Al tiempo que un ataque informático ponía en jaque a decenas de empresas españolas, el Partido Popular sufría una especial conmoción a causa de otro tipo de ataque. La filtración de escuchas telefónicas y conversaciones en torno a la 'operación Lezo', el último escándalo de corrupción que ha estallado en el seno del partido.
Esta vez, el protagonista de una de las escuchas era el propio presidente del Gobierno. Aparecían también nuevos nombres, como Dolores Cospedal o Federico Trillo. "Un bombardeo que no sabes cuándo va a parar", comentaba, abrumado, un dirigente del PP.
Esta vez, el impacto fue de mayores dimensiones que los conocidos hasta ahora. El portavoz del Gobierno, Íñigo Méndez de Vigo, tuvo que salir al paso, en la rueda de prensa de los viernes tras el Consejo de Ministros, para revelar que Rajoy en persona le había desmentido esos episodios, en los que aparecía como protagonista de una conversación que se refería a chantajes y compra de silencios y voluntades. "Me lo ha dicho a mí", explicó, el portavoz, quizás para evidenciar que el asunto no había sido objeto de conversación en la mesa del Consejo. "No, no, no y no", aseveró Méndez de Vigo. "Quien lo conoce, bien sabe que Rajoy es una persona a la que no se puede chantajear".
Visitaba Rajoy el Salón del Automóvil de Barcelona, donde cruzó fríos saludos con el presidente de la Generalitat. Su equipo tenía una oreja en Madrid, pendiente del desarrollo de las reacciones a la revelación de las últimas escuchas. Tensión y nervios. Llovía sobre mojado. El Gobierno había vivido una semana infernal, con una sesión de control en el Congreso en el que la oposición en pleno reclamó dimisiones a puñados. El ministro del Interior y el de Justicia aparecían en el foco de todas las sospechas. El secretario de Estado de Seguridad protagonizó un interminable rosario de comparecencias ante los medios para despejar las dudas sobre su encuentro con el hermano de Ignacio González. La rebelión de los fiscales y la exigencia de ceses del fiscal general del Estado y del jefe de Anticorrupción completaban la escena.
Barridos por el escándalo
El estallido de la 'operación Lezo' ha conmocionado tanto al Gobierno como al Partido Popular. La corrupción ha vuelto a adueñarse del eje de la vida política. Ni los buenos datos de la creación de empleo, o las excelentes previsiones de crecimiento de nuestra economía que auguraba Bruselas pasaron a un cuarto plano. "Los escándalos lo barren todo, lo arrasan, no sabemos cuál será el de mañana, quién aparecerá en una conversación con Nacho (Ignacio González)", comentaba esta fuente. "Es como el ciberataque, luchamos contra un ejército de sombras y no sabemos dónde estallará otro bombazo, a quién alcanzará, cual será la dimensión de los daños", susurra un alto cargo de la administración del PP, abrumado ante el incierto panorama.
Algunos dirigentes de Génova repiten lo que ya apuntaron en su día. "No hemos plantado cara a la corrupción como se debe, en tiempo y forma adecuada. Está claro que los jefes de la banda es gente del pasado, pero estuvieron en el PP, y con mucho poder, y eso nos marca, nos contamina y nos penaliza", subrayan.
José Manuel Maza, fiscal general del Estado, ha tenido que emplearse muy a fondo para explicar que cuando se refiere a que necesita herramientas para atajar el casi cotidiano ejercicio de las filtraciones, no se refería a que piense en instaurar una censura sobre los medios. "Pido ayuda para hacerles frente", le dijo a los diputados en su comparecencia en la comisión de Justicia del Congreso. Grabaciones efectuadas durante la investigación, incluidas ahora en un sumario secreto, emergen cotidianamente con efectos devastadores en los cimientos del partido en el poder.
Este martes, el Congreso votará una iniciativa del PSOE para reprobar tanto al titular de Justicia como a los fiscales general y jefe de Anticorrupción. Es muy posible que consiga su objetivo. Rajoy estará regresando de China, donde, al menos, habrá podido liberarse por unas horas de la lluvia ácida que empieza a provocar serios desperfectos en la armadura de su formación. El estado de ánimo de los dirigentes del PP está por los suelos. La moral de la tropa, bajo mínimos. "Es una pesadilla. Lo peor, es la incertidumbre, nadie sabe lo que va a ocurrir las próximas horas, qué nos deparará el siguiente titular". Un partido que creía superados los efectos del 'caso Bárcenas', se encuentra de nuevo en estado de shock.
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