Política

La caída del escudero de Sánchez arrastrado por el 'gigante' Koldo

Pedro Sánchez no se entiende sin la figura de este ‘escudero’ de lujo, uno de los siete diputados que le acompañaron en la travesía del desierto tras su expulsión del liderazgo socialista en 2016

José Luis Ábalos fue el hombre para todo del PSOE y del Gobierno de Pedro Sánchez hasta su nunca suficientemente explicada abrupta salida del Ejecutivo, en julio de 2021, tras el descalabro en aquellas adelantadas elecciones madrileñas que el presidente se empeñó en disputar a Isabel Díaz Ayuso con el resultado de todos conocido. “Nunca me rindo aunque me den fuerte”, es el lema de este tipo correoso donde los haya, y en estas horas en que todavía se resiste a entregar el acta de diputado, como le exige el PSOE, parece estar poniéndolo en práctica.

Sánchez jura que no, pero en aquellos días de 2021 en que le defenestró ya circulaban rumores sobre la vida privada del todopoderoso ex ministro;y no solo eso: según se ha sabido este lunes, un año antes, en 2020, plena pandemia, el primer denunciante del caso Koldo, Ramiro Grau, ya había informado al presidente del Gobierno veía escritos sobre el enriquecimiento a cuenta de las mascarillas del pintoresco aizkolari -cortador de troncos- navarro y ex asesor del Ministerio de Fomento en la época del hoy apestado ex número dos socialista.

“José Luis es la caja negra del PSOE de la última década”, argumentan no pocos en voz baja, temerosos de que un Ábalos humillado después de la decisión de la Ejecutiva este lunes de solicitarle su acta de diputado acabe filtrando informaciones que sean una bomba de espoleta retardada contra ese sanchismo que él, junto a Adriana Lastra, Margarita Robles, Susana Sumelzo, Odón Elorza y un escaso puñado de diputados más ayudaron a crear desde aquellas primeras primarias que Sánchez ganó a Eduardo Madina en la primavera de 2014.

Al único sanchista a quien tenían respeto esos barones Susana Díaz, Guillermo Fernández Vara, Emiliano García-Page, Javier Lambán, y esa vieja guardia socialista, una vez Pedro Sánchez retornó a la Secretaría General del PSOE de la mano de la militancia, tras haber sido expulsado en el tumultuoso Comité Federal del PSOE del uno de octubre de 2016, era José Luis Ábalos.

De todos ellos, al único sanchista a quien tenían respeto esos barones Susana Díaz, Guillermo Fernández Vara, Emiliano García-Page, Javier Lambán, y esa vieja guardia socialista, una vez Pedro Sánchez retornó a la Secretaría General del PSOE de la mano de la militancia, tras haber sido expulsado en el tumultuoso Comité Federal del PSOE del uno de octubre de 2016, era José Luis Ábalos.

Enfrentado a todos ellos por dar la cara por Sánchez en un proceso que abrió en canal a este socialismo hoy en horas bajas electorales -tercero en Galicia, Madrid, Cantabria, País Vasco, con serios problemas en sus dos graneros de voto, Andalucía y Extremadura, y en la oposición sin renovar en Aragón y Comunidad Valenciana-, Ábalos, no obstante, acabaría haciendo migas con ello porque, en el fondo, hablaba su mismo lenguaje en un partido cada vez más “podemizado”, que decían los críticos; un PSOE al álbum del sanchismo más irredento en los grupos internos de Whasapp de las agrupaciones y en redes sociales.

“José Luis es un tipo de partido, orgánico, que entiende como funciona la democracia representativa y que no se puede vaciar la organización para entregar, supuestamente, el poder a la militancia en un proceso que al final ha derivado en un PSOE presidencialista a más no poder”, se lamentaba no hace tantos meses a éste periodista uno de esos barones ya sin mando en plaza.

Su pecado ha sido confiar y “dejar hacer” a un Koldo García Izaguirre que, paradójicamente, no trajo él a Madrid, sino que vino en 2017 de la mano del hoy secretario de Organización, Santos Cerdán, a quien Pedro Sánchez y el resto de la Ejecutiva se han juramentado en proteger políticamente a toda costa del caso Koldopara evitar el desastre total.

Su pecado ha sido confiar y “dejar hacer” a un Koldo García Izaguirre que, paradójicamente, no trajo él a Madrid, sino que vino en 2017 de la mano del hoy secretario de Organización, Santos Cerdán, a quien Pedro Sánchez y el resto de la Ejecutiva se han juramentado en proteger políticamente a toda costa del caso Koldopara evitar el desastre total.

El problema, aseguraba el viernes un senador socialista a Vozpópuli, es que Cerdán tendrá que explicar algún día por qué aceptó que el ex portero del prostíbulo Rosalex de Pamplona acabara de concejal en Huarte-Arakil y por qué mete a la pareja de éste, Patricia Úriz, hoy expulsada del partido, en la Ejecutiva del PSN de la cual él fue secretario de Organización (2011).

La palabra del hoy apestado ex ministro era ley en el PSOE hasta hace no tanto tiempo; eso es lo que hace especialmente peligroso éste caso de corrupción socialista con epicentro en el Ministerio de Fomento que, de momento, suma 53 millones en contratos para la compra de mascarillas en plena pandemia con unas mordidas que ascienden a diez millones para García Izaguirre y sus secuaces. Un caso que salpica de lleno a la hoy presidenta del Congreso, Francina Armengol, o a los ministros Ángel Víctor Torres y Fernando Grande-Marlaska, por haber hecho caso de la recomendación de García-Eizaguirre de comprar a él las mascarillas.

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