Hace tiempo que Pedro Sánchez hace y deshace a su antojo en el PSOE. El líder de los socialistas concibe a sus compañeros como meros peones al servicio de su mandato. El partido se prepara ya para reunir en Sevilla al máximo órgano de dirección: el Congreso Federal, que se celebrará los días 29 y 30 de noviembre y 1 de diciembre, y que es el foro encargado de marcar la línea política del PSOE para los próximos años. El runrún de cambios ya atraviesa a la organización.
Sánchez guarda en secreto los retoques que hará, pero se dan casi por descontados. "En cualquier congreso hay cambios. Lo raro sería que no los hubiera", explica un ministro socialista. ¿Objetivo? Seguir en Moncloa. Por el momento, todo son meras especulaciones. Se comenta que puede afectar a los rostros de la comunicación del PSOE, como la portavoz de la ejecutiva, Esther Peña, quien no habría terminado de cuajar como esperaba el presidente. O a su colega en el Congreso de los Diputados, Patxi López. También se apuesta la entrada en la ejecutiva del partido del adjunto al jefe de gabinete de Presidencia, Antonio Hernando. Pero solo el presidente sabe qué piezas moverá.
En cualquier caso, en el PSOE esperan que Sánchez acompase los cambios en el organigrama socialista con el (o los) retoque(s) en Moncloa que se producirán con la salida de la vicepresidenta tercera, Teresa Ribera, rumbo a Bruselas, donde se incorporará en el gabinete comunitario de la conservadora alemana Ursula von der Leyen. Solo el nombramiento de José Luis Escrivá como gobernador del Banco de España ha obligado a Sánchez a enseñar algunas cartas.
El reemplazo del exministro para la Transformación Digital y de la Función Pública, el hasta ahora jefe de gabinete de Presidencia, Óscar López, ha llegado a Moncloa en un momento de gran debilidad política del líder socialista. Sánchez está acorralado por el caso judicial que afecta a su mujer; por las informaciones que salpican a su hermano David y por la voladura de la mayoría parlamentaria que le dio su confianza por el inicio de las hostilidades de un Carles Puigdemont muy enfadado por ver a un socialista presidente de la Generalitat y sin opciones de que su amnistía se resuelva pronto y sin problemas. Toca sumar, además, la incertidumbre por el intrincado escenario para aprobar nuevos Presupuestos.
Todo ello parece haber llevado al presidente al convencimiento de que necesita retocar la maquinaria que le mantiene en el poder para afrontar lo que queda de legislatura, si es que queda mucha. Porque ese es el otro gran runrún que recorre el PSOE. En privado, destacados socialistas reconocen que el adelanto del Congreso Federal obedece a dos principales intereses de Sánchez: terminar de situar a afines en las distintas federaciones y preparar a la organización ante un posible adelanto electoral. Las cábalas fijan la primavera de 2025 como opción. Pero eso, como siempre, dependerá del propio Sánchez. Él tiene la prerrogativa de disolver las Cortes.
Y en el PSOE, en verdad, se empieza a vislumbrar la posibilidad real de que la salida de la legislatura del callejón sea una nueva convocatoria de elecciones. Moncloa, no obstante, confía en poder evitar la llamada las urnas. Sobre todo si, finalmente, consigue sacar adelante los Presupuestos que Junts retrasó con un torpedo que amaga con volver a lanzar.
El núcleo duro del presidente sabe que un adelanto electoral debe obedecer a un criterio de beneficio político. Y en estos momentos, con Sánchez acorralado, no es buena idea concurrir a unos comicios. Pero no es, desde luego, nada fácil integrar dentro del bloque de investidura a ERC y Junts. Los enemigos íntimos no van a darse tregua. Eso sí, como ya contó este diario, el PSOE intentará influir en ambos procesos de renovación de sus socios para lograr direcciones proclives al pacto que le devuelvan la estabilidad.
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