Las elecciones autonómicas andaluzas, convocadas para el 2 de diciembre, serán el primer 'test' para el nuevo Partido Popular. Será la ocasión de medir si el denominado "efecto Casado" funciona. Si la llegada de un líder joven, activo, animoso y con excelente tirón mediático tiene repercusión en las urnas como ya se anuncia en las encuestas. La cita es complicada. Andalucía es la peor plaza para el PP, donde nunca ha logrado gobernar desde la restauración democrática.
Pese a que Casado hablaba este viernes de que su partido le saca cinco puntos a Ciudadanos, hay enormes recelos en la cúpula de los populares. Tanto que, incluso se habla de un 'sorpasso' por parte de Cs, que podría colocarse como la segunda fuerza en la Comunidad, pese al desgaste que se supone que produce su apoyo al gobierno de Susana Díaz.
El 'efecto Casado' no será milagroso, comentan fuentes populares. Y vuelven la mirada a tiempos pretéritos, cuando José María Aznar tomó el relevo de Manuel Fraga y se convirtió en el líder de la derecha. Designado por el 'dedazo' de su predecesor el 4 de septiembre, Aznar tuvo que concurrir a las legislativas el 29 de octubre de 1989. Recién llegado de Castilla y León, apenas tuvo tiempo para hacer campaña, darse a conocer, extender su mensaje de cambio y renovación por toda España. Ni siquiera había logrado recomponer la estructura de su formación, anquilosada y oxidada por las rémoras del pasado.
Perdió las elecciones frente a Felipe González, tal y como se esperaba. Los socialistas se hicieron con 175 diputados en tanto que el recién nacido PP logró 107. Tan sólo dos escaños más que las logradas por Coalición Popular en las generales anteriores, con Fraga al frente. Un 'efecto Aznar' muy débil que provocó alguna decepción en las filas del electorado de centroderecha.
Un tropezón natural, que, sin embargo, se vio confirmado un par de años después en las elecciones locales. Aznar ya había tenido tiempo de reorganizar sus filas, de pasear un mensaje renovador por toda España e incluso de predicar la necesidad del cambio frente a un PSOE que no estaba en su mejor momento. No lo logró. En las municipales del 91, los populares consiguieron 4,7 millones de votos en tanto que los socialistas alcanzaron 7,2, una cifra previsible dado el poder territorial que tenía el PSOE en los municipios de España.
Una victoria raquítica
El siguiente 'test' electoral fueron las generales de junio de 1993, cuando ya los cimientos de aparato socialista, después de doce años en el poder, mostraban signos de decrepitud. Así y todo, González volvió a derrotar a un Aznar, ya asentado y bien instalado en Génova, por una ventaja de 18 escaños. El PP logró, esta vez sí, un ascenso notable de 34 escaños frente a la caída socialista de 16. Finalmente, no fue hasta 1996 cuando el 'efecto Aznar' se plasmó en una realidad y se impuso, por apenas 15 escaños y 300.000 votos a un González ya en fase política terminal, Una victoria ajustada, raquítica, que forzó acuerdos con los nacionalistas catalanes, concretados en el 'pacto del Tinell'.
Casado tiene muchos elementos en su contra, empezando por la naturaleza misma de estas elecciones. No cuenta en Andalucía ni con un candidato potente, ni siquiera con una estructura fiable, ya que buena parte de sus dirigentes se integran en la órbita de Javier Arenas. Tiene a su favor, con respecto a Aznar, que se enfrenta a un partido cosido por los escándalos de los ERE, los puticlubs, la cocaína, el saqueo de los dineros públicos y la corrupción casi sistémica.
Nadie le señalará en el caso de no lograr una victoria. Pero corre el riesgo de que, si no supera los 33 escaños con los que el PP cuenta en la actualidad, se diluya ese impulso renovador y casi ganador con el que ha llegado a la cúspide de Génova. Su equipo ya recuerda las derrotas de Aznar. "No hay que dramatizar, además son unas autonómicas. Más grave será si no recuperamos vuelo en mayo", apuntan. Entonces sí, el 'efecto Casado' estará a prueba.
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