El libro es una guía de cómo funciona el mundo. ¿Qué está pasando?
Estamos viviendo un momento en el que hay una pugna geopolítica de tres potencias: Estados Unidos, China y Rusia, porque la Unión Europea cada vez pinta menos en el contexto internacional. La prueba está en que la última reunión para resolver el conflicto de Siria no hemos estado presente, aunque sí Alemania y Francia.
También existe un enfrentamiento geoeconómico. Estados Unidos, que está perdiendo ese poder homónimo que obtuvo cuando desapareció la Unión Soviética, se está dando cuenta de que tiene que reformar el mundo para recuperarlo, ante una Rusia que está intentando que su voz vuelva a pintar algo a nivel internacional desde la llegada de Putin, y una China que se ve a sí misma como la gran potencia económica mundial.
Con la caída de la URSS se produce un cambio de paradigma, se acaba la dicotomía económica. ¿Cómo podemos vertebrar el mundo ahora?
Hasta 1991 había dos mundos: el capitalista, basado en los beneficios, y el socialista, basado en las necesidades. Desde ese año el mundo ha girado y se ha convertido totalmente capitalista, incluso los países que se autodenominan comunistas como es el caso de China. Se ha perdido el eje derecha e izquierda. Lo que hay son movimientos globalizadores o claramente aislacionistas y nacionalistas, incluso en Europa. La prueba es que ha habido Gobiernos de centro derecha y han llevado a cabo medidas que podrían calificarse de izquierdas.
¿Son ahora los ejércitos menos importantes que la capacidad económica de los países?
Digamos que ya no son exclusivamente el pilar que daba fuerza a un país. Ahora la guerra se realiza con instrumentos económicos, pero también tienen un gran poder los servicios de inteligencia, no sólo en el plano físico, si no también en el ciberespacio. El ejército convencional ha ido perdiendo valor, pero sigue siendo un elemento de disuasión.
Da la impresión de que un grupo de 'hackers' en un piso en Manchester pueden tumbar Estados.
Sí, igual que se tienen soldados hay que tener cibersoldados. Los países ya hablan de ciberguerras, es decir, de acciones tanto de defensa como de ataque.
En los últimos años se han dado dos fenómenos distintos: implantaciones de acuerdos económicos globales, como el TTIP o el CETA, y la desintegración de parte de la Unión Europea con el Brexit.
La Unión Europea tiene una necesidad urgente de reinventarse, porque está dejando de ser la Unión. No ya sólo es el Brexit, tenemos el ejemplo de Italia, de numerosos países del centro y del este del continente, o la Hungría de Víctor Orbán, al que el Parlamento Europeo le quiere retirar el derecho a voto, un hecho gravísimo. Si queremos volver a tener voz a nivel internacional la UE tiene una urgente necesidad de reinventarse.
Pero esas deficiencias vienen de lejos. Se ve en el ‘no’ a la Constitución Europea o en las diferencias impositivas dentro de la Unión.
Claro, sería el momento de acabar con países que resultan ser paraísos fiscales. También hay que destacar la falta de uniformidad laboral, que tampoco es posible ejercer todos los servicios y trabajo en todos los países, que no todos los Estados estamos en el sistema euro… ¿Cómo vamos a avanzar a otros puntos como a un servicio de inteligencia unificado, a un ejército común? Necesitamos ser un supra Estado que hoy por hoy no somos.
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Da la impresión que España no tiene un gran ejército, pero sí relaciones comerciales de índole militar con grandes potencias. ¿En qué posición del mundo nos deja eso?
A pesar de que tengamos una mala impresión de nosotros mismos, tenemos empresas muy importantes en sectores estratégicos. El de la defensa no es precisamente muy importante, aporta entre un 1,5%-2% del PIB. Pero tenemos empresas importantes en la banca, infraestructuras, eléctricas, energía, petróleo, gas… Lo que pasa es que somos muy tendentes a autodespreciarnos y tenemos que valorarnos mucho más. Lo que nos falla es que no exista unas políticas de Estado que se mantengan a largo plazo.
¿Cree que se conoce bien el papel de las Fuerzas Armadas?
Mi sensación es que ahora mismo, a pesar de los esfuerzos que haya podido hacer el Ministerio de Defensa, que me consta que es así, no se conoce. Se sigue pensando que sólo actuamos en el plano físico, y muchas personas se han quedado en lo que era el ejército cuando prestaron el servicio militar. Hoy en día hay funciones muy diferentes. Hay otras cosas que poner en valor: podemos pensar en la importancia que tiene la protección que da la Marina a nuestros cables submarinos o la labor de la Unidad Militar de Emergencias (UME), por ejemplo. Hay funciones mucho más variadas y que muchas veces son desconocidas.
La anterior ministra de Defensa propuso introducir una asignatura para reivindicar el papel de las FA. ¿Es el propio Ministerio hermético con la población?
Al desaparecer el servicio militar obligatorio ya no existe ese contacto directo de la sociedad con el Ejército, y hoy en día ha quedado desligado de la sociedad. Pero es verdad que el Ministerio ha hecho esfuerzos, que a lo mejor no han surtido todos los efectos que se pretendía.
Hay sectores dentro del Ejército que piden la derogación de la Ley de Tropa y Marinería porque los expulsan al cumplir 45 años.
Estoy a favor totalmente de su posición. Hay que buscar fórmulas alternativas para dar satisfacción a estas personas porque hoy en día una persona con 45 años es una persona muy joven a la que le quedan por delante muchos años de vida laboral y funcional. Tenemos que pensar, una vez más, que si los ejércitos ya no son sólo de a pie, estas personas pueden realizar otras labores en paralelo. Hay que reciclarlos para que actúen en otras funciones. Y si no, la Administración es muy amplia y habrá que darles acogida en policías municipales u otro cuerpo de seguridad.
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España es de los países que menos se han mojado en el ‘caso Khasoggi’. ¿En qué lugar nos deja? Alemania por ejemplo ha anunciado que deja en suspenso la venta de armas a Arabia Saudí
Alemania puede hacer eso porque es de lo países que menos armas le vende. Todavía estoy esperando a que esa misma declaración se haga en la Comisión Europea o en el Parlamento, o por parte de los países que sí que venden grandes cantidades de armas como son Francia y el Reino Unido. Y esos no han movido ninguna ficha.
¿Qué hubiese hecho usted con las bombas que finalmente sí se vendieron a Arabia Saudi?
No soy quien para dar consejos a ningún Gobierno, pero mi opinión personal es que no es positivo romper contratos que ya estaban pagados porque eso puede resultar precedente. Otra cosa es que a partir de ahí se reflexiones sobre a quién debe venderse armamento. Además, por un lado va el idealismo y por otro la realidad.
Usted pudo ser director de Seguridad Nacional, ¿qué paso?
Me ofrecieron ese cargo y el segundo jefe del Gabinete, hubo una conmoción política porque se me acusó de ser proruso y que creía en fantasmas y ovnis, lo que es una falacia del juego político. Me sentí muy honrado de que contasen conmigo, entre otras cosas porque no tengo ninguna vinculación con el PSOE y eso significaba que por primera vez quizá estaban eligiendo a la gente no por relaciones sino por capacidades. Sigo agradecido a quiene contó conmigo y no tengo el menor de los resentimientos.
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