Pablo Casado no ha hecho rentrée porque no se ha ido. Apenas ha descansado algún fin de semana en agosto. Ha recorrido veinte ciudades y participado en más de treinta actos. Se ha reunido con líderes locales, barones regionales y mucha militancia de base. Un largo periplo para reactivar el partido y 'sembrar ilusión' de cara a las citas electorales de la próxima primavera.
Dos puntos negros han alterado su itinerario. Dos asuntos que le han irritado pero ante los que ha reaccionado con prudencia y con espíritu de bombero. "No hay que hacer ruido, estos asuntos no son prioridad", ha comentado, al parecer, a sus colaboradores más próximos. El primero estalló donde nadie lo esperaba. Ana Pastor, un referente de equilibrio y ponderación, agitó las aguas del PP con su invitación al presidente de la Generalitat a comparecer ante la Cámara para explicar su proyecto independentista. Un paso polémico y un punto inoportuno ya que se produjo escasas horas antes de que Torra pronunciara su incendiario discurso en el que arremetía contra la Corona, el Estado español, el Gobierno y los jueces. "Este tipo nos insulta, nos llama fascistas y nosotros le tendemos la alfombra roja", comentaban diputados del PP tras conocer la noticia.
La estela que dejó este episodio ha sido densa y espesa. Una larga serie de desmentidos, aclaraciones y explicaciones enredaron aún más la situación. Versiones de todo tipo, contradicciones flagrantes, algún embuste. Nadie es capaz aún de aclarar la sucesión exacta de los hechos. Pastor pasó de una ambigüedad inicial ("hablé con Casado antes, durante y después") a una afirmación rotunda ("informé a Casado antes de anunciarlo". Al parecer, se lo comentó en un desayuno informativo de este lunes, en el que Casado actuaba de 'telonero' de la presidenta de la Cámara. No tenía obligación de hacerlo, señalan algunos de sus defensores. "Es la tercera autoridad del Estado y tiene capacidad para impulsar este tipo de iniciativas", añaden.
Nada confesó sobre si había informado o consultado al Gobierno. Fuentes de la vicepresidencia aseguraron que lo sabían, que estaban al tanto y que habían dado su conformidad. En otras instancias de Moncloa y de Ferraz se decía exactamente lo contrario. Una espiral de afirmaciones inconexas, un galimatías que ha sembrado de dudas todo este 'affaire'. Casado prefiere pasar página. La impoluta imagen de Pastor ha quedado algo dañada en su partido, donde siempre ha ejercido una influencia notable como la más leal intérprete de los deseos de Mariano Rajoy.
Crisis de integración
La otra tormenta, aún sin disipar, era más previsible. Soraya Sáenz de Santamaría dio un sonoro plantón al presidente del su partido en la primera reunión del grupo parlamentario de este curso. También se produjeron explicaciones encontradas. El exvicepresidenta alegó que le llegó tarde la convocatoria, tenía una cita inaplazable y, además, había comunicado su ausencia de Dolors Montserrat, presidenta de la bancada del PP. Este sábado volvió a desaparecer. No se sumó al cónclave de la primera Junta Directiva del PP de la era Casado que tuvo lugar en Barcelona. "No dramaticéis", dijo Juanma Moreno, líder del PP andaluz y uno de los escuderos de la exvicepresidenta. Dos portazos en cinco días.
Santamaría se había ido de vacaciones sin despejar duda alguna sobre su futuro. No ha digerido su inapelable derrota en las primarias y acusa a Casado de no haber sido generoso en la fase de integración de los perdedores. Algo que se cae por su propio peso, a la vista de la composición de los nuevos órganos de dirección del PP. Sólo quedan dos diputados 'sorayistas' por dar el paso y sumarse a la estructura del PP. José Luis Ayllón y Fátima Báñez son los irreductibles, los últimos de Santamaría. La extitular de Trabajo, a quien Casado valora por su entrega y lealtad, es posible que de el paso en los próximos días.
La batalla de Madrid
En breves declaraciones a los medios, Santamaría, que mantiene un hermetismo sepulcral sobre su futuro, tan sólo avanzó que tiene pendiente una conversación con su 'jefe' para desvelarle sus intenciones. Nada saben sobre su futuro en la cúpula de Génova, donde se da por hecho que dejará la política y se irá a la empresa privada.
En el PP de Madrid se contempla con cierta inquietud la posibilidad de que acepte la candidatura al Ayuntamiento o la Comunidad. "Bastante hemos padecido estos años como para introducir otro elemento de inestabilidad", señala una alta fuente del PP madrileño. Santamaría, en opinión de algún veterano dirigente, sería una excelente candidata para una región fundamental para los populares, un fortín tradicional, un símbolo. "Podría derrotar a Carmena o asegurar el Gobierno de la región", comenta.
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