No hay colas en la verja de Gibraltar. No hay denuncias de patrulleras británicas y españolas jugando al gato y al ratón en las aguas del estrecho entre debates sobre si la costa es o no jurisdicción española en virtud del tratado de Utrecht (1713). Se diría incluso que hay más operaciones antidroga conjuntas que nunca. España y el Peñón viven su verano más tranquilo en el peor contexto posible. La cuenta atrás para el Brexit está en marcha y no hay acuerdo a la vista entre Londres y Bruselas.
El cambio de Gobierno en España no ha alterado la hoja de ruta con Gibraltar. El ministro de Asuntos Exteriores, Josep Borrell, ha optado por mantener la línea de diálogo constructivo y discreto, perfil bajo y buenas palabras que impuso su predecesor Alfonso Dastis. Una prueba de la confianza en cómo se están haciendo las cosas es que Borrell ha ratificado el equipo negociador nombrado por Dastis para buscar una solución a Gibraltar. La diplomacia española y la británica ya se han reunido bajo el mandato de Borrell al menos en una ocasión. Gibraltar no participa en las mesas de diálogo.
No calentar a la opinión pública
A pesar de las buenas palabras y la voluntad de no calentar ni a una ni a otra opinión pública, avances concretos no hay muchos. Borrell es más pesimista que Dastis. El anterior ministro lo veía complicado. El actual, todavía más. Pero, dicen quienes le conocen, que está dispuesto a intentarlo y a no descarrilar lo conseguido hasta el momento. La oferta general del Gobierno español es conocida: cosoberanía, régimen fiscal propio compatible con la UE y desmantelamiento de la verja. Las autoridades de Gibraltar lo rechazan.
Gibraltar vendió como un éxito que la colonia está protegida por el paraguas del período de transitoriedad como territorio británico. Londres y Bruselas acordaron una prórroga de 21 meses posterior a la salida del Reino Unido de la Unión Europea, prevista para el 29 de marzo del 2019, en el que los británicos mantendrán su statu quo como miembro de la UE, pero sin voz ni voto mientras se negocia una nueva relación política y comercial entre las dos partes.
España tiene derecho a veto sobre cualquier decisión de la UE que afecte a su futura relación con Gibraltar. La diplomacia española interpretó entonces que no tenía sentido cargarse un acuerdo tan complejo, aunque a Dastis no le gustó demasiado la manera y sobre todo el tono que se usó para vender ese logro. La fórmula que puso encima de la mesa España para un uso compartido del aeropuerto del Peñón tampoco ha prosperado de momento. Era una manera de mantener el espacio Schengen en Gibraltar, pero no hubo avances concretos en este aspecto.
Reunión con Hunt en septiembre
A pesar de todo, la sintonía no es mala entre los dos partes. Los equipos de ambos países han hablado abiertamente de muchos temas, hay un formato claro de trabajo y se han analizado todos los escenarios posibles postbrexit. Fuentes del Ministerio de Exteriores están a la expectativa de las nuevas directrices que marque Jeremy Hunt al frente del Foreign Office. Borrell estaba trabajando en cerrar un encuentro con su nuevo homólogo británico en septiembre. Esa reunión marcará el futuro inmediato de las negociaciones.
Hunt es más proclive al que acuerdo con Bruselas que su predecesor Boris Johnson, que dimitió a principios de julio junto al ministro para el Brexit David Davis por el giro de la primera ministra Theresa May en la negociación. Hunt es de los que piensa que cualquier acuerdo es mejor que un no acuerdo. Johnson defendía un Brexit duro. Otra cosa es el perfil que adopte con Gibraltar, un tema teóricamente menor para todo lo que está en juego pero que amenaza con dilapidar el Brexit en su conjunto si no se encuentra una salida satisfactoria para todas las partes.
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