Nunca han sido tantas, ni sus resultados se han tenido que tomar con tanta precaución. El aviso de que algo fallaba llegó con las anteriores generales. Y desde que Pedro Sánchez entró en La Moncloa, no quitó el ojo de los sondeos para decidir el momento preciso en el que debía apretar el botón nuclear y maximizar los resultados del PSOE.
La fragmentación de la oferta política agrupada hasta hace cuatro años bajo las siglas socialistas y populares ha provocado un cambio de paradigma. Los electores cada vez deciden más tarde por qué opción se van a decantar. Según la encuesta preelectoral del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) realizada entre el 1 y el 18 de marzo, un 41,6% de aquellos que quieren ir a votar el 28-A dice no tener aún decidido su voto.
Así que la campaña que arrancó el pasado viernes se torna clave para afianzar a los electores que pueden dar un vuelco a la configuración del próximo Gobierno o llevarnos de cabeza a una repetición electoral. Tanto, que el tradicional debate sobre las medias y los programas se ve a menudo eclipsado por los cálculos de las futuras alianzas y la suma de bloques que dibujan los sondeos.
Un debate donde los ciudadanos se ven bombardeados diariamente y desde hace meses con información sobre la carrera partidista y las subidas y caídas del apoyo a los distintos candidatos y formaciones. ¿Hasta qué punto condicionan la elección de la papeleta? Para el director del CIS, José Félix Tezanos, pareció clara la importancia de construir desde el minuto uno un relato ante la corta duración que se auguraba al mandato de Sánchez.
El miembro de la Ejecutiva socialista hasta su nombramiento como director del Instituto público decidió cambiar no sólo la fórmula de presentar las encuestas (sin cocina) sino también la frecuencia de los barómetros trimestrales por un sondeo mensual, en el que el PSOE siempre ha salido beneficiado. Tanto, que en Ferraz alarmaba que esa ventaja tan acusada sobre el resto de fuerzas pudiera no movilizar a su electorado, sino todo lo contrario; dejarlo en casa ante la evidencia de la victoria.
De hecho, el auge de Vox que han dibujado los sondeos en los últimos meses y que ahora parece estabilizado, es uno de los puntales en los que confían los socialistas para que los votantes del bloque de la izquierda no se queden en casa tras el aviso de las elecciones andaluzas del pasado mes de diciembre, que desalojaron del poder al PSOE tras casi cuarenta años al frente de la Junta.
Precisamente, el PP de Pablo Casado, reforzó su discurso apelando al voto útil y advirtiendo de que el voto a Vox en lugar del a los populares acabaría reforzando al partido de Sánchez en las circunscripciones donde se reparten menor número de escaños.
Pero todo está tan en el aire y las fugas de votos de unas fuerzas a otras -especialmente entre los tres actores de la derecha- aún siguen produciéndose, que muchos han recurrido a realizar promedios de todos los sondeos de las casas encuestadoras para tratar de aproximarse de una forma más objetiva a lo que en realidad puede suceder.
Aunque la última semana, el grifo de los sondeos se corta hasta la noche electoral. La Ley Electoral española prohíbe publicar encuestas en los cinco días anteriores a la votación. Como ocurrió en los anteriores comicios, la atención girará hacia las encuestas publicadas por los medios de Andorra, donde los partidos se convierten en piezas de fruta.
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