“Prometo por mi conciencia y honor cumplir fielmente las obligaciones del cargo de alcaldesa de Madrid con lealtad al rey y guardar y hacer guardar la Constitución como norma fundamental del Estado”. Manuela Carmena guarda la ortodoxia, al menos en su toma de posesión. Quizá porque es jueza, y eso conlleva un cierto respeto a los usos y costumbres, no se va ni un centímetro de lo marcado por la tradición en lo que se refiere a la llegada al cargo de alcaldesa. Su opción es singular en el entorno de Podemos, que utiliza el turno de palabra que les corresponde para acatar la Constitución de las más diversas maneras.
Es el caso de Ada Colau, que después de nombrar al rey no se olvida de la postilla “por imperativo legal”. La frase no es nueva, ha sido tradicionalmente el pasillo de salida para que algunos parlamentarios contestatarios saliesen airosos del juramento. De hecho el origen está en la primera ocasión en la que los miembros de Herri Batasuna, formación política que auspiciaba el terrorismo vasco, recogieron sus actas de diputados en 1989.
La decisión de aceptar la fórmula no estuvo exenta de polémica. El Gobierno socialista no quería que el grupo parlamentario vasco pudiese cambiar el juramento para tomar posesión de sus escaños. El problema, además, se enrarecía por el muy reciente asesinato de Josu Muguruza, que había sido elegido como diputado de HB, en un hotel de Madrid. Las susceptibilidades eran amplias y, finalmente, se permitió la modificación de la frase de marras, lo que permitió la presencia de los batasunos en la Carrera de San Jerónimo. Años más tarde el Tribunal Constitucional ratificó la posibilidad de utilizar estas fórmulas al usar una interpretación incluyente y no excluyente de la Constitución. Esas sentencias también abrieron la puerta para que hoy en día las tomas de posesión tengan también espacio para el espectáculo.
La tendencia comenzó el año pasado. Era un acto protocolario, ni siquiera una toma de posesión como tal. Los europarlamentarios acudían al Congreso para refrendar sus puestos en la cámara de la UE, un requisito en el que no tienen que decir todo el juramento, solo “sí prometo” o “sí juro”. Pero estaba Pablo Iglesias, y el líder de la formación morada no lo iba a hacer tan simple. “Prometo acatar esta constitución hasta que los ciudadanos de mi país la cambien para recuperar la soberanía y los derechos sociales”, dijo Iglesias, que fue precedido por el diputado de Izquierda Unida Willy Meyer (posteriormente dimitido) que también movió la frase tradicional al decir “cómo republicano prometo por imperativo de ley”.
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Aquella anécdota, muy celebrada en sus círculos, se ha convertido en tendencia ahora que los ayuntamientos y las cortes autonómicas se han llenado de miembros de Podemos y asimilados. El caso más notable ha sido el de José García Molina, que será vicepresidente de las cortes de Castilla-La Mancha amén de secretario general de Podemos en la región. En su caso decidió parafrasear el ‘Manifiesto Comunista’, de Karl Marx y Friederich Engels. “Prometo trabajar por una sociedad más justa en la que el libre desarrollo de todos sea la condición del libre desarrollo de cada uno”, enunciaba García, citando así el segundo apartado del libro básico de la doctrina comunista, denominado 'Proletarios y Comunistas'. David Llorente, también en Castilla-La Mancha, optaba por no intelectualizar la cuestión y tomar de base el discurso de Pablo Iglesias: “Prometo acatar la Constitución y el Estatuto de Autonomía hasta que el pueblo se dote de nuevas leyes fundamentales que garanticen plenamente los derechos”. Algo similar hizo Teresa Rodríguez cuando tuvo que hacer lo propio en Andalucía. En su caso decidió que su frase sería una promesa de acatar la Constitución "hasta que la cambiemos para que obedezca a la gente y no a los bancos". Claro, que su compañero Jesús Rodríguez fue más allá y decidió prometer la "Constitución caduca y antidemocrática".
El espectáculo fue similar en Castilla y León, que además suele conceder una medalla a sus parlamentarios que rechazaron tanto los miembros de Podemos como los de IU y Unión del Pueblo Leones. “Prometo para poner las instituciones al servicio de la gente”, decían los miembros de Podemos, “por los valores republicanos, ilustrados y por el movimiento obrero”, proclamaba José Sarrión de IU, “por la autonomía del Reino de León”, espetaba un representante de UPL.
Las frases posibles son tantas como parlamentarios hay. En las Islas Baleares los diputados de Podemos prometieron la Constitución, sí, pero en la misma retahíla también decían querer “abrir procesos constituyentes y que las leyes sirvan a las clases populares y no a las élites económicas”. Claro, que en las islas no fueron los únicos en cambiar la frase, también los diputados de Mès, que formarán parte del gobierno, utilizaron el protocolo para la reivindicación, en este caso relativa al nacionalismo, pues terminaban sus promesas con la frase “sin renunciar a su derecho a decidir”. Tuvieron también espacio para la improvisación. Así Margalida Capellà consideró oportuno incluir que tomaba posesión “por la justicia social, la igualdad y por una educación laica, pública y en catalán”, su compañero David Abril lo hacía “sin renunciar a los valores republicanos” mientras que los miembros menorquines de la formación prometían “fidelidad al pueblo de Menorca”.
Laicidad y Biblias
No fueron pocos los que tiraron de la laicidad en sus proclamas. En Jerez de la Frontera la concejal de IU Ana Fernández se lanzó a dar un pequeño discurso en el espacio en el que solo debería caber una frase: "Como ciudadana partidaria de un modelo de Estado federal, laico y republicano, prometo por mi conciencia y honor cumplir fielmente las obligaciones del cargo de concejal, guardando lealtad al jefe del Estado por imperativo legal, y guardar y hacer guardar la Constitución como norma fundamental del Estado … prometiendo lealtad a los ciudadanos y ciudadanas y a la función pública. Y luchar por el bienestar de los mismos". Fernández, además, pidió que se quitara la Biblia de la mesa en la que iba a hacer el juramento. El libro estuvo dando vueltas durante toda la sesión, pues después los concejales del PP reclamaron que volviera en sus turnos.
La Biblia, aunque controvertida, es habitual en todos los juramentos de cargos públicos en España. En las posesiones de los ministros, siempre que el libro sagrado de los cristianos está presente, se hace abierto por el capítulo 30 del libro de los Números. El uso tradicional admite tanto la jura, habitualmente utilizada por los políticos conservadores por sus connotaciones religiosas, y la promesa, que no tiene esos matices y por eso suele ser la escogida por los no creyentes.
Las reclamaciones independentistas también están a la orden del día en lo que a juramentos se refiere. Los concejales independentistas en Cataluña tenían previsto tomar sus cargos pidiendo la independencia y con una frase prefabricada: “Por expresión democrática de la voluntad ciudadana, anuncio que quedo a disposición del nuevo Parlamento, del Presidente y del Gobierno de la Generalitat de Cataluña que surjan de las elecciones del 27 de septiembre de 2015, para ejercer la autodeterminación de nuestro pueblo y proclamar, junto con todas las instituciones, el Estado catalán, libre y soberano”. La Junta Electoral y la delegación del gobierno recordaron que esa construcción no sería válida, así que a aquel que se le ocurriese hacerla no sería considerado concejal.
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