España

Pedro Sánchez, entre la arrogancia de Iglesias y el pánico a nuevas elecciones

Un mes se ha dado Pedro Sánchez para intentar formar Gobierno, encargo que surge de una derrota: no estaba en sus planes examinarse el primero en la investidura. Además, tiene en contra el viento de su partido y el de Podemos. A su favor opera solo su pánico a nuevas elecciones.

 

En las cartas de navegación que Pedro Sánchez elaboró después del 20-D figuraba ir a la investidura en segundo turno, después de que Mariano Rajoy dejara en el Congreso la huella de su derrota. Pensaba que el PSOE podría hacer de catalizador de todas las fuerzas políticas contrarias a la repetición de las elecciones y favorables a desalojar al PP del Gobierno. Sin embargo, la treta de Rajoy de declinar el encargo del Rey de someterse al examen parlamentario, ha terminado obligando al líder socialista a cambiar de planes y a ser el primero en arriesgarse a pasar por la trituradora. Con solo 90 diputados y su partido hecho trizas, ahora carecía de margen para esquivar la tarea de intentar su ascenso a La Moncloa. Anoche disimuló bien la contrariedad, sus diputados no tanto, y a partir de hoy se entregará a la faena en plan torero con una convicción ampliamente compartida en el Partido Socialista: Pablo Iglesias no solo no es de fiar sino que trabaja “como si fuera un agente del PP”. Por esta razón, llegado el caso, el PSOE se esforzará en culparle de haber precipitado unas nuevas elecciones, posibilidad que en las filas socialistas, todavía pendientes de las encuestas, provoca pánico.

En el PSOE no se descarta que el encargo del Rey a Sánchez acabe en nuevas elecciones

El problema, no el único, es que sin el concurso de Podemos, Pedro Sánchez no podrá ser presidente del Gobierno. Pablo Iglesias ya se ha retratado en tres ocasiones desde que Felipe VI inició el pasado 18 de enero sus consultas con los partidos. En la primera, exigió la Vicepresidencia escoltado por sus futuros ministros y humilló a Pedro Sánchez recordándole su pésima cosecha electoral. En la segunda, añadió a ello algunos reproches al PSOE por su etapa de Gobierno y la complicidad de algunos de sus expresidentes con las puertas giratorias. Ayer, media hora antes de que Sánchez compareciera en el Congreso con rostro jovial enumerando sus prioridades para cuando sea presidente, el líder de Podemos se desató en una pequeña sala del Congreso: después de reprochar a Sánchez haber perdido 40 días sin intentar sellar pacto alguno, le abroncó en tono arrogante por sus contactos con Albert Rivera –“vender que es posible un acuerdo de Gobierno entre el PSOE, Podemos y Ciudadanos es tomarle el pelo a los españoles”–, mencionó que los socialistas han “entregado el control del Congreso a la derecha” y, por último, volvió a refrescar la memoria de quienes hayan podido olvidar que el PSOE obtuvo “los peores resultados electorales de su historia”. “¡Basta de hipocresías!”, remató Iglesias.

Mensaje de tranquilidad a los mercados

Sánchez respondió a la altanería del jefe de Podemos advirtiéndole de que eso de reclamar la Vicepresidencia ha estado feo y que antes de repartir “los sillones del nuevo Gobierno”, habrá que hablar del programa. La prioridad, aseguró, será la creación de empleo. Y, en segundo lugar, la estabilidad de las cuentas públicas. Desde la pasada campaña electoral, Sánchez no mencionaba esta última preocupación y que ayer lo hiciera cabe interpretarlo como un mensaje de sosiego a los mercados. “Que nadie se equivoque, queremos emprender un camino sereno, basado en la moderación y la generosidad”, aclaró. Considera, así, que con este menú tan ambiguo podrá vencer la resistencia del comité federal de su partido a un pacto con Podemos, aunque de momento prefiere esquivar las dificultades obvias que entraña la aritmética parlamentaria ante la necesidad que tiene de conseguir en una misma votación más “síes” a su investidura que “noes”, lo que haría imprescindible contar, aparte de Podemos, con otros partidos que comparten el derecho de autodeterminación o, directamente, defienden la independencia. Sánchez confirmó anoche que también se sentará a hablar con Convergencia, ERC, En Comù Podem, Compromís y otros grupos que cuestionan la unidad nacional, aunque será “para decirles que no busco sus apoyos”. Llegado el caso, la pregunta surge sola: ¿rechazará llegar a La Moncloa con su abstención? De momento, no hay respuesta.

