"Parece que todo empieza en Madrid pero no". Los politólogos salen rápidamente a aclarar que la "arriesgada" fórmula propuesta por la candidata a la alcaldía de la capital de España, Begoña Villacís, de repartirse la legislatura con su par del PP, José Luis Martínez-Almeida, está lejos de ser nueva. Si lo es, claro está, el disparadero mediático sobre el que se posa... pero no será siquiera la primera capital en la que se estrena: la medalla corresponde a Palma.
La capital mallorquina (400.000 habitantes) es un ejemplo de relativo triunfo para una de las fuerzas que promovió la alcaldía compartida, el PSOE. Tras hacerse con seis escaños en 2015, los socialistas apostaron por repartirse el poder con el eco-nacionalista MES (cinco) y Podem (cinco). Todo ello para impedir que acceda al gobierno el entonces ganador de las elecciones, el Partido Popular. Al principio de la Legislatura, los últimos comicios han dado tres escaños más al PSOE, que seguiría gobernando el ayuntamiento con su ahora alicaído compañero de alcaldía, MES (tres).
Más llamativo es el éxito que ha tenido la fórmula como 'mecanismo de resistencia' en el ayuntamiento canario de Teror (13.000 habitantes). El pacto que sellaron en 2015 el PSOE y el PP para dejar afuera a la candidata de Nueva Canaria, Isabel Guerra, podrá volver a reeditarse tras los comicios de 2019. Las diferencias ideológicas y personales de los líderes socialista y popular con la candidata de centro-izquierda nacionalista y exPSOE han sido suficientes para cimentar un alianza que avasalla el techo de cristal que para muchos todavía supone el tradicional bipartidismo.
"En una ciudad grande y amplia, puede sonar a querer asientos"
Las alcaldías bicéfalas, sin embargo, no siempre dan frutos. Si no, que se lo pregunten a los que la emprendieron tras un pacto a seis bandas - entre ellas, Podemos y Ciudadanos - en la ciudad de Torrevieja (83.000 habitantes) para poner fin a 27 años de gobierno del Partido Popular. El PSOE, segunda fuerza tras el PP, acordó repartirse la alcaldía con Los Verdes. Sin embargo, estos últimos, esgrimiendo riesgos de la aritmética, acabaron incumpliendo el pacto y se mantuvieron en la alcaldía pese a haberse comprometido a dejarla pasados dos años. El resultado: el PP ganó con mayoría absoluta las últimas elecciones.
"Uno de los riesgos que tiene este tipo de pactos es que precisamente no están recogidos por reglamentos de ningún tipo. Es decir, son acuerdos que no tienen más peso que la palabra y que se pueden romper con facilidad", advierte el politólogo de la Universidad de Navarra, Jordi Rodríguez Virgili. "Tienen más lógica en ayuntamientos pequeños, donde muchas veces los candidatos se reparten la alcaldía por una mera necesidad de conciliar su vida política con la laboral... Pero también se pueden aplicar a casos de negociaciones muy cruzadas, entre partidos en varias regiones, que buscan fórmulas distintas. No sé si es una buena idea o no, pero también es cierto que, máxime en una ciudad como la capital del Estado, proponer una solución de este tipo puede dejar el mensaje en la ciudadanía de que se quieren asientos a toda costa. De que lo programático o ideológico importa menos que el sillón".
Más aún en una ciudad como la capital del Estado, proponer una solución de este tipo siempre puede dejar el mensaje en la ciudadanía de que se quieren asientos a toda costa"
En esa misma línea de mayor visibilidad, Virgili incide en la importancia que pasan a tener las fechas del reparto. "Quien gobierne los últimos dos años tendería a cosechar los frutos del alcalde anterior y la ventaja de usar el poder en plena campaña electoral", señala este experto.
En la misma línea, el profesor de Deusto, Félix Arrieta, compara el impacto de un alcaldía compartida en el electorado con lo que sucede cuando, por los motivos que sean, el candidato elegido es reemplazado por otro compañero de partido, un hecho que tiene precisamente un antecedente en Madrid.
Alberto Ruiz Gallardón, entonces alcalde de la capital, fue propuesto para ministro de Justicia del Gobierno de Mariano Rajoy y delegó su cargo en la ciudad en Ana Botella. La pareja del expresidente Aznar dirigió la capital de España tras ser respaldada por el Pleno madrileño hasta 2015, cuando perdió la mayoría absoluta en las urnas y el poder, en el Pleno, a manos de Manuela Carmena.
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