Yolanda Díaz presenta este fin de semana su candidatura a las elecciones generales y lo hará, salvo sorpresa, sin el apoyo de la cúpula de Podemos, que en una falsa exhibición de poder ha exigido a la vicepresidenta del Gobierno que someta su liderazgo a unas primarias. La cuestión es que la formación morada ya no tiene la misma influencia sobre la izquierda situada a la izquierda del PSOE. De hecho, está más débil que nunca.
Esto se debe a que Podemos es un partido que a nivel electoral no ha hecho otra cosa que perder fuerza: se ha dejado su representación en algunas comunidades autónomas (Cantabria o Castilla-La Mancha) mientras ha conseguido salvar la papeleta 'in extremis' en otros lugares como Madrid, donde necesitó 'fichar' a Pablo Iglesias para conseguir el 5% que necesitaba el partido para tener al menos un escaño en la Asamblea.
Las previsiones indican que el 28-M, la situación de Podemos puede ser incluso a peor: en la Comunidad de Madrid podría perder sus escaños, según pronostican algunas encuestas, algo que también sucede en otras comunidades autónomas. Esto hace que Podemos exija a Díaz con las siglas, pero no con su realidad política actual, agravada tras aprobar la ley del 'sólo sí es sí' o ceder en la ley de protección animal, dejando fuera de ella a los animales de caza.
El gran bastión que tiene Podemos en estos momentos es su presencia en el Gobierno central, aunque con una importancia menor que cuando entró al Gobierno: de los cinco ministerios que tiene la formación morada, tan solo Belarra y Montero forman parte del organigrama del partido, ya que los otros ministros que pertenecen a otras formaciones de la coalición de izquierda que entró a La Moncloa en 2019 ya se han situado detrás de Yolanda Díaz: Alberto Garzón (IU) estará en Magariños, así como Ada Colau (En comú), de cuyo partido salió Joan Subirats, ministro de universidades.
En materia autonómica queda reflejado que quizá Podemos necesite a Díaz más que al revés, porque en los últimos tiempos, la formación morada pierde escaños cada vez que hay unas elecciones. Un fenómeno que también pasó en las generales, donde Podemos pasó de 42 escaños en abril a 35 en noviembre -la última encuesta de Hamalgama Métrica para Vozpópuli pronostica que tendrán 24 escaños en las generales de diciembre-. También es un efecto que ha sufrido el partido a nivel autonómico.
Podemos, en los últimos comicios celebrados, ha perdido representación en todas las comunidades autónomas salvo en dos: en Galicia porque nunca la tuvo y en Cataluña, donde han logrado aguantar en 2021 los 8 escaños de 2017. Eso sí, en este caso sin ser la primera fuerza política de la coalición: 'En comú', de Ada Colau, es el partido que lleva la voz cantante en territorio catalán. En las otras quince CCAA, Podemos ha perdido representación y en once de ellas, ha reducido su presencia a la mitad o menos.
La Comunidad de Madrid es la autonomía donde más desencanto ha habido con Podemos. La formación morada pasó de tener 27 sillones en la Asamblea a tan solo 7. En Andalucía, la coalición de izquierdas a la que pertenece Podemos (Adelante Andalucía en 2019, Por Andalucía en 2022) pasó de 17 escaños a 5 en tan solo tres años. En Navarra, el efecto ha sido similar, donde tuvieron 7 escaños y ahora tan solo poseen dos.
El declive de Podemos ha llevado al partido a desparecer en algunas comunidades autónomas. Es el caso de Cantabria (3 escaños en 2015, 0 en 2019) y Castilla-La Mancha (3 sillones en 2015, 0 en 2019). En otras, su presencia es casi testimonial, como en Castilla y León, donde tan solo queda en pie Pablo Fernández (en 2019 lograron dos sillones). Situación similar se da en La Rioja (de cuatro escaños a tan solo dos) o Canarias (de 7 a 3). Hay autonomías donde la pérdida de representación es todavía mayor: dos tercios menos. Es el caso de Murcia (de 6 a 2 escaños) y casi de Aragón (de 14 a 5).
Por tanto, Podemos se enfrenta a la difícil decisión de ceder su espacio de dominio a Yolanda Díaz o ir a las generales por su cuenta a sabiendas de sufrir una hecatombe definitiva, repitiendo el patrón que sucede en la formación desde el año 2016: acumular un resultado peor que el anterior.
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