Castilla y León es el escenario ideal para quienes ya adivinan pactos de gobierno entre el PSOE y Ciudadanos. La Comunidad vivió este 28-A un episodio casi único. Por vez primera en tres décadas, el PP perdió unas elecciones. Algo inaudito en la región. El PSOE se impuso en forma inapelable en unos comicios en la vieja Castilla, tierra política de Aznar y del propio Casado. Desde 1987 no ocurría similar acontecimiento. Sólo Felipe González, en el 86, logró tal proeza. Desde entonces, los socialistas han sido el eterno segundón, el comparsa eterno en una Comunidad que simboliza el poder conservador.
Doce diputados logró el PSOE el 28-A, diez el PP, ocho Ciudadanos y uno Vox. No caben extrapolaciones, ni es adecuado pensar en que en las autonómicas será el PSOE quien repita triunfo. Esto es lo que aseguran los analistas. Pero en Génova no se fían.
Perder la Junta castellano-leonesa tendría una incidencia letal en el poder territorial del PP. Hay un rincón para la esperanza. La aritmética apunta en otra dirección. El bloque de la derecha, que incluye PP, Cs y Vox, sumó 840.000 votos en tanto que la izquierda, con PSOE, Podemos y una testimonial IU, apenas superó los 600.000. "Habrá descalabro, victoria del PSOE, pero no el terremoto que tantos anuncian", comenta un diputado popular de la zona.
Nadie está tranquilo. "Aquí estamos con el casco puesto", dice esta fuente. El Partido Popular de la región estrena candidato, Alfonso Fernández Mañueco, alcalde de Salamanca y vencedor en las primarias de la formación con el aval de Soraya Sáenz de Santamaría. Mañueco, formal, escrupuloso y gris, sucede a Juan Vicente Herrera, cinco legislaturas le respaldan, casi todas ellas con mayoría absoluta y aún con una notable influencia política tanto en la zona como en el propio PP. Un relevo endemoniado. "Suceder a Herrera es casi tan complicado como suceder a Fraga", añaden.
Una pareja de barones
Días atrás, consumado el desastre de las generales, Herrera protagonizó un curioso acto público junto a Alberto Núñez Feijóo, el eterno 'delfín' del partido, y ambos poco admiradores de la gestión que desarrolla Pablo Casado. Cierto es que Herrera, en su momento, también aconsejó a Mariano Rajoy que colgara los trastos y se volviera a su casa.
El PP cuenta en la Comunidad voto fiel y tradicional, el de la España rural, ahora 'vacía', gente mayor, poco frecuentadora de las nuevas tecnologías e informada básicamente por medios tradicionales como la televisión. Un voto al que no llegan los partidos de la nueva política. Juega en su contra que Mañueco no es muy conocido, despierta unas comedidas simpatías y se lo juega casi todo a esta carta.
Enfrente tiene a Luis Tudanca, un joven pero veterano socialista, secretario general de su formación en la comunidad desde 2015, que ha sido diputado en el Congreso y confía en consumar el gran vuelco en estos comicios. Hay un elemento clave que juega en contra del éxito de la izquierda. Es el denominado 'factor naranja' que será clave a la hora de determinar el futuro gobierno.
El episodio tránsfuga
Ciudadanos crece en las encuestas en forma espectacular en la región, pese al rocambolesco episodio del fichaje de la tránsfuga Silvia Clemente, uno de los más pasmosos ridículos de la campaña. Este traspiés, sin embargo, le sirvió a Ciudadanos para catapultar como candidato a Francisco Igea, quien dio el paso al frente para evitar que se consumara la tropelía de Clemente, abandonada ahora a su suerte. Igea es un médico, diputado nacional, muy respetado en la región y con posibilidades de situarse en un puesto muy próximo a la cabeza.
La duda es si, a la hora de la verdad, Rivera le entregará el poder al PP o al PSOE. Nada dice Igea sobre el particular. En el PP tampoco se fían demasiado de lo que vaya a ocurrir pero consideran que si Cs le facilita el Gobierno al PSOE, tendría muy difícil recuperar el aliento del que ahora goza entre los electorales.
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