Las divisiones en el seno del separatismo se traduce en una desmovilización de su electorado, según los sondeos que se manejan de cara el 21-D. La chapuza de la declaración de Independencia, de la que ya reniegan algunos de sus más caracterizados impulsores, la fuga de Puigdemont a Bruselas, el encarcelamiento de gran parte de los exconsejeros, el distanciamiento de los líderes secesionistas se traduce en una menor motivación en este sector social de cara a la cita con las urnas de septiembre.
Los comicios de 2015, en plena efervescencia separatista, registraron l mayor índice de participación d la historia de Cataluña con casi un 78 por ciento. Nunca en unas autonómicas el porcentaje de votantes había superado el 70 por ciento. Un registro de récord que, de acuerdo con las previsiones, no se va a repetir. Los secesionistas anhelan que se repita ese registro. La movilización les favorece. Sin embargo, los ánimos ente sus filas están alicaídos. Demasiadas pugnas internas y un clamoroso vacío de liderazgo han propiciado esa sensación de desánimo. Los sondeos internos les anuncian un retroceso de 250.000 votos. Quizás cambien las cosas en estas cinco semanas que faltan para las elecciones.
De momento, los estudios internos de los partidos arrojan una tendencia contraria. En las filas democrátas, es decir, PP, Ciudadanos y PSC se advierte un despertar repentino, con casi 150.000 votantes más que en 2015. El golpe de Estado de los separatistas y la reacción clamorosa de la población, espoleada por el discurso del Rey, que se echó a las calles en Barcelona en una iniciativa sin precedentes, están modificando el panorama electoral de Cataluña.
Dos puntos clave
Los constitucionalistas necesitan que este respaldo se mueva principalmente en Barcelona y Tarragona, donde les favorece. Al tiempo, sería muy beneficioso para sus intereses el decaimiento del fervor secesionisa en Gerona y Lérida, donde siempre la participación es mayoritaria. En los pequeños pueblos del interior catalán triunfa habitualmente el independentismo. Los estudios demoscópicos detectan una caída en esta tendencia. Sólo así de lograría una modificación drástica con relación al resultado de las últimas elecciones en las que los separatistas lograron menos votos pero más escaños. Barcelona es la clave que puede decidir la contienda electoral. Pasar de los 45 escaños democráticos de ahora a los 47 o 48 sería posible.
El único problema es que los comunes podemitas se han pasado a la acera de los independentistas, con una maniobra extraña de Ada Colau que augura un cambio de equilibrios en el seno del futuro 'Parlament'. Este paso, justificado con una votación improvisada, ha sembrado el desconcierto en un sector del votante de los comunes, que no sintonizan con la reivindicación de la independencia. De ahí que pueden producirse deserciones, lo que alimenta más aún el desconcierto por el resultado final de la cita del 21-D.
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