mari Mar Blanco, presidenta de la Fundación de Víctimas del Terrorismo. Se quedó fuera por un escaño. Iba en el puesto 14 y entraron 13. En el partido quieren ahora asegurarle el escaño. Antonio González Terol, alcalde de Boadilla, tiene las papeletas para perder su privilegiado décimo tercer puesto. Es un ‘hombre de Esperanza’, dicen. Apestado. Estigmatizado. Perdió su hada madrina. Cristina Cifuentes no piensa en él.

No hay asomo de ‘guerra’ en Madrid. Tan sólo, algunos codazos. “Reacomodamientos”, dicen en la cúspide del partido

El ministro del Interior, Jorge Fernández Díaz, ampara a su secretario de Estado de Seguridad, el eficacísimo Francisco Martínez, bien visto en Moncloa. El 20-D ocupó el puesto número 15. Podría subir en la lista. ¿A costa de quién? Cábalas de Génova envían a Isabel García Tejerina, ministra de Agricultura en funciones, sorprendente número tres en diciembre, a las listas por Valladolid, su tierra. Ese distinguido lugar lo ocupa ahora Tomás Burgos, secretario de Estado de Hacienda, un hombre de Juan Vicente Herrera, barón poderoso, presidente de la región. Difícil maniobra.

Fernández Díaz no le ampara pero Ignacio Cosidó, director general de la Policía, busca sitio en el Parlamento. Tuvo que renunciar a ir en las listas en diciembre. No quedaba bien que un alto cargo de la Seguridad del Estado abandonara el puesto para subirse el trolebús del Hemiciclo. Su sacrificio espera recompensa. El Congreso es arduo objetivo. Pese a salmantino, ya fue dos veces en las listas por Palencia. Íñigo Méndez Vigo, titular de Cultura, le quitó el sitio. Posiblemente encuentre plaza en el Senado por su región, pues hay un espacio libre en la lista leonesa.

Nadie duda de que Sáenz de Santamaría, número dos incuestionable, es el seguro de permanencia de Álvaro Nadal y José Luis Ayllón, sorayistas de siempre, bien situados en Moncloa, aspirantes a casi todo e inamovibles en sus puestos 5 y 7 respectivos. Retorna también la teoría de enviar a Cristóbal Montoro a tierras andaluzas, bien Jaén, sus raíces, o Sevilla. Rajoy no lo permitiría, dicen los conocedores. Sería un reconocimiento al incómodo traspiés del incumplimiento del déficit. No toca mostrar debilidad en el frente económico.

El perfil definitivo de la lista por Madrid puede sufrir variaciones. No cruciales pero sí sensibles. Los codazos no se aprecian pero son insistentes.

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