“¡Quini, somos la Policía, ya estás liberado!”. Estas son las palabras que escuchó el recientemente fallecido Enrique Castro González, Quini el día 25 de marzo de 1981. Llevaba 24 días secuestrado en un zulo y los agentes le encontraron “escondido debajo de un colchón” porque “pensaba que le iban a matar”. “Se echó a llorar, no le salían las palabras”. Lo recuerda ahora, 37 años después, para Vozpópuli el comisario Juan Martínez, uno de los miembros del grupo de atracos de Barcelona que llevó a cabo la investigación.
“Los secuestradores barajaron varios nombres, su idea inicial era una folclórica, pero al final lo descartaron. Uno de los condicionantes del grupo es que fuera buena persona, alguien pacífico que no se fuese a revolver ni a hacerles nada”, dice. Así es como eligieron a Quini. “Sabían que si no pagaba él iba a pagar el Barcelona”, equipo en el que militaba el mítico delantero.
Los captores no eran profesionales, sino tres electricistas que se habían quedado en paro. “Estaban desesperados y no se les ocurrió otra cosa que hacer un secuestro”. Lo llevaron a cabo el 1 de marzo, justo después de un partido del Barça en el que el conjunto culé goleó 6-0 al Hércules de Alicante. Al terminó del partido, Quini había quedado en ir a recoger a su mujer al aeropuerto de El Prat, pero nunca llegó. De camino, paró en una gasolinera y allí se lo llevaron dos personas. “Quini hizo bien en no mirarles nunca a los ojos, quizá eso le salvó”.
Los Omegas
“El hecho de que no tuviesen antecedentes dificultó mucho las cosas porque nadie les conocía”, recuerda Martínez, con “44 años y medio en la calle” y jubilado recientemente. En aquellos días de 1981 era inspector, como todos los del grupo de atracos, que se dividían en cinco subgrupos llamados Omegas repartidos por toda Cataluña. “Para resolver aquel secuestro dejamos los temas en los que estábamos trabajando, que no eran urgentes, y nos dedicamos todos a Quini. En aquella época era como Messi. Pusimos toda la carne en el asador”.
Tras mucho tiempo esperando en el aeropuerto, la mujer del futbolista llamó a su casa. Preocupada se puso en contacto con sus compañeros de equipo. “Creo que fue Alexanco quien también llamó, pero no contestaba nadie, entonces supieron que algo pasaba porque Quini no era alguien que se fuese de juerga”.
El Brujo fue finalmente liberado en Zaragoza. Juan Martínez trata de recordar la calle exacta pero le falla la memoria: “Era Jerónimo algo”. Calle Jerónimo Vicens de la capital maña. “Estaba en un sótano de un taller de motos, concretamente en un cubículo hecho para la ocasión dentro de una habitación. Sólo se podía acceder por una trampilla en la parte superior usando unas escaleras. Cuando llegamos estaba todo oscuro y no se veía nada. Pensamos que nos habíamos equivocado, pero no había duda, era ahí”.
Operación en Suiza
Lo sabían porque para entonces ya habían detenido a uno de los captores en Suiza. Fue gracias a una trampa que le tendieron los investigadores. A instancias de los agentes, el Barcelona le dijo a los secuestradores que habían depositado 100 millones de pesetas en un banco del país helvético y que podían ir a recogerlo. El dinero era real y uno de los captores llegó a retirar parte del botín en la sucursal indicada, pero a la salida le estaba esperando un dispositivo de policías españoles y suizos. Le arrestaron después de que el sospechoso hiciese una llamada a sus compañeros y antes de tomar un vuelo de vuelta. “Cuando le arrestamos ya derrotó y lo contó todo”.
Así llegaron hasta el zulo de Zaragoza. “Entramos como un elefante en una cacharrería, tirando la puerta abajo y todo. Quini lo estaba escuchando todo y del ruido se asustó, pensó que iban a matarle”. Nada más llegar arrestaron a otra persona que estaba vigilando en la puerta, pero según sus pesquisas faltaba un tercero al que no encontraban. Eso y la oscuridad del lugar les hizo avanzar con cuidado por dentro del taller. Luego descubrieron que en ese momento había salido.
“Encontramos el escondite porque escuchamos un ruido de motor, era de un ventilador o de un extractor de humos que le habían puesto. Un compañero entró y vio que había un colchón que se movía, debajo estaba Quini”. El comisario recuerda que “costó sacarle porque había perdido mucha fuerza: alguien tan corpulento como era él, después de 24 días sin moverse en un zulo, había perdido la musculatura”.
"No les perdonamos"
“Aunque él les perdonó, nosotros no les perdonamos jamás”, dice este veterano policía, quien desvela que tanto él como sus compañeros seguían manteniendo contacto con esta leyenda del fútbol español a la que este martes se le paró el corazón. “Cuando venía a Barcelona nos avisaba. En el 30 aniversario de su liberación nos juntamos a comer en un restaurante que hay debajo de donde vivía él. Nos regaló una placa que guardamos como oro en paño”.
“Él nunca quiso hablar mucho de su cautiverio, pero ya pasado un tiempo reconoció que los días eran muy largos en ese zulo y que pensaba mucho en la muerte. No le extrañaba que gente que haya estado más tiempo secuestrada optase por suicidarse”, narra Juan Martínez, quien lamenta los obstáculos que tuvo aquella investigación, especialmente la presión mediática. “Si nos llegan a dejar, en una semana estaba resuelto”.
Recuerda aún con resquemor que se filtró a la prensa la clave interna que tenían cuando los secuestradores llamaban a la familia de Quini desde una cabina. Era “el pájaro está en la jaula”. Ese era el indicativo para entrar en cualquier cabina de Barcelona en la que hubiese alguien hablando por teléfono. Después de publicarse en la prensa dejaron de llamar desde la ciudad condal y se iban a otros lugares como Andorra. Un año después, los secuestradores fueron condenados a diez años de prisión.
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