“Si alguien te ofreciera un millón de euros por jugar una ruleta rusa con 100 disparos y 4 balas, ¿jugarías? Probablemente no, aunque igual sí lo harías si en vez de haber cuatro balas solo hubiera media bala, incapaz de provocarte una lesión mortal”, es la analogía que emplea el Doctor en Ciencias de la Información, José Luis Dader, para llamar a la cautela sobre la interpretación del aluvión de encuestas alrededor del 21D en Cataluña y, sobre todo, la atención sobre sus factores de veracidad, entre ellos, el nivel de confianza.
Nivel de confianza y de "cautela"
“Por motivos económicos, la mayoría de los sondeos en España se hacen sobre un nivel de confianza del 95,5% en lugar del 99,7% que costaría el doble, lo que implica que el resultado que ofrecerán será el correcto en 96 ocasiones de 100, pero nada te garantiza que la que has hecho forme parte de las 96”, puntualiza Dader, que no obstante niega que lo anterior invalide la utilidad de las encuestas como "foto" de la realidad en tanto y en cuanto se las interprete correctamente, "con la justa cautela".
Margen de error en una elección fragmentada
En perjuicio de lo anterior, otro elemento ocasionalmente ignorado es el margen de error, un elemento que cobra especial relevancia en una elección tan fragmentada y en principio pareja como la catalana.
El habitual 95,5% de nivel de confianza apoya una información respecto a la que existe un margen de error u ‘horquilla’ dentro de la que podrán moverse los resultados. Si, por caso, el margen de error es de +-3, sería impreciso utilizar la encuesta para esgrimir con rotundidad que el candidato A ganará con el 30% de los votos (una intención de voto que podría llegar a ser tanto del 33% como del 27%) al candidato B con el 28% (que podría alcanzar el 31% y eventualmente superar al primero).
La muestra: el reparto fuera de Barcelona y el 'tracking poll'
Dado el sistema electoral español también conviene tener en cuenta cómo se ha hecho el muestreo por provincias dado que como los escaños se reparten por cada provincia, solo sirven los cálculos sobre las submuestras provinciales, de forma que un sondeo principalmente apoyado en una provincia (como suele ser Barcelona en el caso de los sondeos sobre Cataluña), distorsiona o, cuanto menos, incrementa el margen de error correspondiente a la información de las demás provincias, algo que no siempre se aclara.
Sobre la composición de la muestra, añade Dader, las encuestadoras y/o medios deberían ofrecer información sobre cómo han compuesto la muestra (en el caso de encuestas telefónicas, si se han utilizado teléfonos fijos o móviles, y si se da este último caso, cómo se ha verificado que el encuestado pertenece a la región en cuestión), y advierte frente al 'tracking poll' que emplean muchas encuestadoras que hacen seguimiento semanal del clima electoral catalán.
"Algunas de las encuestas que están saliendo no son rotundamente nuevas o se corresponden totalmente con la semana a la que se refieren sino que lo que hacen algunas encuestadoras es coger una muestra previa y renovar solo un parte de las encuestas, unas 300 por ejemplo, en vez de hacer otras 1.000, algo que hay que considerar", insiste el catedrático.
La 'cocina' de los resultados y la referencia del CIS
Asimismo, las fichas técnicas empleadas por los medios (que, afortunadamente, parecen haber asumido al menos su obligación de dar información de ella) suelen indicar el margen de error para el tamaño total de la muestra (por ejemplo, 1.000 encuestas), pero los cuadros de intención de voto que publican han descontado antes las cifras de los que dicen que se abstendrán o no saben lo que harán (no sabe/no contesta o 'indecisos'), en cuyo caso, el margen de error inicial se incrementa, un elemento que en no pocas ocasiones se ignora.
"Sería bueno que todas las encuestas publicaran cómo hacen la 'cocina' de la encuesta o estimación de la intención de voto y el margen de error consecuente", reconoce el Doctor en Ciencias Políticas y autor de Malaprensa, Josu Mezo, que ejemplifica que muchas encuestadoras 'salvan' la incertidumbre de quienes no saben qué van a votar atribuyéndoles votos según el partido "con el que más simpatizan".
"Sea como fuere, lo ideal es que hagan como el CIS, que publica su 'cocina' y ofrece información tanto del voto directo o respuesta real que ha dado cada encuestado como de la estimación posterior", remarca, asegurando que el sondeo del CIS "es el más transparente y fiable" pero tiene el problema de que "se hace con mucha anterioridad a la elección" - el referente a los comicios catalanes se ha publicado 17 días antes -, un tiempo suficiente para que los resultados puedan cambiar notablemente.
El factor emocional
"Las encuestas electorales son de por sí las más difíciles de hacer, versan sobre un comportamiento futuro muchas veces incierto en torno a temas sensibles, y en Cataluña ahora no se puede obviar la presión social que existe", subraya Mezo. En este sentido, pone como ejemplo lo registrado por el último CIS sobre Ciudadanos en Cataluña: el partido de Ines Arrimadas recibió en los últimos comicios autonómicos un número de votos superior al de los encuestados que 'recuerdan' haber votado a la formación naranja, un elemento que forma parte del 'voto oculto' del que el CIS se ha hecho eco, elevando a Cs del tercer puesto en voto directo al primero en su estimación final.
"Es muy difícil medir el componente emocional, cada cual tiene su forma, pero es una elemento que no se puede obviar y es importante que cada encuestadora sea al menos transparente, como el CIS, en ese sentido", señala Mezo, que insiste en no perder de vista el factor emocional sin dejar de reconocer que ello forma parte del inevitable componente de 'arte' en torno a las encuestas.
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