Valencia ha sido, junto con Madrid, uno de los dos bastiones del Partido Popular. Los mítines de cierre de campaña en su plaza de toros formaban parte de la mitomanía particular de la formación. El PP valenciano es ahora una realidad menguante, arrasada, intervenida, dirigida por dos gestoras, a nivel provincial y local, y con un horizonte de penumbra. "Los equipos tenían que estar trabajando ya en las autonómicas y municipales, a menos de un año. No hay dirección ni rastro de que la haya", comentan una fuente de Génova.
Fernando Maíllo, coordinador general del PP, intentó alcanzar un acuerdo entre los dos candidatos en liza para presidir el partido en la provincia. No lo logró. Vicente Betoret contra Carmen Contelles. El actual presidente, vinculado a la vieja guardia, contra la candidata auspiciada por Isabel Bonig, la lideresa regional. Sin rastro de acuerdo, Maíllo tiró este miércoles por el camino de en medio. El congreso provincial ya se había aplazado. Ahora, se ha impuesto una gestora hasta nueva orden. Otra muestra de la inestabilidad interna, de la confrontación permanente entre los diferentes estratos del poder, entre las distintas familias que aún conviven en el seno de la formación desde tiempo inmemorial.
El terremoto del 'caso Taula'
En enero del pasado año, Génova ya tuvo que intervenir el PP de la capital. En pleno terremoto por el 'caso Taula', el equipo municipal de Rita Barberá saltó por los aires. Con todo el equipo municipal imputado, la dirección nacional optó por hacer tabla rasa y nombrar una gestora.
En aquella ocasión, Bonig pudo dirigir la operación. Puso al frente de la gestora a Luis Santamaría, que aún sigue. Ahora ha sido la dirección nacional quien ha nombrado a Rubén Moreno al frente de la provincia. Moreno fue mano derecha de Alfonso Alonso en el ministerio de Sanidad. Diputado nacional, bien valorado tanto por Moncloa como por Génova, dirigirá el aparato provincial hasta que se amaine el fragor de la batalla. Tiene seis meses para lograrlo. Prorrogables hasta el infinito.
Valencia capital y Valencia provincia, en estado de excepción. El PP no ha logrado rehacerse del tremendo desastre de las últimas autonómicas, en las que fue defenestrado tanto de la presidencia de la Generalitat como del Ayuntamiento de la ciudad. Isabel Bonig había empezado a recomponer las filas. Logró unos apreciables resultados en las generales del 26-J, con casi cien mil votos y dos diputados más. Eran síntomas de recuperación, de retorno a los buenos tiempos. Incluso la difícil situación de los socialistas valencianos, con su líder Ximo Puig, 'secuestrado' políticamente por sus socios de gobierno, aventuraban un horizonte prometedor. Rajoy quiere recuperar Valencia.
Castellón y Alicante están bajo control. Celebraron sin contratiempos ostensibles sus respectivos congresos provinciales. En Valencia no ha sido posible. Ni en la capital ni en la provincia. Un partido intervenido, en estado de excepción, pendiente de la dirección nacional y de una profunda renovación que no llega. Isabel Bonig ha sufrido un serio revés en sus planes. La dirección nacional tuerce el gesto. Se impacienta. No da con la solución. Mariano Rajoy deja hacer, pero exigió a sus lugartenientes que el aparato del partido estuviera en orden antes del verano. Valencia sigue siendo la excepción.
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