El secretario general de Podemos, Pablo Iglesias, ha reconocido este sábado que los resultados electorales de las autonómicas, municipales y europeas han sido "malos y muy decepcionantes". Aunque en su opinión hay una diferencia sustancial entre el resultado de las autonómicas y las generales. Pero Iglesias ha asumido que ahora toca evaluar cuál es el problema, "que es de todos y no solo de los candidatos territoriales".
En su intervención inicial en el Consejo Ciudadano Estatal (CCE), Iglesias ha apuntado a la falta de liderazgo en municipios y territorios como problema de la formación. Ha destacado los buenos resultados de la alcaldesa de Barcelona, Ada Colau, y del alcalde de Cádiz, José María González Kichi, los únicos que han salido más o menos bien de los comicios del 26 de mayo. "El resultado de Kichi en Cádiz es espectacular", ha puesto en valor Iglesias.
La federación andaluza, muy importante a nivel interno, se ha mostrado crítica con la gestión de Iglesias en estos años. Y el guiño que esta mañana le ha hecho Iglesias tiene el sabor de un intento de apaciguamiento para evitar que se llegue a una votación interna sobre la convocatoria de un nuevo congreso extraordinario inmediato.
"Confusión" territorial
Pero el secretario general ha achacado los problemas internos al hecho de presentarse en cada territorio con un nombre distinto. Esa situación ha generado “confusión” para la ciudadanía e incluso a nivel de organización interna. En este sentido ha afirmado que la tarea del nuevo secretario de organización, Alberto Rodríguez, consistirá en poner orden.
A su juicio, toda la organización deberá abordar desde ahora sus "dificultades" para convertirse en un referente territorial. Aunque sí ha recordado la importancia en este momento de abordar como prioridad la cuestión de la negociación con Pedro Sánchez para llegar a un gobierno de coalición, como adelantó este diario.
Sin embargo, en su discurso de apertura del Consejo Ciudadanos Estatal de Podemos, el secretario general ha evitado hablar abiertamente de la necesidad de abrir una fase de “diálogo” interno que desemboque en un congreso extraordinario. Lo que, en definitiva, se traduce en asumir solo en parte las reivindicaciones de la corriente crítica, que pedía un Vistalegre III inmediato y una reorganización territorial.