Hay numerosos dirigentes socialistas que ven a Pablo Iglesias como un agente del PP

Con estos mimbres ha aceptado Sánchez el encargo envenenado que le ha hecho el Rey de formar Gobierno, consciente en todo caso de que un hipotético acuerdo con Pablo Iglesias fracturaría seriamente el PSOE, divorciando su militancia de los órganos de dirección. Lo que dicen sus más allegados es que en estos momentos, a pesar del ruido que pueden montar los barones opuestos al pacto con la izquierda radical, el secretario general tiene la mayoría en el partido y piensa ejercerla hasta el final. “Soy consciente del desafío que afronto y de las dificultades que entraña, pero Cervantes dijo que cualquier mal, buen ánimo repara…”, recitó anoche en el Congreso.

El sedante que Sánchez ha decidido emplear para aletargar a los barones díscolos deriva de las conversaciones que ha abierto ya con Ciudadanos para formar Gobierno y también de la promesa de contar con el PP para los grandes temas de Estado. Ayer enumeró solo dos: la lucha contra el terrorismo y la reforma constitucional, con la que propone zanjar el problema catalán. “Es obvio que no vamos a hacer una reforma constitucional sin contar con el PP”, aseguró.

Vídeos demoledores para el líder socialista

El único momento en el que se desencajaron sus facciones y pareció quedarse sin aire fue cuando una periodista le preguntó si, en caso de necesidad, estaría dispuesto a renunciar a ser presidente del Gobierno para ahormar un pacto con las fuerzas a las que a partir de hoy llamará a dialogar. “Déjeme usted que disfrute de estos momentos”, masculló a duras penas el líder socialista, uno de los pocos que, a buen seguro, supo interpretar hace unos días a Rajoy cuando en la Junta directiva del PP de Castilla y León, hizo este misterioso vaticinio: “No os preocupéis, que Sánchez vendrá a pedirnos ayuda…”. La traducción que se hace tanto en el PP como en el PSOE de estas palabras guarda relación con la posibilidad de que, al final, haya que celebrar nuevas elecciones generales. En ellas, Rajoy contaría con revalidar la corta victoria del 20-D y estar en mejor disposición que ahora para pactar con el Partido Socialista, sobre todo si Podemos le supera en escaños y le desbanca como fuerza hegemónica de la izquierda. ¿Tendría que entenderse entonces Rajoy con Sánchez o con Susana Díaz? El interrogante se despejará sin duda en las primarias que el PSOE prevé celebrar el 8 de mayo, fecha en la que Sánchez sobrevivirá a casi todos los males inmediatos si ha logrado para entonces llegar a La Moncloa o será un cadáver político, víctima de su ambición y sus profundas contradicciones. Son tantas, que algunos altos cargos del Gobierno duchos en demoscopia están convencidos de que con mostrar media docena de vídeos de la pasada campaña en los que el candidato socialista negó de forma contundente cualquier pacto con Podemos o con Ciudadanos, bastaría para llevarle a corrales.

El sueño del PP: nuevas legislativas y pacto con Susana Díaz como lideresa del PSOE

Falta un mes, aproximadamente, para saber si Sánchez ha podido cumplir el encargo que ayer recibió del Rey, si obtiene el respaldo del Congreso o si, finalmente, habrá que repetir elecciones. En caso de que así fuera, el plazo de 60 días para convocarlas comenzaría a correr desde la primera votación de investidura. Como deberán transcurrir 54 días entre su convocatoria y su celebración, el calendario se iría probablemente a junio, cálculo que abocaría a una posible prórroga de los actuales Presupuestos. Por ahora, las Bolsas solo han rugido por culpa de China y el petróleo. Veremos.

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