Hay dos palabras que reinan sobre las demás en el circo político de estos últimos meses. La primera es, por razones obvias, coalición. La segunda, participación. Los partidos políticos en España tratan de ganarse el favor de sus afiliados y simpatizantes mediante consultas sobre acuerdos puntuales con otras formaciones, una manera de sacudirse el estigma del despotismo interno y un instrumento ideal para sus líderes de legitimarse ante futuras negociaciones.
Podemos es la formación que más y mejor partido saca a sus plebiscitos. Hace una semana volvió a recurrir a esta herramienta –la séptima vez en solo 2 años– para tantear un posible apoyo al pacto de legislatura que ata a PSOE y Ciudadanos. La votación, vinculante, fue un éxito. Doble. Éxito de participación (votaron un 72% de simpatizantes activos) y éxito para la cúpula del partido morado, que vio refrendando en las bases su propia opinión, contraria al pacto a tres.
"No está claro que se hayan tomado las medidas adecuadas en términos de transparencia, rendición de cuentas o neutralidad del convocante", dice Campillos
Más allá de los porcentajes, ¿qué razones hay detrás del éxito de los referendos de la formación de Pablo Iglesias? "Primero, el concepto de militancia, que en Podemos es más fluido que en otros partidos", argumenta Ignacio Jurado, politólogo de la Universidad de York. A este concepto de militante-consumidor (frente al rígido afiliado) hay que añadir el novedoso perfil sociológico de los votantes de Podemos; un votante joven, urbano, conectado y alejado de los modelos de participación analógicos que priman en otras formaciones. En tercer lugar, Podemos está todavía en una dulce luna de miel con sus votantes.
¿Hasta cuándo durará este romance? Jurado argumenta que "es posible que, con el tiempo, este apoyo de las bases vaya decreciendo, fruto del desgaste natural". De hecho, hasta la votación de la pasada semana, la participación en las distintas consultas a la militancia había ido cayendo desde los 112.000 votantes de la consulta para la aprobación de los estatutos (octubre de 2014) a los poco más de 15.000 que votaron el programa electoral en noviembre de 2015. El renovado impulso de la última consulta se puede explicar por la proximidad de unas nuevas elecciones y por el liderazgo carismático, fortalecido tras unos cuantos meses de tormenta, de Iglesias.
Una consulta "dudosa" y "arbitraria"
El éxito de la consulta de Podemos ha suscitado suspicacias. No por el resultado o una posible manipulación directa del resultado, pero sí por cuestiones de fondo: el censo no fue público, se limitó arbitrariamente quién participaba y no se fiscalizó el recuento. “No tengo muy claro que se hayan tomado las medidas adecuadas en términos de transparencia, rendición de cuentas o neutralidad del convocante”, asegura a título personal Carlos Campillos Martínez, analista de relaciones internacionales y miembro de CC/Europa.
El sentimiento anti élite se deja notar también en los partidos, que usan los refrendos también como válvula de escape a sus tensiones internas
Pese a todo, mejorar el poder de codecisión en los partidos es el objetivo, pero no llegará pronto. Tanto la votación última de Podemos como la que en marzo llevó a cabo, con resultados similares aunque métodos diferentes, el PSOE de Pedro Sánchez, son algo más (y menos) que cantos a la democratización interna. Son opciones instrumentales dirigidas por las élites para obtener un resultado concreto. "Es cierto que las necesidades de participación están creciendo", asegura Jurado, “pero los partidos, y Podemos no es una excepción, lo hacen de un modo muy instrumental e interesado”.
¿Qué interés? Pues en un momento de impasse político, el interés es el de legitimarse de cara a la opinión pública. "Ganar este tipo de consultas internas”, asegura Jurado, “ayuda a los líderes a presentarse con mejores cartas ante una futura negociación". Gracias a ellas se consigue construir mejor el relato de por qué hay que volver a votar.
En cualquier caso, lo de preguntar a las bases ha llegado para quedarse. "Es una práctica que, inevitablemente, se extenderá a todos los partidos", vaticina Jurado. El modelo de militante de Podemos, más del siglo XXI que el del PSOE y muchísimo más que el del PP y Ciudadanos, con una tupida red de activistas sin vínculos fuertes entre sí, será hacia donde vayan convergiendo el resto de modelos en los próximos años. El poderoso sentimiento anti élite que anida en la sociedad se deja notar también en los partidos, que usan los refrendos como válvula de escape para disipar sus propias tensiones internas.
Salvaguarda contra el extremismo en Europa
"Las consultas internas son una práctica relativamente habitual, sobre todo en el ámbito local, en países del norte de Europa", explica a título personal Campillos Martínez. El caso más paradigmático de los últimos años tuvo lugar en 2013 en Alemania, cuando la SPD organizó una consulta a sus bases sobre el acuerdo de Gran Coalición con la CDU de Angela Merkel, que finalmente salió adelante.
El auge de los ultranacionalismos demuestra que es necesario que los partidos tradicionales presten más atención a su electorado
El aumento de las interpelaciones a la militancia es un factor común a los partidos de casi toda Europa, y reflejan cuestiones de fondo, como el sentimiento antiestablisment, la crisis de los modelos tradiciones heredados del siglo XX o el cambio tecnológico. "Forma parte de la reinvención de los partidos políticos", asegura Jurado, “que viene produciéndose en la última década”. Europa no está en este punto en concreto por delante de España: es una moda global, aunque en términos ideológicos, los partidos de izquierda sí sacan ventaja a los conservadores.
"El auge de los ultranacionalismos, los populismos y la xenofobia demuestran que es necesario que los partidos tradicionales presten más atención a lo que electorado y la militancia quiere y necesita", asegura Campillos Martínez, "sin embargo, esto mismo puede hacerles caer también en el populismo: decir lo que la gente quiere oír sólo para ganar apoyos".
Escuchar a la gente tiene sus riesgos. De momento, a Podemos la jugada le está saliendo bien, aunque habrá que esperar para ver si deciden o no preguntar a la militancia también para el pacto que se cocina, aunque no esté todavía servido, con Izquierda Unida. Por lo pronto, las fechas no acompañan. De confirmarse la celebración de nuevos comicios el 26 de junio, ambas formaciones tendrían que ponerse a negociar rápidamente el cierre de este acuerdo preelectoral (nombre del partido y listas), pues el 13 de mayo es la última fecha para registrar coaliciones.
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