“¡Por fin!”, exclamó Barack Obama, expansivo y afable, al encontrarse este viernes con Mariano Rajoy en Berlín. “En Alemania diríamos que tienes la piel del elefante”, le felicitó, a su manera, Angela Merkel, más luterana y, por tanto, austera, en las felicitaciones. “Muchas gracias por tu amistad”, añadió.
Rajoy saltó, en apenas unas horas, de la dura realidad de los incómodos problemas domésticos, con un Parlamento de complicada lidia, a los abrazos y celebraciones de los cinco grandes del universo reunidos en Berlín para despedir al gran jefe de Washington, que cede su puesto al inesperado Trump. Un salto cualitativo notable que reforzó la actitud del presidente del Gobierno español a la hora de encarar sus retos internos.
Eje de los elogios
Del G-5 de Fernández Díaz, Margallo, Soria, Pastor y Cañete al Grupo de cinco de los grandes del Universo: Obama, Merkel, May, Hollande y Renzi. Después de casi un año de ostracismo internacional, de agenda demediada, de incómoda reclusión en la Moncloa, de negociaciones, disputas, investiduras fallidas, elecciones… al fin Rajoy se reencontró con un hábitat acogedor y agradable. Obama se va y él se queda. Durante unas horas, el jefe del Gobierno español fue el eje de los elogios.
El equipo internacional de Rajoy mostraba la enorme satisfacción tras la reunión de Berlín. Renzi se encuentra entre un referéndum rebosante de dudas. Hollande posiblemente dirá adiós al Elíseo. Incluso Merkel tiene su sillón muy poco firme. Y allí llegaba Rajoy, reelegido tras un esfuerzo imposible, con la oposición cuarteada y con un partido sin fisuras. El 'hombre milagro' sigue en pie.
La semana había resultado muy complicada para el inquilino de la Moncloa. Tras el alivio de la investidura y luego de cuadrar su Consejo de Ministros, tuvo que hacer frente a lo que será el nuevo panorama para los próximos meses, quizás años. Un Parlamento tan plural como indómito, una estabilidad complicada y unas urgencias económicas muy antipáticas. Pronto se enteraron en el PP lo enrevesado de gobernar en minoría. Bofetada sonora a su reforma educativa, algo previsto, y un galimatías surrealista para ubicar a Fernández Díaz, uno de los miembros del exclusivo ‘club de los 5’ de Mariano, en un rincón en el Congreso.
Un PSOE sin liderazgo consolidado, asaeteado por mil disputas internas tras la defenestración de Pedro Sánchez, no fue capaz de asumir sus compromisos y sus pactos. ‘Acollonado’ por Podemos, renunció a la palabra dada y se revolvió como una fiera contra la provocación de Rajoy de colocar a su amigo Fernández Díaz al frente de la Comisión de Exteriores. Fue una tarde parlamentaria de locos. El presidente tuvo que rendir su espada. Una triquiñuela del hábil Rafael Hernando logró colocar al exministro del Interior al frente de una minúscula comisión sin apenas cometidos.
Paralelamente, el también ministro cesante José Manuel García Margallo, paseaba por todo tipo de platós promocionando “su libro”. Es decir, arrojando vitriolo sobre sus antiguos compañeros de Gabinete, en especial sobre su fiel enemiga Soraya Sáenz de Santamaría y su particular contrincante Cristóbal Montoro. Las mieles de la investidura se habían evaporado. Las celebraciones del triunfo sucumbieron vertiginosamente al darse de bruces con la realidad.
La semana había resultado muy complicada para el inquilino de la Moncloa
Su viejo equipo de ministros amigos era sustituido por un conglomerado de algunos veteranos imprescindibles como Soraya, Montoro o Catalá, más ciertas incorporaciones ineludibles como Dolores Cospedal. Lío a la vista entre las dos ‘prima donnas’ de la derecha. El G-5 de la pandilla amiga, quedó desintegrado. Margallo hecho una furia, a la comisión de Interior, Fernández Díaz, al escándalo, Ana Pastor, al vértice del Congreso donde apenas logra redondear una actuación certera… El pasado voló por los aires en un suspiro. Tanto, que este viernes, cuando se le preguntó a Rajoy por su exministro del Interior, ni siquiera tuvo a bien pronunciar su nombre. Hizo ‘un Bárcenas’. Fernández Díaz ya no existe. Pasó el rincón de los recuerdos.
El presidente del Gobierno necesita, para otear el futuro con cierta tranquilidad, a un PSOE colaborador con quien pueda negociar cuestiones de importancia. No cuenta con el principal partido de la oposición para los Presupuestos, pero sabe que tendrá que recurrir a los socialistas si pretende desarrollar una legislatura larga. Sáenz de Santamaría despliega su astucia y Montoro su talonario en el frente vasco. Superar la línea Maginot de los Presupuestos es la primera etapa. El PNV tiene la llave. Difícil pero crucial. Vendrán otras.
Rajoy pasa página con rapidez. Tiene la piel de elefante, como le dijo Merkel. Ha sepultado el G-5 de sus amiguetes y compadres y se ha rodeado del g-5 planetario, con los grandes del mundo occidental. Y tan feliz. Empieza una nueva etapa. Endiablada y mortífera. Ya lo había advertido tras la investidura: “Habrá que negociar día a día”. En eso está, mientras va depositando los cadáveres exquisitos de sus antiguos compañeros por la cuneta de su interminable carrera política.
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