Los dirigentes locales de Podemos comienzan a tejer hilos para la era post-Iglesias. La salida de Ramón Espinar, quien mantenía saldas las relaciones entre el núcleo madrileño y el resto de comunidades, fue un punto de inflexión. Ahora, el desencanto viaja a nivel regional. Es ahí donde van germinando las primeras propuestas de liderazgo alternativo al de Pablo Iglesias.
En Vistalegre I, Podemos decidió ser un partido vertical. Iglesias defendió esa tesis, diseñada entonces por su ex mano derecha, Íñigo Errejón. Tras alejarse del modelo asambleario, los líderes locales vieron anulado su protagonismo. En las reuniones del partido tomaban la palabra con voz temblorosa. Escuchaban y cumplían las órdenes de una dirección intocable: cómo hablar con la prensa (y si hacerlo), qué lenguaje emplear y a qué adversario político atacar.
Ahora, sin embargo, ese esquema se va resquebrajando. Errejón empezó a tejer en las sombras su cuchillada y a nivel regional crecieron las críticas. Después de la moción de censura, Podemos perdió protagonismo. Las primarias crearon malestar. El papel de “muleta” a Pedro Sánchez dificultó las relaciones entre dirigentes locales y sus militantes y votantes. Y la formación cayó en los sondeos.
Un líder aislado
Fuentes de Podemos sostienen --y lo hacen con amargura-- que el secretario general está “demasiado preocupado” por las “traiciones”. Por eso nadie habla. Otros critican la soledad de Iglesias y que el líder escucha únicamente a sus afines: uno de los peores peligros del liderazgo político.
Mientras, los líderes territoriales, los “barones” de Podemos, reconocen en petit comité su lejanía de Iglesias. Evitan manifestarlo públicamente, si bien en febrero dieron el primer paso en la minicumbre en Toledo en la que debatieron sobre la estrategia ante el pulso de Errejón. Hubo quien habló de tender puentes, pero Iglesias remarcó la orden de no ceder en su última “carta".
Política de "trincheras"
Las fracturas se extienden en prácticamente todo el territorio: desde el País Vasco hasta Andalucía, desde las Castillas hasta Valencia, Cataluña y Galicia. En esos territorios germina la alternativa al pablismo, que crece de momento en las “trincheras”, zonas de disidencia escondidas, que perdurarán hasta saber si el 28 de abril, fecha de las elecciones generales, Podemos sufrirá un batacazo.
Todavía falta un nombre que aglutine a los críticos. Pero sí existe la voluntad de preparar una propuesta alternativa de liderazgo. A ella se dirigirán los dirigentes locales críticos que en estos años han demostrado solidez y ganado peso político, y que tampoco se reconocen en el proyecto de Errejón.
La alternativa florecerá en un Vistalegre III, el congreso del partido, que se adelantará respecto a la fecha prevista de 2021. El propio Juan Carlos Monedero habló de esa opción, y otros dirigentes explican a Vozpópuli que el congreso se celebrará con toda probabilidad en octubre o incluso antes, en julio de este año.
En esa cumbre Iglesias deberá defender su trabajo y, posiblemente, pasar el bastón de mando a Irene Montero, actual portavoz parlamentaria de Podemos y su número dos. En las semanas previas a ese congreso aseguran varias fuentes cristalizará la candidatura alternativa. El ambiente es de calma antes de la tormenta, pero el rumor de los tambores ya resuena en las afueras de Madrid.
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