La pareja no pasa por el mejor momento. La relación entre Cristina Cifuentes y Ciudadanos es un rosario continuo de disputas, reproches e insultos. Cumplidos dos años de colaboración, empieza a percibirse un tufillo a punto final. La presidenta de Madrid está saturada, se siente hostigada y ofendida. Ignacio Aguado, líder de la formación naranja en Madrid, se considera menospreciado.
No se soportan, no hay sintonía, hay mar de fondo. La presidenta de Madrid no descarta la idea de darle una patada al tablero y convocar elecciones anticipadas el año próximo. Eso se desliza en su entorno. Ciudadanos siempre ha pensado en abandonarla, dejarla caer meses antes de los próximos comicios. "No podemos ir a las urnas con la imagen de ser el soporte del PP, un partido salpicado por la corrupción", dicen en el partido de Albert Rivera.
Aguado se subía el jueves por las paredes luego de ser objeto de un sonoro plantón por parte de la presidente. En su partido la llamaron "niñata". El viernes dio marcha atrás, habló de que quizás Cifuentes esté nerviosa, "tantos casos de corrupción" y mencionó que el acuerdo marcha razonablemente bien. "Si quiere elecciones anticipadas, ella verá". Quizás no le convenga a Ciudadanos. Hay dudas de que tampoco al PP. Acercarse ahora a las urnas con Púnica y Lezo armando ruido en los tribunales no anima a acariciar la mayoría absoluta. El futuro de Madrid está en el aire y el de Cifuentes, que atraviesa por aguas procelosas, también. ¿Quién romperá primero la baraja?
"Soy fan total. Cristina defiende y representa lo mejor del PP". Dolores Cospedal estaba eufórica en la mañana gris de domingo en el decrépito y mustio parque Eva Perón. Ante varios centenares de alcaldes, concejales, cargos de distrito y algún simpatizante del PP, la secretaria general quiso respaldar a la presidenta madrileña en sus momentos más aciagos. ¿Cuántos fans totales tiene Cifuentes?, es la pregunta que ahora se hacen en el partido desde hace unas semanas.
"Esto apesta a Soraya"
Cospedal la apoya. Sáenz de Santamaría, no. Este es el esquema básico del reparto de alianzas entre las tres mujeres del PP. Desaparecida políticamente Esperanza Aguirre, el juego de damas en la cúpula conservadora quedó reducido a un triángulo en el que la vicepresidenta sería la hipotenusa. El episodio de la UCO dejó huella. La presidenta madrileña apareció en un informe de la Guardia Civil cargado de acusaciones. El juez Velasco lo congeló. Cifuentes protagonizó entonces una vehemente rueda de prensa, con la UCO en el objetivo, que aún se recuerda con desagrado en Moncloa.
La luchadora ejemplar contra la corrupción, la Juana de Arco del PP contra la molicie, la impulsora del 'tolerancia cero' contra los chorizos, de pronto, aparecía envuelta en un episodio maloliente. Olía a complot y a 'fuego amigo'. Más bien, "esto apesta a Soraya", decían en su entorno. "Igual que lo de Soria, aquí se han movido las cosas desde ese despacho de Moncloa".
Cospedal la apoya. Sáenz de Santamaría, no. Desaparecida políticamente Esperanza Aguirre, el juego de damas en la cúpula conservadora quedó reducido a un triángulo en el que la vicepresidenta sería la hipotenusa
Cifuentes, como Santamaría, como algo menos Cospedal, aspira a todo. Es decir, a la sucesión, a tener un papel importante en el 'postmarianismo'. Asunto del que no se habla públicamente. Es materia de elucubración periodística, de cotilleo de Génova, de charlas de partido y, desde luego, de animadas chanzas de Rajoy con algunos de sus próximos en sus tardes de relajo. Feijóo también tiene aquí mucho que decir.
La presidenta de Madrid vive tiempos tempestuosos. La sombra de Lezo, por un lado, y una reciente tortura en forma de comisión de investigación, por otro, le ha arrebatado su pátina de dirigente inmaculada en un partido salpicado por el escándalo. Algunos de sus fieles, como su número tres, González Taboada, aparecen también en el bloque de las noticias no deseadas. Toda la mesa de contratación de Arpegio, foco de ilegalidades, está imputada menos él. Si algo hubiera, y pese a la confianza estrecha que les une, lo habría fulminado, como hizo con el diputado Daniel Ortiz en cuanto fue señalado por un juez. No pestañea Cifuentes. No transige. Es la norma de la casa, su principal activo.
Heredó una formación, como la valenciana, asaeteada por elementos infumables. Francisco Granados e Ignacio González, los dos pilares del Gobierno de Aguirre, son el arquetipo de cómo funcionaba la organización. Ganaba en las urnas Esperanza con mayorías absolutas. Nadie miraba nada. Nadie decía nada. Políticos surgidos de la nada aparecían enriquecidos por arte de magia. A lo Bono.
La visceralidad de los socios
"Cifuentes siempre estuvo allí, lleva 20 años en el partido", le espetaban rivales y enemigos durante la moción de censura que superó sin abrir la boca ni pestañear. Más le incomodó la comisión de investigación en la que el portavoz de Ciudadanos. César Zafra, joven promesa naranja, se empleó a fondo, en un tono y con una visceralidad que recordaba a algún diputado de Podemos.
Esa comisión marcó el principio de la incipiente enemistad de Cifuentes hacia el partido que le abrió el despacho grande de la Puerta del Sol. Las relaciones se han emponzoñado. "La presidenta se ha borrado de la cuenta de Twitter de Aguado, le ha dejado de seguir", comentaban en el partido. Un gesto nimio, casi de adolescente, con carga de profundidad.
Las relaciones se han emponzoñado. "La presidenta se ha borrado de la cuenta de Twitter de Aguado, le ha dejado de seguir", comentaban en el partido. Un gesto nimio, casi de adolescente, con carga de profundidad
Este jueves, las cúpulas de ambas formaciones se habían citado para repasar los dos años del acuerdo de investidura. La presidenta dio plantón. Optó por acudir a la toma de posesión de un rector. La gente de Aguado se cabreó. "Es una actitud de niñata", dijeron. Los del PP reprocharon a Aguado que sólo buscaba la foto. El líder de Ciudadanos respondió que "una foto me la hago con el Cholo, porque con Cifuentes no me aporta nada". Luego, el jefe de filas naranja moduló sus ataques. Quizás pensó que no es tiempo aún de pensar en elecciones anticipadas, la gran amenaza de Cifuentes.
La relación se deteriora día a día. A pasos agigantados. Faltan dos años para las elecciones y empiezan a relucir ya las navajas. En el parque de Eva Perón, la líder madrileña sacudió a modo a los naranjas. Les acusó de apuntarse las iniciativas que impulsa el PP. "Carecen de escrúpulos y de pudor", bramó. Carroñeros, vino a llamarles, mientras reconocía la seriedad de Gabilondo, el jefe de filas del PSOE en la Comunidad.
Como Rajoy a Rivera, de momento se necesitan. Por ahora, no hay divorcio. Pero tienen ya contratados sus abogados para deshacer la relación. Cada partido tiene sus tiempos. Cifuentes amaga con hacerlo pronto. Ciudadanos necesita algo más. Pero romperán. Ambos lo saben. Un juego de tácticas que terminará en divorcio.
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