"En el PP no mandan ni los medios ni el Ibex". Dolores Cospedal se ha empleado a fondo estos días en defensa de la continuidad de su presidente. También lo han hecho los jóvenes dirigentes de Génova, como Maroto, Levy, Maíllo. Todos a una en defensa del líder, a quien también Soraya Sáenz de Santamaría ha reconocido como el único candidato posible en caso de que se celebren elecciones generales. La renuncia de Rajoy ha pasado a convertirse en uno de los elementos recurrentes del debate nacional. Traspasa los límites del cotilleo para convertirse en cuestión de referencia obligada en entrevistas y ruedas de prensa, algo que altera la tranquilidad de los dirigentes del partido, que pretenden centrarse estos días en defender al Gobierno de Coalición que vienen abanderando desde el minuto uno después del 20D. El PP elude este debate, del que es consciente. Pero su objetivo es prepararse para unas elecciones que considera inevitables.
"Si había dudas sobre la permanencia de Rajoy, el discurso de Rivera lo ha blindado", decía una alta fuente de Génova
La intervención parlamentaria de Albert Rivera en el debate de Investidura, que osó ir más allá de lo previsible al animar a los diputados del PP a rebelarse contra su jefe y buscar una alternativa que facilite el desbloqueo institucional produjo una reacción centrípeta en las filas del partido. La adhesión en torno a la figura de Rajoy surgió espontánea, así como las críticas contra el líder de Ciudadanos por meterse en corral ajeno. "Si había dudas sobre la permanencia de Rajoy, el discurso de Rivera lo ha blindado", decía una alta fuente de Génova esta misma semana. Blindado, al menos hasta las elecciones generales, añadía. Algo que, de momento, está por ver. La posibilidad de que Pedro Sánchez forme Gobierno con Podemos y la ayuda de las fuerzas separatistas provocaría un estallido en la estructura del PP, que conduciría a la celebración de un congreso nacional y un cambio en profundidad de todas las estructuras. Ya, sin Rajoy, aseguran.
El clamor que es rumor
El runrún de la necesidad de prescindir del presidente es moneda corriente en diferentes estamentos de la formación conservadora. Cobró vuelo tras su decisión no de no dar el paso al frente con el Rey para asumir su condición de candidato a la investidura. Justamente lo que sí hizo Pedro Sánchez y provocó tensiones de Moncloa con Zarzuela. Dirigentes del PP, nada sospechosos de 'anti-marianistas' han lamentado esa decisión de su presidente, ya que le permitió al secretario general del PSOE erigirse en el protagonista absoluto del tablero político nacional. "Eso fue un error, y quizás el propio Rajoy lo sabe, pero no lo confesará nunca". Esos comentarios renuentes se mueven siempre en el terreno de la discreción, en conversaciones privadas.
Tan sólo algunas voces críticas han roto el mutismo general, como las de Alberto Garre o Jaime Ignacio del Burgo, dos veteranos de la formación, con peso específico en Murcia y Navarra, respectivamente, que no han titubeado, uno en la Cadena Ser y otro en Vozpópuli, a la hora de reclamar un relevo en la cúspide. Sus exhortaciones al cambio produjeron una reacción inmediata y unánime de los pesos pesados del PP. Se trata de dirigentes del pasado, que están de salida y que apenas tienen presencia en los órganos del partido, se dijo desde distintas instancias de la familia conservadora. "Un clamor silencioso", dijo Garre. Saltaron a la palestra hasta ministros, como Fernández Díaz, muy cercano al presidente, que señaló que no hay clamor sino un mero rumor sin sentido. También el grupo Floridablanca, que reúne a jóvenes del entorno del PP, dirigidos por Isabel Benjumea, reclama, como José María Aznar, la celebración de un congreso extraordinario en el que los militantes puedan elegir a su presidente y a su candidato. Ese congreso debería haberse celebrado tiempo atrás, según los estatutos, pero sigue pendiente a la espera de acontecimientos.
