El techo de los coches destrozados de la Guardia Civil como escenario para el humor y los aledaños de la Consejería de Economía como pista de baile. La exdiputada de la CUP Mireia Boya describió así -hasta donde le permitió el juez Marchena- cómo vivió ella la jornada del 20-S donde decenas de miles de personas rodearon el edificio mientras en el interior se realizaba un registro ordenado por un juez.
Corría la jornada 43 del juicio del 'procés' en el Tribunal Supremo y la sala ya había escuchado otros dos testimonios más de votantes del 1-O, que empiezan a resultar tan repetitivos como la sucesión de agentes de la Policía y la Guardia Civil de hace varias semanas. Eran las 10.30 horas de la mañana cuando por la puerta de los testigos apareció la diputada de la CUP.
Sonriente, con un lazo amarillo en la solapa y acompañada por su abogado al estar investigada por estos hechos en el Tribunal Superior de Justicia de Cataluña, Boya prometió decir toda la verdad. “Intentamos que no se produjera ningún tipo de altercado. Hay incluso vídeos divertidos cuando, a la hora de comer, sacamos un equipo de música para que la gente se animara y reforzar este carácter pacífico”, contó.
Bailando la canción de Txarango
“Hay vídeos en los que se ve a cuatro diputadas de la CUP que estamos bailando la canción de Txarango”, añadió Boya. Pero el juez Marchena lo consideró suficiente e instó a que le formulasen otra pregunta. La diputada de la CUP fue llamada a declarar por los abogados de los acusados Jordi Sànchez y Jordi Cuixart. La Fiscalía, que pide para ellos 17 años de cárcel por rebelión, declinó hacer preguntas a la testigo.
Txarango es un grupo de música barcelonés que se caracteriza por sus letras festivas. Una de sus canciones más populares es Una lluna a l'aigua. En una de sus últimas estrofas contiene un verso evocador: “Crema Barcelona i la lluna ens mira quan de nit delira la ciutat (Arde Barcelona y la luna nos mira cuando de noche delira la ciudad)”.
El relato de Boya se asemejó más al que ofreció en su día el diputado de ERC, Gabriel Rufián -quien dijo que el 20-S fue a merendar- que al escenario de “miedo” descrito por la letrada del Juzgado, quien abandonó el lugar por un tejado confundida entre los trabajadores de un teatro contiguo. Había llegado a las ocho de la mañana y se fue de noche una vez descartadas todas las alternativas para salir de allí por falta de seguridad.
"En plan humorístico"
Boya llegó a subirse a uno de los coches de la Guardia Civil que estaban aparcados en la puerta. Desde ese escenario se dirigió a la gente. “Lo primero que dije, en plan humorístico fue: ‘ya sé que a muchos de vosotros os gustaría estar subidos en un Patrol de la Guardia Civil. Yo tengo la suerte de poder hacerlo, pero para ejercer nuestro derecho de protesta, pero siempre de forma pacífica”, relato ante el tribunal.
“Con mi peso contribuí a chafar el capó, pero recuerdo que la luna delantera estaba rota. Pensé: ‘a ver si la voy a liar’”, continuó su narración hasta que el juez Marchena cortó de nuevo: “Formule otra pregunta”. Todavía eran las 11.00 de la mañana del lunes y el presidente del tribunal empezaba a dar muestras de que haber consumido su paciencia.
Más allá de la abolladura del techo, la diputada de la CUP coincidió con el relato de los acusados y culpó a los medios del comunicación de haber sido los primeros en subirse sobre los coches de la Guardia Civil. También ahondó en la pretendida imagen pacífica de Jordi Sánchez aquel día, muy alejada de la que detalló la semana pasada el jefe de los antidisturbios de los Mossos sobre el líder de la Asamblea Nacional Catalana (ANC).
La "estrategia"
Boya contó que fue el ahora diputado electo por Junts per Catalunya en prisión provisional quien le instó a que se dirigiese a la multitud para pedir que no hubiese altercados. La testigo insistió en varias ocasiones en que aquella era la “estrategia” elegida. Sànchez se lo pidió a ella porque era una audiencia joven y dieron por hecho que serían votantes de la CUP.
Sin embargo, el ambiente festivo y el buen entendimiento entre ambos concluyó de golpe -siempre según la versión de Boya- cuando Sànchez le dijo que iban a desconvocar la concentración. La CUP quería seguir. “Jordi Sànchez estaba convencidísimo de que había que desconvocar. Tuvimos un intercambio de palabras subido de tono porque yo no estaba de acuerdo que hubiese que desconvocar. Solo desconvocaríamos si se fijaba una hora para el día siguiente y seguir manifestando el malestar”. Al día siguiente se cumplió la exigencia de la CUP.
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