Isabel Bonig (Castellón, 49 años) no goza de enormes apoyos en la dirección nacional del Partido Popular. Tampoco pisa terreno firme en su propia circunscripción, donde no goza de un beneplácito general. Su liderazgo se sostiene por pura inercia a la espera de la celebración de un congreso en el que seguramente emergerán varios candidatos para disputarle el puesto.
Este viernes está convocada una cena en un restaurante de Alboraia, Valencia, con todas las características propias de una revuelta contra la actual dirección. Hay numerosos dirigentes de la vieja guardia del PP como el exminsitro José Manuel García Margallo, el expresidente Francisco Camps, el exsenador Pedro Agramunt, y hasta un centenar de militantes, excargos y algún dirigente actual crítico con la dirección.
Se trata de un cónclave entre estival y amistoso, una reunión de compañeros, dicen algunos de los participantes. "Esto va más allá de un cenorrio de verano, es la reunión de un grupo de gente que considera que el PP valenciano va por mal camino, que Isabel Bonig carece de liderazgo y de proyecto y ha llegado el momento de proceder a un relevo", apuntan.
Los cráteres de la corrupción
Bonig, actual presidenta regional, ha tenido que hacer frente a un partido asediado por la corrupción, que todavía tiene a un enorme número de sus altos cargos pendientes de los tribunales y que no ha sabido ganarse el concurso y el respaldo de Génova. Tras las elecciones generales, Bonig, en una iniciativa algo equivocada, según estas fuentes, se sumó a las críticas del grupo de barones que reclamaba a Casado un giro al centro y un abandono de las posturas derechistas del aznarismo. La lideresa valenciana pasó, en ese sentido, a engrosar las filas críticas de gente como Feijóo, Moreno Bonilla, Alonso y Monago.
Bonig, se recuerda ahora, también se sumó en su momento a la candidatura de Soraya Sáenz de Santamaría, cuando las ardientes primarias de la formación. Amagó luego con una aproximación a Casado, pero con escaso entusiasmo, aunque no ha participado en las conjuras impulsadas por algunos de sus homólogos autonómicos.
No se pueden dar lecciones
El resultado obtenido por los populares valencianos en las elecciones regionales y locales no ha sido bueno ya que no ha logrado rescatar ni la Comunidad ni el Ayuntamiento de Valencia, perdidos en la ola negra de 2015. En Madrid, por contra, también señalado por los costurones de la corrupción, se ha logrado recuperar el Consistorio y se está a punto de mantener el control sobre el gobierno de la Comunidad. Una proeza que ha supuesto la recuperación del liderazgo de Pablo Casado en su momento más complicado. Esta es la diferencia. "Bonig no está para dar lecciones a nadie", dicen desde las filas disidentes.
Lo curioso es que estos grupos críticos están formados por sectores de todas las familias de los popualres valencianos, desde zaplanistas a gente de Camps, simpatizantes de Margallo, algún casadista... "Lo que no hay es sorayistas", comentan algunos. La dirección nacional, sin embargo, no tiene ahora mismo emprender cambios orgánicos en las formaciones regionales. Hay mucho que cambiar, pero no es el momento. Lo primero es cerrar los pactos de Murcia y Madrid, luego ajustar los relevos en los grupos parlamentarios, sumar algún refuerzo a la dirección de Génova y, más tarde, emprender los recambios precisos en la estructura regional. Bonig está en la cuerda floja, no hay duda. Pero aún no le ha llegado su hora, comentan estas fuentes.
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