La política es un constante ejercicio de funambulismo. Hace poco más de tres meses, Pedro Sánchez confesó en Moncloa que mantendría "reuniones con foto" con Carles Puigdemont. Cabe recordar que incluso dejó abierta la posibilidad de que esa imagen se produjera aún sin haber entrado en vigor la medida de gracia. Y justificó su intención de posar con el prófugo de la Justicia en aras de la "normalización política" que dice haberse propuesto en Cataluña.
Pero el presidente del Gobierno, pese a que el Congreso aprobó este jueves la amnistía, no vive su mejor momento político. Y el estallido del caso Koldo y el adelanto de las elecciones en Cataluña alejan por completo esa escena. Fuentes socialistas aseguran que la imagen se producirá cuando la medida de gracia esté definitivamente aprobada, dentro de dos meses aproximadamente y, en cualquier caso, tras de los comicios del 12 de mayo. La foto era una exigencia de Puigdemont. Pero la convocatoria electoral lo ha parado todo.
En verdad, en estos momentos es el propio expresidente catalán quien no está muy por la labor de verse cara a cara con Sánchez, a quien acusa de haberse confabulado con ERC para propiciar la llamada a las urnas y dejarle fuera de juego. Su entorno asegura: "Pere Aragonès y Pedro Sánchez han jugado con el calendario, sabiendo que los jueces dilatarán [la aplicación de la ley de amnistía]". Ese es el motivo por el que Junts sube la apuesta al dar a entender que Puigdemont será el candidato en las elecciones autonómicas -también de las eurpeas-. Pero nadie se cree el farol. Ni en Moncloa, donde excusan que la prerrogativa del adelanto es asunto de Aragonès, ni en el Palau de la Generalitat. Los plazos se lo ponen muy complicado.
Es más, una alta fuente socialista no se cree que Puigdemont termine siendo el candidato el 12-M: "No lo veo. Es muy forzado. ¿Se va a arriesgar después de toda sus épica y parafernalia a que le derroten en las urnas?". En el PSOE ya están instalados en modo campaña. Los socialistas se ven fuertes. Y el presidente del Gobierno lo dará todo en la campaña de esos comicios. Cataluña es casi un asunto personal para el líder. Este mismo fin de semana se celebra el congreso del PSC y Sánchez va dispuesto a arrollar con su discurso de reconciliación y con la amnistía bajo el brazo.
El núcleo duro del presidente no ve problemas en la convocatoria catalana pese a que les ha impedido sacar adelante los Presupuestos de este año. "No nos impide seguir gobernando. Que nadie deduzca que esto ponga en riesgo la estabilidad del Gobierno", explica un fiel colaborador suyo. Todo parece indicar que las elecciones eran buscadas también por Moncloa, que quiere un nuevo reparto de cartas para clarificar la legislatura. Si Moncloa consigue que Illa, que ya ganó las elecciones de febrero de 2021, llegue al Gobierno catalán, Sánchez cree que podrá hacerse menos dependiente de los independentistas. Pero la aritmética en Madrid no cambiará.
El PSOE arrasó el 23-J en Cataluña. El PSC, su partido hermano, le brindó la friolera de 19 escaños en Madrid. Los socialistas catalanes bebieron en gran medida del banco de votos que en su día aupó a Inés Arrimadas (Ciudadanos) a la estéril victoria que no pudo frenar el desembarco de un nuevo ejecutivo secesionista en San Jume. Pero hay una seria diferencia. El 24 de julio, un día después de las elecciones catalanas, el propio Illa rechazó tajantemente la amnistía y el referéndum.
Y ahora le toca defenderla. Los electores catalanes que entonces optaron por la papeleta del PSOE lo hicieron sin saber que Sánchez tramitaría la ley e intentaría que Carles Puigdemont, quien proclamó la independencia, fuera exonerado de todos sus delitos. Y eso es fundamental. Si las elecciones gallegas, las primeras tras la ley, fueron un golpe duro para el PSOE, las catalanas serán el test definitivo. Antes, el 21 de abril, se celebrarán las vascas. Pero el Euskadi es otro planeta políticamente.
Apoya TU periodismo independiente y crítico
Ayúdanos a contribuir a la Defensa del Estado de Derecho Haz tu aportación