Un puñado de 'no alienados', compromisarios que no se han identificado taxativamente con alguno de las dos candidaturas en liza, decidirá el congreso del PP. Se trata de un grupo de compromisarios 'de su padre y de su madre', como explican en el cuartel general de Pablo Casado. Militantes sin cargo y con escasa relevancia en la estructura, que no aspiran a figurar en lista alguna ni a conseguir un sillón. No dicen a quién van a votar, no responden a las preguntas de los diferentes candidatos y procuran eludir cualquier comentario incluso entre su grupo local. Son los irreductibles, los 'outsiders', los trescientos indomables, que no se suman a grupo alguno ni muestran claramente sus intenciones.
El equipo de Casado confiesa entre un 55 y un 65 por ciento de votos asegurados, según sus particulares cuentas. En tanto que le concede a los rivales entre un 20 y un 30 por ciento. En el sector contrario, José Luis Ayllón, el jefe de operaciones de Soraya Sáenz de Santamaría, asegura en un tuit que cuenta con un 63 por ciento de los 3.082 votos en disputa. Los sondeos insisten, las llamadas se intensifican. Javier Arenas y Fátima Báñez son de los más activos en el equipo de la vicepresidenta. Fernando Maíllo, coordinador general, también rema a favor.
Por la otra banda, los diputados Javier Maroto y Teodoro García persiguen compromisarios con ahínco. Cuentan con el apoyo de algunos colaboradores de Dolores Cospedal y de otros candidatos que cayeron en la primera vuelta, como José Manuel García Margallo o Josera García, que se han movido en sus círculos respectivos para esta causa. Ambos posiblemente tendrán un puesto en la futura directiva del PP, que Casado ya está armando en colaboración discreta con Cospedal.
Los dos bloques en disputa están seguros de su victoria e incluso exhiben, a 24 horas de que arranque el congreso, unas ventajas no sólo suficientes, sino incluso contundentes. Ninguna de las dos formaciones se apea del 60 por ciento, aunque Casado puede rebajar el porcentaje hasta el 55 por ciento para subirlo luego a un 71. Una curva creciente y sin freno. Antes del almuerzo de los ocho ministros de Rajoy, Casado ya hablaba de dos tercios de votos a su favor. Al bloque de Soraya tan sólo le conceden un 20 por ciento. Un triunfo incontestable, unos datos que algunos entienden como mera 'guerra de cifras, guerra sicológica'.
Cuestionar la legitimidad
Una victoria por un margen estrecho le podría dar pie a Santamaría a insistir en una de sus muletillas. Ella fue la vencedora en la primera vuelta, es decir, ella logró el voto de los afiliados. Si los compromisarios dan la vuelta a esta decisión, y lo hacen por la mínima, Soraya podría aducir que el resultado no es plenamente 'legítimo'. Alguno de sus colaboradores hablaban incluso de 'falta de legitimidad' de la victoria.
Las cosas cambian en privado, donde impera la incertidumbre. El voto secreto puede dar sustos y sorpresas. Es entonces cuando ese diez por ciento de los que no han asumido pertenecer a facción alguna, podrían resultar decisivos. "Todo puede ocurrir con ellos, incluso que sean más de los que inicialmente pensamos", señalan fuentes del PP ajenas a las candidaturas. Apenas son trescientos, más o menos, de acuerdo con lo que suponen estas fuentes. Nadie sabe lo que van a votar, ni a quién respaldan ni, lo que es más decisivo, a quién detestan.
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