Cuando Pedro Sánchez se sentó en Moncloa como presidente del primer Gobierno de coalición en ocho décadas, no podía siquiera aventurar que lograría aprobar tres Presupuestos, la ley más importante de un Ejecutivo. El líder socialista apostó por atarse al independentismo, al que ha pagado el peaje para poder vender estabilidad. Sánchez, en efecto, logró este jueves la luz verde del Congreso a las cuentas del país y se garantiza así agotar la legislatura. Solo la guerra abierta entre su vicepresidenta segunda, Yolanda Díaz, y Podemos puede amargarle su último año al frente del consejo de ministros antes de que los españoles sean llamados a las urnas.
Lo cierto es que Moncloa no pudo disimular su sonrisa, porque la jugada le salió redonda. El Gobierno superó un 'súper jueves' en la Carrera de San Jerónimo en el que se jugó, además de los Presupuestos, la tramitación de la proposición de ley que borrará la sedición del código penal para crear un delito de "desórdenes públicos agravados". Toda una concesión a ERC para, precisamente, amarrar las cuentas, por mucho que el Ejecutivo haya revestido el cambio como una homologación a las penas del resto de países europeos. Pero si Sánchez enseñaba diente en el Congreso, era por el 'capote' que le dio Vox un día antes.
La diputada Carla Toscano, a las órdenes de Santiago Abascal, espetó que el único mérito de la ministra de Igualdad, Irene Montero, es "haber estudiado en profundidad a Pablo Iglesias". Y el bochorno permitió a Sánchez opacar los últimos líos del Gobierno. También el hecho de que haya concedido 2.500 millones de euros a ERC y Bildu para conseguir su decisivo 'sí' a las cuentas.
Montero se escapa
Además, la intervención de Toscano permitió al Gobierno mostrar una unidad resquebrajada, porque las cosas dentro de Unidas Podemos no están bien. Montero, cuestionada tras la "chapuza", en palabras del PP, de la ley del 'solo sí es sí' que está permitiendo reducir penas a los condenados por abuso sexual, eludió el debate sobre su responsabilidad.
Pero no cabe duda de que el Ejecutivo ha logrado, en un Congreso fragmentado, armar una mayoría suficiente para que la ley más ideológica (no hay nada más ideológico que decidir cuántos recursos se destinan a qué), entre en vigor. Pero también es cierto que el presidente Sánchez, presionado por su socio en Moncloa, ha quedado atado a fuerzas políticas que no comparten la estructura del Estado, desde la monarquía parlamentaria hasta el modelo territorial, y que persiguen abiertamente su derribo.
Los aliados en el Congreso del PSOE y de Unidas Podemos que han apoyado las cuentas han dado un balón de oxígeno a Sánchez, obcecado en agotar su mandato y confiado en que las medidas sociales que su gabinete está aprobando aliviarán la tensión que está sufriendo el bolsillo de los ciudadanos por culpa de una inflación desbocada hasta el 7,3%. Ese es el escenario que anhela el presidente del Gobierno: una mejoría económica que no le tumbe en el envite electoral de finales del año que viene.
Optimismo monclovita
El Gobierno se muestra satisfecho. Ahora, Moncloa está enrocada en señalar al PP como muleta de Vox justo cuando los de Santiago Abascal propician un debate de extremos que, creen en Génova, solo da oxígeno a Sánchez. Mientras, el Gobierno sigue negociando con ERC la reforma del delito malversación, por mucho que en público los ministros socialistas nieguen la mayor.
Eso sí, el presidente volvió a dejar la puerta abierta a retocar también ese otro delito por el que fueron castigados los líderes del procés. "Creo que eso ahora corresponde a la tramitación parlamentaria", espetó Sánchez, pese a que algunos ministros socialistas y altos cargos de Ferraz insinúan que ERC no exigirá tocar la malversación. De manera que Moncloa, una vez más, achaca al Parlamento cualquier acuerdo en ese sentido. Aunque, por ahora, los republicanos aún no han presentado propuesta alguna, según confirman tanto el Gobierno como los propios miembros de ERC.
Los socialistas, conscientes de que ese asunto les perjudica, quieren de cara a las elecciones mantener una tendencia alcista que creen que tienen a tenor de las últimas encuestas. En verdad, tanto Unidas Podemos como el resto de grupos nacionalistas e independentistas de izquierda que dan soporte al Gobierno en el Congreso han enfriado la revisión de la malversación. Pero con la luz verde a las cuentas que permite a Moncloa vender los Presupuestos como "política útil", el siguiente paso parece claro. Sánchez quiere cuatro años más.
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