Política

La CUP elige a un profesor de Religión como nuevo líder del partido antisistema

El nuevo líder de la CUP propone "una estrategia de ruptura democrática y un programa social" en el marco de un "independentismo popular"

Con un profesor de religión al frente de un partido laico, antisistema y anticapitalista. Es como la Candidatura de Unidad Popular (CUP) afronta su refundación tras retroceder electoralmente en las últimas elecciones en el Parlament, convertirse en fuerza extraparlamentaria en el Congreso de los Diputados y perder una parte muy importante de sus representantes a nivel municipal. Non Casadevall, que daba clases de Religión Católica en un instituto, será el nuevo líder de la formación por un periodo de cuatro años. El gerundense ha logrado la confianza de sus compañeros al proponerle apostar por "una estrategia de ruptura democrática y un programa social" en el marco de un "independentismo popular".

Casadevall es licenciado en Antropología Social y Cultural por la Universidad de Barcelona, en Historia por la Universidad de Gerona y diplomado en Ciencias Religiosas. Es a raíz de esta última formación, que choca con los principios fundacionales y aconfesionales de la CUP, que trabajó como profesor de Religión Católica con alumnos de secundarias. Además también ha sido concejal en el ayuntamiento de Bañolas.

Nueva estructura vertical

La CUP, que siempre había rechazado una estructura vertical, ha optado en esta ocasión por crear la figura del secretario general que ocupará Casadevall. Un cargo de gestión orgánica y representación institucional, pese a que no ostenta ningún cargo público, que le permitirá partir con ventaja de cara a las futuras primarias para convertirse en la cabeza de cartel del partido anticapitalista en las futuras elecciones autonómicas de Cataluña.

Una de las principales tareas que tendrá encomendadas Non Casadevall, en esta nueva etapa de la formación separatista, es encargar del despliegue táctico de las ponencias recién aprobadas de refundación. Desde la CUP destacan que "después de un ciclo político intenso nos hemos parado a pensar y reflexionar, y a hacerlo de forma colectiva, abierta y con autocrítica".

En la organización señalan que  "tenemos un objetivo, hacer de nuestra organización una herramienta más útil a los objetivos que siempre hemos perseguido: la independencia, el socialismo, el feminismo y el ecologismo". El partido antisistema siempre se ha defendido firme en estas convicciones, hasta el punto de rechazar la investidura del encarcelado Jordi Turull, en el año 2017, tras las elecciones catalanas convocadas a raíz de la aplicación del artículo 155 de la Constitución.

Los cuperos defienden haber dado marcha atrás a nivel organizativo, optando ahora por una estructura más jerarquizada y con un secretario general que marcará las directrices, para construir "una CUP grande, fuerte, referencial y en lucha." Desde la nueva dirección liderada por Casadevall destacan que esta nueva etapa "nos marca unos mandatos políticos y organizativos que, en un momento como el actual, son más necesarios que nunca".

En este sentido, el nuevo secretario general de la organización, apunta que "venimos con el compromiso renovado, un compromiso que sabe que no vale rendirse, un compromiso regenerado, lleno de ilusión y esperanza". El profesor de religión, reconvertido en líder de un partido antisistema, ha deslizado que "la CUP somos los únicos que hemos hecho los deberes, que pasamos pantalla y avanzamos, porque tenemos proyecto, tenemos rumbo, tenemos coordenadas, tenemos las cosas claras y las planteamos sin complejos".

Pérdida de apoyo en las elecciones

Lo cierto, sin embargo, es que la ciudadanía en Cataluña no ha percibido todas estas supuestas cualidades del partido liderado ahora por Non Casadevall. En los últimos comicios, los del 12 de mayo de 2024, que han convertido al socialista Salvador Illa nuevo presidente de la Generalitat, la CUP se dejó 127.850 votos por el camino respecto a los conseguidos en el año 2021. Los antisistemas también perdieron más de la mitad de sus representantes, pasando de nueve a cuatro, y perdiendo toda la capacidad de influir tanto en el Ejecutivo como en el propio Parlament.

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