Asumir un hecho
Rajoy reconoció en un acto en La Razón que es consciente de que hay personas en sus filas que pretenden su renuncia. Pero que no lo comentan en público. Era la primera vez que el jefe de los populares asumía este hecho ante cámaras y micrófonos. En efecto, las críticas a la posibilidad de que el partido concurra a unas generales con Rajoy como cabeza de lista menudean en las sedes regionales. "Ha llegado su hora". "Se le acabó el tiempo". Son comentarios en los que incurren incluso veteranos militantes o cuadros con responsabilidad orgánica que siempre han secundado al actual presidente.
Las críticas a la posibilidad de que el partido concurra a unas generales con Rajoy como cabeza de lista menudean en las sedes regionales
El problema es que no hay un plan de sucesión medianamente previsto u organizado en el caso de que Rajoy renuncie. En primer lugar, porque el líder del PP no lo ha considerado oportuno. Su postura es firme y unívoca: "Quiero ser el candidato", es su respuesta. Esta semana, en entrevista con Carlos Herrera, añadió a la habitual muletilla un "de momento" e incluso un "si el partido lo quiere". Frases hechas que algunos observadores elevaron al nivel de categoría. "Empieza a dudar", llegaron a decir.
Gente muy próxima el presidente del PP insisten en que no piensa ni por asomo dar un paso al costado. Cree que puede hacer un buen papel en las elecciones anticipadas, aunque lo mismo aseguraba, con determinación arriolesca, en los seis comicios anteriores celebrados en esta legislatura en los que el PP no ha hecho más retroceder. Rajoy da por hecho que Sánchez, pese a su empeño, no logrará acceder a la Moncloa, y que tendrá un resultado aún más penoso en la cita electoral del 24 de junio, caso de que se produzca. En su partido, no todos comparten ese criterio. Arriola, según estas fuentes, ahora trata de convencer a su principal cliente, de que el PP logrará recuperar un millón de votos en junio.
La aparente tranquilidad en el PP es un trampantojo. Bajo la apacible superficie late una inquietud que se acelera en forma creciente. La arremetida de Rivera ha servido para calmar estos ánimos renovadores. Pero faltan dos meses de negociación para formar gobierno antes de que se convoquen elecciones y muchos piensan que este malestar irá a más. El meollo de esta situación es que en el PP no hay un 'plan B' a la continuidad del líder. Nada está atado ni, menos aún, bien atado. Todo ahora son rumores, movimientos en la oscuridad, insidias intestinas, pero que no trascienden, apenas salen a la luz.
Gente muy próxima el presidente del PP insisten en que no piensa ni por asomo dar un paso al costado
Saénz de Santamaría es la solución más natural, dicen. Y Rajoy es previsible, dato a tener en cuenta. Número dos en el Gobierno. La vicepresidenta, de eficaz presencia en el debate televisivo de la reciente campaña, cuenta con una guardia de corps de ministros, altos funcionarios, abogados del Estado que manejan la maquinaria de la Administración. A ella se le atribuyen todo tipo de maquinaciones casi rocambolescas con la ayuda del CNI, el cuerpo de inteligencia del Estado que funciona bajo su mando y control. Núñez-Feijóo, con quien Rajoy se verá este fin de semana en su viaje a Pontevedra, es un fijo en las quinielas, ahora ya en forma más tenue. Ana Pastor, ministra de Fomento, es la favorita del presidente, pero ella no mueve ficha y huye de todo tipo de intrigas y conciliábulos. Es la lealtad personificada. Pablo Casado sería el valor joven emergente, cabeza visible de la nueva hornada del partido, dado que Cristina Cifuentes está recién llegada a la presidencia de Madrid. El mismo caso que Susana Díaz: abandonar su territorio para aterrizar en la política nacional sería un salto demasiado arriesgado.
El bombardeo de la oposición para hacer que Rajoy salte del sillón presidencial no surtirá efecto alguno, comentan estas fuentes. Rajoy tiene más capacidad de aguante que todos ellos juntos, aseguran con plena convicción. No le conocen, no van a doblegarle, si es que él no se quiere ir. Y no quiere. "De momento". Alardea de un partido unido, que le respalda mayoritariamente, que apenas produce ruidos, que carece de figuras de importancia discordantes. No hay nadie ahora mismo capaz de asumir la figura del relevo con todas las consecuencias. Por más que se empeñen algunos medios y ciertos nombres del Ibex.
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