La declaración de Dina Bousselham en la Audiencia Nacional se ha convertido en un peligroso bumerán para Pablo Iglesias. La exasesora de Iglesias en el Parlamento Europeo y exdirigente de Podemos desmintió el lunes casi por completo la tesis del vicepresidente del Gobierno en la investigación sobre el robo de su móvil en 2015, que se investiga en el marco del caso Tándem sobre el excomisario José Manuel Villarejo. Sobre la presunta conspiración de medios y policías, Iglesias construyó su campaña electoral de 2019 y ahora la sospecha es que fue él quien maniobró aprovechando el caso Villarejo.
El pasado lunes, Bousselham admitió ante el juez Manuel García-Castellón haber sido la autora de las capturas de pantalla comprometedoras con Iglesias, entre las cuales se encontraría la polémica conversación sobre la periodista Mariló Montero, y que también ella las envió a otros compañeros de partidos y otras personas.
A la vez, corrigió su primera versión y afirmó que lleva más de tres años en posesión de una tarjeta que en teoría perdió en 2015. Bousselham, además, desveló por primera vez que cuando el secretario general le devolvió la tarjeta SD del móvil presuntamente robado en verano de 2016, seis meses después de que se la pasara el expresidente del grupo Zeta, estaba "destruida". En la primera declaración se limitó a indicar que el contenido era ilegible.
Ese giro en su declaración ha levantado todo tipo de sospechas sobre la actuación de Iglesias. “El juez quiere saber quién destrozó esa tarjeta y por qué”, señalan preocupados en el partido morado. El temor es que el asunto acabe salpicando al secretario general. Y que, de paso, salgan a la luz más pruebas en su contra. Por ejemplo, la posibilidad de que Iglesias no devolviera la memoria SD en 2016, sino mucho tiempo después. O sea, que la guardó sin que Bousselham lo supiera.
Campaña "planificada"
El embrollo político-judicial dio un vuelco a finales de 2018, cuando la exasesora de Iglesias en Bruselas y dirigente de Podemos Madrid recibió la información de que la Policía había encontrado en el domicilio de Villarejo una copia de su tarjeta de memoria SD. Después de denunciar el robo, había ampliado la denuncia en julio de 2016 para extender la acusación a los medios que acababan de publicar parte del material de la misma. Tras recibir la llamada de la Policía, la exasesora avisó a la cúpula del partido y en Podemos se dieron cuenta de que podían obtener rédito de la situación.
En 2019, Podemos entraba en su año más difícil. Actuaba de muleta de Pedro Sánchez y estaba debilitado electoralmente, Iglesias e Irene Montero lidiaban con la polémica del chalet y las arcas del partido estaban casi vacías. Se abrió una ventana de oportunidad: utilizar el caso Villarejo para alimentar las tesis de las cloacas periodístico-policial y volver al esquema del “victimismo”. El partido remontó los sondeos, pasando del 11% al 13,5% de votos.
El tema de las cloacas fue el eje de la campaña de Podemos en las elecciones de abril de 2019, con el exasesor argentino de Iglesias, Pablo Gentili, en primera linea. Fue una “estrategia bien planificada”, aseguran en Podemos, donde ahora reconocen que la rectificación de Bousselham no solo desmonta ese argumento, sino que amenaza con implicar a Iglesias en un encaje de bolillos imprevisible.
Destrucción de pruebas
La situación es tan enrevesada que Villarejo ha pasado de protagonista a comparsa. A nivel judicial ya todos creen que el juez acabará archivando la presunta conexión entre el excomisario y el robo, para centrarse en investigar quién y por qué destruyó la tarjeta del móvil. “El juez ahora querrá saber si es cierto lo que dice Dina o Pablo: uno de los dos miente”, reconocen en el partido, donde aseguran que la cúpula quiere alejarse de ella.
"El juez dejó entender que el asunto no termina aquí”, recogen fuentes judiciales y también de Podemos para comentar la declaración del lunes en la Audiencia Nacional. Y añaden que podría ser el preludio a la apertura de otra investigación en el seno del caso Tándem, con el agravante, esta vez, de una posible imputación de Iglesias por destrucción de pruebas. “Ahora Iglesias deberá demostrar que él no rompió la tarjeta. Lo tiene difícil”, recalcan.
La cuestión es que la versión de Bousselhan chirría en algunos puntos y no cuadra con lo que dijo Iglesias. La exasesora de Podemos, por ejemplo, no declaró hasta el pasado marzo que Iglesias le había devuelto la tarjeta en verano de 2016. “El juez eso no se lo explica y se lo ha dicho claramente”, afirman personas conocedoras de la declaración de la exasesora.
Luego está el tema de las capturas de pantalla. También en ese caso, la exdirigente de Podemos modificó su versión en pocas semanas. En la primera declaración negó tres veces haber enviado ella las imágenes. Pero el pasado lunes lo admitió.
“Si Dina envió las capturas de pantalla a miembros del partido para rajar contra Iglesias, ¿a quién se las envió? ¿Pablo pudo retener la tarjeta para intentar aclarar todos los participantes de esos chats paralelos?”, comentan fuentes de Podemos que recuerdan que, por aquel entonces, el líder de Podemos ya desconfiaba de Íñigo Errejón (el primer choque se registró en 2015 y no a finales de 2016). ¿Pudo estar interesado en saber con quién había contactado Bousselham?
Las capturas de pantalla se publicaron después de las elecciones de junio de 2016, recuerdan en el partido morado. Ese hecho demostró que no había una conspiración contra Podemos. “Era la demostración que venía de dentro. Eso lo sabía todo el mundo. También Pablo. Si hubiera sido para dañar el partido, las capturas de Mariló Montero habrían salido antes de las elecciones; en cambio, fue después. Se filtraron para hacer daño a Pablo, no al partido”, agregan en Podemos, señalando al sector errejonista.
Defensa propia
Fuentes de Podemos reconocen que la cúpula del partido no está satisfecha con la declaración de la testigo del lunes. Algunos señalan al error en la estrategia de defensa de la abogada, mientras que otros plantean si “más que un error, hay algo detrás”. Lo más probable, no obstante, es que Bousselham haya corregido su versión para defenderse ante una posible acusación de falso testimonio. Pero han vuelto a aflorar las sospechas sobre ella: “Muchos desconfiamos de ella, pero Pablo no quiso hacer nada”, comentan en Podemos.
El entorno de Bousselham supo que la policía se estaba centrando en la tarjeta de memoria SD y en quién la había destruido solo a partir del pasado mes de marzo. Hasta entonces nadie temía un desenlace de ese tipo. Bousselham ya había hecho su primera declaración, y es a partir de marzo, según las fuentes consultadas, que la exdirigente vio por dónde estaban mirando los investigadores.
Ante las contradicciones de Bousselham, es probable que el juez pida a Iglesias otra declaración jurada. El vicepresidente declaró como parte afectada pero estaba obligado a decir la verdad, al igual que los testigos. Si el juez de la Audiencia Nacional considera que mintió, puede elevar una imputación por falso testimonio que se analizaría en el Tribunal Supremo.
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