“Carles Puigdemont no es Artur Mas”, se repite de manera insistente en las filas del Gobierno, a sabiendas de que la comunicación con él es posible y guarda discreción sobre el contenido de las conversaciones que se mantienen a puerta cerrada. Esto es algo que valora Mariano Rajoy, quien ayer reconoció durante su rendición de cuentas en La Moncloa que recientemente ha hablado a solas con el presidente de la Generalitat y es su intención seguir haciéndolo en los próximos meses. Eso sí, el presidente pidió cautela: “cuando tenga algo que contar sobre ello, ya lo haré. Seguiré dialogando con él y es lógico que no haga públicas todas las conversaciones que tengo”, advirtió.
"Carles Puigdemont no es Artur Mas", se repite en el Gobierno al elogiar la discreción del actual presidente de la Generalitat
Que estos contactos con la administración catalana van a tener episodios de tensión lo sabe perfectamente el Gobierno, en parte influido también por el desarrollo de los procesos judiciales que afectan a algunos de los principales referentes del mundo soberanista. Es algo que asumen también en la antigua Convergencia y en Esquerra Republicana, donde no se descarta que, al final, se alcance algún tipo de solución dialogada sin que sea de nuevo el Tribunal Constitucional el que tenga que decir la última palabra.
La negociación del nuevo modelo de financiación y lo que resulte de ella para Cataluña se considera un posible punto de inflexión que las dos partes han acordado abordar con detalle. Mientras tanto, habrá mucho ruido y las tensiones estarán a la orden del día. Consciente de ello, el propio Rajoy menospreció ayer la llamada ‘ley de desconexión’, sin validez jurídica alguna, recordó el presidente, hasta que no sea aprobada definitivamente por el Parlamento catalán.
La conexión Soraya-Junqueras
Las conversaciones con la Generalitat se mantienen a varios niveles y descansan también, sobre todo, en los contactos personales que mantiene la vicepresidenta, Soraya Sáenz de Santamaría, con el vicepresidente de la Generalitat, Oriol Junqueras. El horizonte con el que trabaja Moncloa es disponer antes del verano de un diagnóstico claro sobre el margen del que dispone el Gobierno para frenar con eficacia el desafío soberanista.
Rajoy volvió a dejar clara ayer su negativa a autorizar el referéndum independentista que pretende convocar la Generalitat el año que viene. “No vamos a dejar que se liquide la soberanía nacional”, apuntó, tras insistir en la conveniencia de que tanto Puigdemont como el presidente del Gobierno vasco, Íñigo Urkullu, asistan en enero a la Conferencia de presidentes. “Yo, desde luego, nunca dejo una silla vacía porque siempre habrá alguien dispuesto a ocuparla”, comentó en tono irónico. En dicha Conferencia, Moncloa quiere introducir asuntos europeos y otros de relevancia interna como es la reforma del estado de bienestar.
Para encarar la afrenta soberanista, Rajoy dispone de otra ventaja a la que ayer aludió de forma implícita y descansa en la complicidad que ha alcanzado con la gestora del PSOE. Lejos de las ambigüedades que lucía la anterior dirección socialista, su portavoz, Mario Jiménez, dejó claro ayer que la separación de Cataluña de España “es una vía muerta que no va a llevar a ningún lado”. Del problema catalán han hablado largo y tendido Rajoy y el presidente de la gestora, Javier Fernández, convencidos de que cualquier planteamiento que se sitúe al margen de la ley es un camino cegado que no lleva a ninguna parte.
Rajoy ha alcanzado un alto grado de complicidad con la gestora del PSOE sobre la manera de afrontar el problema catalán
Rajoy también apostó ayer por agotar la legislatura –“No quiero convocar elecciones y quiero que la legislatura dure cuatro años” –, por lo que, si lo consigue, el horizonte para encauzar el problema catalán irá bastante más allá del año que viene, que es cuando los separatistas concentran el grueso de su munición con la convocatoria del referéndum incluida.
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