Ni una mención a Carles Puigdemont en el debate de reivindicación de su investidura. Anna Caula, que ejerció de portavoz de ERC en ese tramo de la sesión, no se refirió al expresidente más que de pasada. Uno más entre los dirigentes del 'procés' fugados por el mundo. Manipuló, eso sí, el recurso ante Nacionaes Unidas, subrayó la 'internacionalización del conflicto', se conmiseró de los presos, de sus familiares y, por supuesto, lanzó sonoras andanadas contra la 'represión del Estado', en todas sus variantes.
Los republicanos tienen prisa en dar por enterrada la etapa Puigdemont. La sesión parlamentaria pretendió ser la ceremonia de su adiós. Una despedidas 'con honores', en la que la Cámara aprobó su derecho, y el de Jordi Sánchez y Jordi Turull, a se candidatos a la investidura. Pura palabrería, fuegos artificiales. Sólo su partido, JxCat y la CUP reclamaron un pleno inmediato para poner en práctica esta resolución. En ERC se miró para otro lado. Nada de tener al Supremo. Nada de pisar la línea roja.
Roger Torrent, presidente del Parlament que ejerce de 'gran referencia' de toda la familia secesionista, le había propinado la primera bofetada antes de arrancar la sesión. Pretendían los neoconvergentes aprobar el voto delegado de su jefe. Fue una propuesta sin aviso previo. Puigdemont quería votar esa misma mañana, igual que lo hacen Junqueras o Forn, ambos en presidio. No son casos iguales ya que éstos tienen autorización del juez Llarena. Torrent no está por la labor de jugar con la Justicia, de hacerse 'un Forcadell'. Se han de respetar los trámites judiciales. Aplazó la cuestión hasta el próximo pleno, si ha lugar. Ya se le negó el voto delegado el 18 de enero, cuando se encontraba en su refugio de Bruselas. Torrent es implacable, dicen los suyos.
A solas con la CUP
Durante el debate sobre su derecho a la investidura, tan sólo Gemma Geis, la oradora de su partido, y Carles Riera, de la CUP, exigieron la celebración de un pleno especial para votar la investidura de Puigdemont. Es decir, elevarle a la presidencia de la Generalitat al margen de las disposiciones judiciales. Un empeño imposible. Nadie secundó la idea. Los comunes, por medio de Xavier Domènech, argumentaron que 'es como volver a la casilla de salida'. Un paso atrás. Los oradores del bloque constitucionalista la rechazaron de raíz.
Las miradas estaban puestas en ERC. Anna Caula, fría y escrupulosa, cumplió el libreto establecido. Ni palabra de 'entronizar' al expresidente. La era Puigdemont ha pasado. Es la venganza de Oriol Junqueras, en prisión desde hace cinco meses. ERC lleva ahora la manija a través de Torrent. Dirige la Cámara, recibe al jefe de los Mossos, negocia el 'frente de unidad, social y democrático' para plantarle cara a las 'embestidas del Estado', mira hacia oro lado cuando actúan los vándalos, reconforta a los familiares de los presos..."Es quien dice cómo están las cosas y cómo han de hacerse", señala un diputado del PDeCat, gozoso con el arrinconamiento de Puigdemont.
Ha aplazado el arranque de una nueva ronda negociadora para dar con otro candidato. El cuarto. de momento es preciso esperar a los jueces alemanes. Con Puigdemont entre rejas en Neumünster, no es adecuado negociar el nombre de su sucesor. Todo se andará. Habrá que esperar un par de semanas para que se despejen las brumas de los tribunales. Junqueras urge desde Estremera la formación de un Govern 'efectivo'. Tiene una ventaja sobre su rival. Tiene a Torrent, un veterano de ERC, mano derecha de Marta Rovira, ahora fugada en Ginebra, y actual dueño del escenario separatista. El expresident, tarde o temprano, deberá ceder su acta para elegir un presidente 'legal'. Se convertirá, así, en uno más, un expresidente, exdiputado y poco más. Ni siquiera un 'presidente de la república en el espacio libre de Bélgica".
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