La reiteración de sobreactuaciones en el Congreso comienza a preocupar al sector moderado de Podemos. En los últimos meses, desde que el PSOE avanzó que se abstendría en la investidura de Mariano Rajoy (PP), los diputados de la formación morada han sido emplazados a participar en escenificaciones que han derivado en polémica. Un show que ha ido en aumento con respecto a la anterior legislatura y que genera recelo entre los errejonistas, según fuentes parlamentarias.
Y no se refieren a mostrar desde el escaño un cartel que pida la libertad para Andrés Bódalo, edil de Jaén en Común condenado por agredir a un concejal del PSOE, o a hacer lo propio con la Declaración de los Derechos Humanos en protesta por los centros de internamiento de extranjeros (CIE). Los afines al número dos de Podemos, Iñigo Errejón, apuntan a los episodios que han terminado provocando amplio revuelo en la opinión pública: el plantón al minuto de silencio por la muerte de la senadora Rita Barberá; el desaire al Rey al permanecer sentados tras su discurso de la Apertura Solemne; la ausencia en la foto institucional de después; las apelaciones a la “cal viva”; los llamamientos a Rodear al Congreso desde la tribuna del Parlamento, o el abandono momentáneo del hemiciclo justo antes de la primera votación de investidura tras un rifirrafe con la presidenta de la Cámara baja, Ana Pastor.
En las filas errejonistas, comentan las fuentes citadas, hay creciente inquietud ante la posibilidad de que Podemos pueda quedar estigmatizado a los ojos del PSOE o de sus propias confluencias. De manera que tal visión negativa impida la consecución de futuros acuerdos, inevitables. De hecho, Compromís, socio de Podemos el 26-J, y ERC se desmarcaron de la ausencia de los diputados morados en el minuto de silencio por el fallecimiento de Barberá. El portavoz parlamentario de Compromís, Joan Baldoví, manifestó que “hay que separar la vertiente política de la personal” y que “cualquier persona merece ese mínimo respeto”, en alusión al pésame institucional.
Un análisis compartido estos días por los errejonistas en las redes sociales ha puesto sobre el papel dicho diagnóstico, negro sobre blanco. Los partidarios de una formación morada transversal y aperturista, alejado de la crispación, recomiendan su lectura para reflexionar “sobre las posibilidades de un Podemos decisivo, o no, en la política española”.
¿Alguien piensa que estamos en una etapa para denigrar y que luego vendrá otra etapa para concluir acuerdos?
Titulado Podemos en la encrucijada. Disyuntivas, publicado en Pensamiento Crítico y escrito por Eugenio del Río, representante de la izquierda radical antifranquista y antiguo líder de Movimiento Comunista (MC), el documento cuestiona que Iglesias haya optado por emplear un “verbalismo pseudo-radical”, que no conduce sino a una vía muerta. “¿Alguien piensa que, verdaderamente, estamos en una etapa para denigrar y que luego vendrá otra etapa para concluir acuerdos? ¿No está claro que los insultos de hoy se superponen como estratos de cemento armado que pueden cegar la puerta de acuerdos futuros?”, subraya el autor.
“El verbalismo estridente se dedica a crearse enemigos más allá de lo inevitable. Vive de crearse enemigos. Genera hostilidad hacia quien lo cultiva. No gana amigos y eventuales aliados, sino incondicionales, que es algo diferente. El verbalismo crea relaciones de conmigo o contra mí, de todo o nada”, sostiene Del Río. Este jueves, la portavoz adjunta de Podemos en el Congreso y jefa de gabinete de Iglesias, Irene Montero, insistía en que "el fallecimiento (de Barberá) no borra una trayectoria política marcada por la corrupción".
Para el autor, “esos incondicionales que jalean los exabruptos más rimbombantes se convertirán en una losa para los líderes que los pronuncian cuando quieran hacer política de verdad, lo que implica negociar, hacer concesiones, poner sordina a sus trompetas justicieras y bajar los decibelios. La política ordinaria, la que existe realmente, se hace así”, recalca el veterano analista.
"Sintonizar con las mayorías"
Según Del Río, en el círculo más próximo a Pablo Iglesias “parece mayor la preocupación por suministrar confort ideológico a un sector relativamente minoritario y aficionado a la exageración verbal que la de sintonizar con las mayorías sociales. Ese propósito lleva a labrar unas ideas, un lenguaje y unas actitudes que propician la desconexión con las mayorías y una bunkerización ideológica tan malsana y vetusta como infructuosa”. “En el estilo verbalista tienen más peso la mordacidad y la humillación de los adversarios que las razones y las propuestas políticas”, sentencia el exsecretario general de MC.
Además, Del Río recuerda que “uno de los males que ha pesado sobre la historia de la izquierda revolucionaria o radical (..) es la tendencia a producir un lenguaje, unas imágenes, un mundo subjetivo que busca dar satisfacción de puertas adentro (…), sin esforzarse por llegar a personas que permanecen ajenas a esas tradiciones y a esos mundos ideológicos y sentimentales”. Esta reflexión coincide plenamente con esa apuesta de los errejonistas por atraer a “los que faltan” para construir una “nueva mayoría popular”.
El escritor también se pregunta si “no es evidente que acumular insultos solo sirve para unir a un partido que se siente, todo él, agredido”. A su juicio, es una “forma de actuar que no ayuda a propiciar los acuerdos ni a obtener respaldos sociales más allá de los sectores que ya están convencidos y a los que sacia un acaloramiento estéril”, índice. “Con este comportamiento no habrá alternativa a la derecha”, concluye. Todo un aviso a navegantes.
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