El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, se defiende de las críticas de algunos 'barones' del PSOE, que en las últimas semanas se mostraron muy críticos con algunas concesiones de Moncloa al independentismo. En Ferraz no sentó bien la reforma ad hoc del código penal para rebajar las penas del delito de malversación. Un 'hito' de la Legislatura que, además, el Ejecutivo no incluye en su informe 'Cumpliendo', el balance de las medidas impulsadas por el Gobierno con respecto al grado de cumplimiento de los compromisos adquiridos, en el acuerdo de coalición con Unidas Podemos y en el discurso de investidura del jefe del Gobierno. Sánchez aseguró, en una conversación informal con periodistas, que su "realidad es más compleja".
Lo cierto es que el líder del PSOE entiende las posiciones de los presidentes de su partido que más se revolvieron con los coqueteos con ERC y el resto de fuerzas soberanistas que tienen representación en el Congreso y que sustentan al Gobierno. Pero el presidente se escuda en el juego de alianzas que tiene que seguir. En plata: la mayoría en la que los socialistas se apoyan es la que es y su socio, encima, trabaja por arrastrarles a ese "bloque de dirección de Estado", que persigue como última parada del viaje una república plurinacional.
En efecto, Sánchez es preso de sus socios. Y es plenamente consciente de que no tiene en la oposición alternativa posible en la que apoyarse para desprenderse de los independentistas. El razonamiento del líder socialista es que los presidentes de Castilla-La Mancha, Emiliano García Page, y de Aragón, Javier Lambán, no dependen en sus comunidades de partidos secesionistas. Y, por eso, tienen más fácil operar políticamente solo en el eje izquierda-derecha.
El control total de Sánchez
Lo cierto es que Pedro Sánchez controla el PSOE con puño de hierro. El presidente del Gobierno cumplió esta semana su agenda de concesiones a los independentistas de ERC sin apenas oposición interna. Tan solo los citados barones, y el líder de los socialistas madrileños, Juan Lobato, criticaron abiertamente la reforma ad hoc del código penal para beneficiar a los condenados y pendientes de juicio del procés. Pero poco más. Solo palabras, porque lo cierto es que en Ferraz saben que no pueden rebelarse contra el líder socialista. Él es el presente del partido por mucho que esté por ver que siga siendo su futuro.
Los barones, mientras, juegan a alejarse de Sánchez, conscientes de que su imagen en estos momentos quema pese al tibio reagrupamiento que ha producido el 'golpe' del TC a los planes del Ejecutivo para renovarlo. Nadie se quiere achicharrar con las urnas municipales y autonómicas en el horizonte. Se vio en los fastos del 40 aniversario de la primera victoria socialista, en 1982, y en el día de la Constitución. Los presidentes autonómicos del PSOE se distancian del Gobierno. Una parte importante del partido cree que con la reforma de la malversación 'por la puerta de atrás' se ha cruzado una línea roja peligrosa que ha tensionado las instituciones.
Es más, en el Gobierno hay ministros que comentan al presidente que la situación de crispación de estos últimos días les incomoda. Pocos se animan a hacer declaraciones o comparecencias, y cuando les toca defender las maniobras del Ejecutivo con el código penal se les percibe irritados. También a las caras públicas del PSOE, como la del portavoz en el Congreso, Patxi López, un hombre curtido en la batalla al independentismo de formas duras "para la guerra" que ahora libran los socialistas con el año electoral a la vuelta de la esquina.
Lo que molesta
Moncloa limita las salidas de tono de sus barones críticos a que "son así" y no les queda más remedio. En plata, que hacen la guerra por su cuenta. La reforma de la malversación para beneficiar a los condenados por el procés ataca directamente los intereses electorales de estos presidentes, que ven con preocupación cómo pueden perder sus gobiernos en la batalla electoral de las autonómicas de mayo del año que viene. Pero ojo porque el borrado del delito de sedición para rebajar las penas también escuece a varios barones del PSOE.
Sánchez, no obstante, sigue empeñado en defender su juego en Cataluña, tierra que está dispuesta a pacificar para erigirse en el enterrador del procés. Mientras su partido ultima una consulta sobre el acuerdo al que lleguen Moncloa y Generalitat en la mesa de diálogo, el presidente reitera que "no cabe un referéndum" de autodeterminación. Pero el problema es que tiene su credibilidad tocada tras defender con anterioridad que no tocaría la malversación.
"El procés es un debate acabado", zanja Sánchez, quien dice ofrecer un discurso en positivo en Cataluña. "Es poco inteligente llevar el odio desde la política nacional", defendió ante los periodistas este jueves en Moncloa. Sánchez está empeñado en "destensar" la situación ante la evidencia que circula por Ferraz de que serán los catalanes quienes más votarán a Sánchez en las elecciones generales. Y es que el PSC es, ante la debilidad de la federación socialista andaluza tras la mayoría absoluta del PP, el principal granero de votos del PSOE. Sánchez, por tanto, actúa en consecuencia. Los barones miran de reojo.
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