El 22 de febrero de 2000 un estruendo atronó el campus de la UPV de Vitoria a las cuatro y media de la tarde. Un coche bomba cargado con 25 kilos de explosivos estalló y segó las vidas del ex vicelehendakari y entonces portavoz del PSE en el Parlamento vasco, Fernando Buesa, y del ertzaina que lo escoltaba, Jorge Díez Elorza. ETA perpetraba así uno de los atentados que más dividió a la sociedad del País Vasco en las calles.
Era la época en que la banda terrorista, apoyada por su entorno político y social, había decidido "socializar el sufrimiento"; una expresión que, traducida al lenguaje no fanatizado, significaba asesinar a políticos para extender el miedo entre los vascos no nacionalistas. El sábado anterior a su asesinato, Buesa había acudido a una manifestación convocada por Basta Ya! en San Sebastián precisamente contra esa estrategia de los terroristas.
En 1998 ETA declaró una tregua en la que se firmó el conocido Pacto de Lizarra entre todas las fuerzas nacionalistas, incluidos el PNV y Euskal Herritarrok (marca que entonces utilizaba Batasuna). En ese contexto, tras las elecciones de 1999 Juan José Ibarretxe se convirtió en lehendakari gracias a su acuerdo con los abertzales que lideraba Arnaldo Otegi.
ETA vuelve a matar
Un mes antes del atentado contra Buesa y Elorza, el 21 de enero de 2000, la banda terrorista rompió la tregua y volvió a matar asesinando al teniente coronel del Ejército Pedro Antonio Blanco García. A pesar de dicho crimen, el acuerdo de Lizarra siguió en pie y, además, el PNV y EH no rompieron su pacto en el Parlamento vasco.
Ibarretxe sí rompió con Batasuna cuando Buesa y Elorza fueron asesinados. Sin embargo, el lehendakari no acudió al lugar del atentado, a pesar de que se produjo a poca distancia del Palacio de Ajuria Enea donde residía. Este hecho encendió los ánimos de muchos ciudadanos. "Ni Ibarretxe ni el PNV estuvieron a la altura de las circunstancias", afirmaba a El Correo esta misma semana Javier Rojo, ex presidente del Senado y dirigente del PSE en aquella época.
En aquellos años otros asesinatos de ETA habían indignado a los ciudadanos. Pero ese doble crimen de la organización terrorista, con el Pacto de Lizarra aún vigente, dividió más que nunca a la sociedad vasca entre nacionalistas y no nacionalistas. El día del atentado no hubo una manifestación unitaria de repulsa, sino hasta tres diferentes. Y la tensión se agudizó en las calles sobremanera.
Actos de recuerdo
Han pasado veinte años de aquellos días luctuosos. Tal vez metafóricamente esos años no sean nada porque alguien lo cantaba así. Pero veinte años son la mitad exacta de la vida de Sara Buesa, hija del dirigente del PSE asesinado, que el pasado jueves protagonizaba en Vitoria el acto In Memoriam que cada año organiza la Fundación Fernando Buesa Blanco en recuerdo de las dos víctimas de ETA.
Como cada año, la hija menor de Fernando Buesa honraba la memoria de su padre. Pero esta vez su discurso, pronunciado ante numerosas autoridades, entre ellas el lehendakari, Íñigo Urkullu, fue aún más emotivo que en ocasiones precedentes.
"Si cierro los ojos puedo verle leyendo a las noches en el sofá del salón, fumando un cigarro, con la tableta de chocolate negro siempre a mano". "Recuerdo cuando iba con él los domingos a comprar el pan y el periódico, y a jugar en el parque". "Cuántas cosas se ha perdido". Frases que provocaban las lágrimas de los presentes.
"Justicia y reinserción"
Después de recordar que su padre "defendía que no podía haber paz con impunidad y sin una justicia que reparara los daños que los años de violencia habían causado a tanta gente", explicaba que "eso significaba dos cosas: hacer justicia a las víctimas, y preocuparse de que quienes cometieron esos delitos tuvieran un camino de reinserción".
El acto, bajo el lema "Raíces que nutren. Brotes de esperanza", constituyó una mensaje de ilusión para que las nuevas generaciones del País Vasco superen lo ocurrido y convivan armónicamente, pero desde la perspectiva del recuerdo fiel a lo que ocurrió. En palabras de Sara Buesa, "decía Lao Tse que 'todo lo que se cultiva crece'" y es hora de "sembrar semillas de paz". Y de libertad.
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