El arranque de la campaña electoral viene condicionado por las encuestas, sobre todo por la que ha publicado esta semana el Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS). La verdad es que la memoria de los españoles, incluidos sus medios de comunicación, es preocupantemente corta. Ya nadie se acuerda de que hace tres meses tuvimos unas elecciones en nuestro país, las de Andalucía, y en aquella ocasión casi nadie dio pie con bola. Que se lo digan a Susana Díaz, que se quedó sin trabajo de forma inesperada.
Las encuestas son instrumentos muy valiosos y necesarios, pero conviene no mitificarlos. Miden la temperatura del paciente en un momento dado, pero su capacidad para predecir el resultado de unas elecciones es muy relativa, y tenemos ya suficiente experiencia acumulada.
Si nos atenemos a las pasadas elecciones andaluzas, por ejemplo, hay que recordar que la encuesta que hizo el CIS sólo auguró un escaño para Vox, cuando finalmente obtuvo 12. Y al PSOE le atribuyó entre 45 y 47 cuando en realidad logró 33, es decir, 12 escaños menos.
Semejante desfase no significa que el CIS haga mal sus encuestas. Lo que pasa es que ni tenemos en cuenta que los sondeos del CIS se hacen con muchísima antelación respecto a la fecha de los comicios ni que cada vez hay más indecisos que resuelven sus dudas más tarde. Con ese panorama, casi es imposible acertar, por muy bien que hagan su trabajo.
Demasiados indecisos
Ahora con las generales pasa algo parecido. El CIS hizo 16.194 entrevistas personales en toda España, pero fueron realizadas entre el 1 y el 18 de marzo pasado, es decir, seis semanas antes de que se celebren las elecciones del 28 de abril. Como era de esperar, el resultado de esa encuesta da un número espectacular de indecisos: el 41,6% no tenía decidido todavía a quién votar.
Con ese panorama, tomar la encuesta del CIS como una verdad absoluta y dar por hecho que el PSOE ganará de calle y podrá elegir con quién pactar es muy poco prudente. Si miramos las horquillas de distribución de escaños de la encuesta, es cierto que la suma de PSOE y Podemos podría dar una mayoría absoluta en los cálculos más optimistas, pero también es cierto que si se suman las partes altas de las horquillas del PP, Ciudadanos y Vox salen 166 escaños, es decir, a sólo diez de la mayoría que permitiría la constitución de un Gobierno a la andaluza.
¿Diez escaños es un abismo imposible de remontar en lo que queda de campaña? Dado el alto número de indecisos, no parece tanto y, sobre todo, si se tiene en cuenta que la mayor parte de los entrevistados por el CIS que dicen tener dudas se debaten entre votar al PP o a Ciudadanos (el 12%). No hace falta ser muy listo para saber que el día que esos indecisos decidan su voto el bloque de centro-derecha se beneficiará de ello.
Por tanto, y por mucho que todas las encuestas acaben pareciéndose unas a otras como gotas de agua, convendría tener memoria y ser cautelosos. En un escenario de pentapartidismo inédito en España y con un sistema electoral tan poco proporcional como el nuestro no es fácil acertar los resultados con tanta antelación. Y recordemos que en nuestro país está prohibido publicar encuestas la última semana antes de las elecciones, justo cuando sería más fácil adivinar el resultado...
Uno de los grandes gurús de la demoscopia patria suele decir que en esta época tan líquida, de tanto estrés y de 140 caracteres, los ciudadanos cada vez esperan más tiempo para decidir su voto. De hecho, él tiene testado a través de encuestas realizadas los últimos días de campaña que en realidad hasta el mismo domingo electoral no se puede prever bien el resultado final. Por tanto, no cabe otra que esperar: la única encuesta que vale es la del 28-A. Hasta entonces, disfrutemos todos de la campaña... si es que podemos.
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