En el Gobierno y el PP se han encendido esta semana todas las alarmas respecto a Cataluña, aunque Mariano Rajoy y los suyos procuran disimular para no transmitir su incertidumbre, admiten diversas fuentes a Vozpópuli.
Dos hechos motivan esa desazón: una "disparatada" Ley del Referéndum dando por válido el triunfo del "sí" aunque sea por un voto, que cierra toda posibilidad de que el presidente de la Generalitat, Carles Puigdemont, acuda al Congreso a explicarla, y el cese del consejero de Emprendimiento, Jordi Baiget, hombre fuerte de Artur Mas y del PDCat en el Govern.
Esto último es lo que más ha impactado, por imprevisto y por lo que tiene de golpe encima de la mesa de alguien a quien no se le presumía carácter. Muestra a un Puigdemont "dispuesto a todo", hasta llevarse por delante a su partido, con tal de no pasar a la historia como protagonista de un referéndum fallido, dicen los populares consultados. Al fin y al cabo, él ya no será el cartel electoral en unos comicios que pueden ser catastróficos para su sucesor en el cartel electoral del PDCat
Bastó que Baiget dijera en una entrevista en el Punt Avui que no está dispuesto a poner en riesgo su libertad y hacienda -otros exconvergentes dicen lo mismo en privado- para que Puigdemont le remitiera la carta de despido; el presidente de la Generalitat interpretó las palabras de Baiget como un pulso interno del partido y le cesó para demostrar a ERC y, sobre todo, a las CUP, que no le va a temblar la mano a medida que se acerque la fecha de la consulta del uno de octubre.
El Ejecutivo ha endurecido su discurso hacia Puigdemont, al que presenta ya como líder de una facción minoritaria que quiere "imponer" a la mayoría de los catalanes su delirio
Así que La Moncloa se prepara para lo peor. La idea de que todo es teatro y que la obra iría acabando conforme se acercara la fecha fatídica, dando así paso a un adelanto de las elecciones autonómicas, se esfuma con cada vuelta de tuerca de un independentismo más radical en sus acciones cuanto más aislado está.
Ayer, el ministro portavoz, Íñigo Méndez de Vigo, endureció el tono presentando a un Carles Puigdemont cabeza visible de un sector enloquecido de la clase dirigente catalana, con frases como: "No buscan la ruptura con España, buscan la ruptura en Cataluña. Buscan someter a la mayoría a los dictados de una minoría que ha perdido el sentido de las cosas porque ya no escuchan ni a los organismos institucionales".
Se refería el portavoz del Ejecutivo a la enmienda a la totalidad del proceso que les ha hecho el propio Consejo de Garantías Estatutarias, dependiente de la Generalitat. Con semejante carta de presentación, el Gobierno da por hecho que Puigdemont ya no se atreverá siquiera a intentar una comparecencia ante el Congreso para presentar su Ley de Referéndum, "un documento que carece de las más elementales garantías jurídicas", dijo el ministro.
La comparecencia de Puigdemont ante la Cámara baja fue una idea que él llegó a acariciar después de la invitación que le hizo hace un mes la vicepresidenta, Soraya Sáenz de Santamaría, en los estertores de la fracasada 'operación diálogo', pero la oposición -otra vez- de su socio de gobierno ERC y del grupo que le sostiene en el Parlamento de Cataluña, las CUP, a cualquier gesto que se pueda interpretar como rendición, dio al traste con la propuesta.