Pablo Casado se la viene jugando en cada convocatoria a las urnas desde que en las elecciones generales del 28 de abril de 2019 el PP obtuvo el peor resultado de su historia: bajó de los 137 escaños que había logrado Mariano Rajoy en junio de 2016 a solo 66 asientos, dejándose por el camino la friolera de 3,6 millones de votos.
Desde entonces, su liderazgo está bajo la lupa dentro de su partido y, en particular, de dos de los barones más reacios al giro a la derecha que acusan a Casado de haber emprendido desde que ganó el congreso nacional del partido a Soraya Sáenz de Santamaría en julio de 2018: el presidente de la Xunta de Galicia, Alberto Núñez Feijóo, y el presidente del PP vasco, Alfonso Alonso.
En este sentido, el resultado de la repetición electoral el 10 de noviembre, la subida en votos y escaños -de 66 a 89- ha supuesto un alivio en la presión interna que viene soportando Casado, pero no ha acabado con la rumorología interna sobre su liderazgo. Y el adelanto de las elecciones en el País Vasco y Galicia al 5 de abril tiene la peculiaridad de que deja su progresión en manos de sus adversarios internos.
Feijóo también se la juega: si pierde un solo escaño, los socialistas, Unidas-Podemos y el BNG formarán un 'tripartito gallego' y el PP perderá uno de sus principales feudos después de 30 años
Unos adversarios que, además, también se la juegan; en particular, Feijóo, quien ha dispuesto de mayoría absoluta en esta legislatura, pero solo por un escaño. Si lo pierde y el PSOE -con Gonzalo Caballero de cabeza de cartel-, Unidas Podemos y el BNG logran desalojarle de la Xunta con un 'tripartito gallego', a Pablo Casado no hará sino agrandársele el problema.
El caso del País Vasco es completamente diferente. El 29 de noviembre, se consumó el drama de una organización a punto de gobernar en 2001, de la mano de Jaime Mayor Oreja, y que 19 años después no sacó ni un diputado a las Cortes por Vizcaya, Guipúzcoa y Álava. La situación se enmendó, en parte, con la elección de la cabeza de lista vizcaína, Bea Fanjul, en la repetición electoral del 10-N, pero ni siquiera eso ha evitado que siguiera la convulsión interna, como lo demuestra la marcha de la política de su portavoz en el Parlamento Vasco, Borja Semper.
Un discurso "reconocible"
Alonso, Semper y demás miembros de su equipo se quejan de que el giro hacia postulados cercanos a Vox les mata electoralmente en esa comunidad, por más que destacados pesos pesados del PP nacional, como la portavoz del Grupo Popular en el Congreso, Cayetana Álvarez de Toledo, sostengan justamente lo contrario: que la falta de un discurso "reconocible" contra el nacionalismo del PNV y Bildu ha espantado en los últimos veinte años al votante tradicional del PP vasco de Mayor Oreja o María San Gil.
Así que el desalojo de Feijóo y el mantenimiento del PP vasco en la irrelevancia -algo que podrá evitar si es crucial para que el PNV no pierda el Gobierno a manos de un hoy por hoy hipotético, pero no imposible tripartito como el de Navarra, tal y como desveló este fin de semana Vozpópuli- podrían acabar siendo letales para el liderazgo de Casado.
No obstante, el presidente del PP cuenta para resistir ante la Junta Directiva Nacional de su partido los embates internos con que, con ese giro derechista hacia Vox, el partido gobierna las dos autonomías más importantes después de Cataluña, Madrid y Andalucía, además de otros gobiernos como Castilla y León o Murcia.
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