Política

El independentismo descabezado se pone en manos del 'president' Torrent

Descabezado el independentismo, con sus líderes en la cárcel o en fuga, todas las miradas se posan en Torrent, presidente de la única institución no intervenida por el 155 

Azuzadas por el aparato de propaganda del secesionismo, con TV3 a la cabeza, la calles se movilizan con reducido entusiasmo. La detención de Carles Puigdemont en Alemania, donde aguarda la decisión de las autoridades judiciales de aquel país para ser trasladado a España, ha despertado a los profesionales del grito callejero, de las acciones vandálicas, de la violencia manifiesta.

Las organizaciones de la agitación salieron en la tarde del domingo a clamar su ira contra el Estado, la Corona, Alemania, Europa y casi todo lo que se les ponía por delante. La respuesta fue numerosa, con heridos leves y detenciones. Unas 50.000 mil personas en Barcelona decía la delegación del Gobierno. Menudeo dispersos en otras villas de la región. 

Anuncian ya los comités republicanos una ‘primavera catalana’ con el objeto de paralizar una comunidad que está en puertas del ocio vacacional. Los sindicatos no han movido apenas un dedo, salvo sumarse a las proclamas verbales. Las localidades más reivindicativas se organizan para llenar sus plazas de gente a la caída de cada tarde. Se cantará Els segadors con lazos amarillos, se encenderán velitas y vuelta a casa. Puigdemont no pareció prever el calendario a la hora de moverse de Finlandia. El eco de su encarcelamiento será menor en estos días de asueto y procesiones.

La reacción de algunos líderes políticos, especialmente a través de tuit ya que apenas alguno asomó a la calle este domingo de agitación, insistía en mensajes de lucha, de unidad, pero también de calma, de paz, de no violencia y de sensatez. La sombra del asedio a la consejería de Economía pesa aún en la memoria de los cabecillas del 'procés'.

Detención del prófugo

Los dirigentes del independentismo intentan recuperarse de los dos grandes mazazos recibidos en las últimas horas. De un lado, el auto del juez Pablo Llarena, que envió a presidio a cinco de los cabecillas del ‘procés’, con Jordi Turull, candidato a ser investido ‘president’, al frente. De otro, la eficaz, esta vez sí, labor del CNI que propició la detención dominical del infatigable prófugo tras alertar a los servicios de seguridad germanos.

Momentos de conmoción, desconcierto e incógnitas. “Hay que pasar estos días, hay que pensar con calma lo que se hace”, dicen en fuentes independentistas, catatónicas ante un escenario adverso y sin fáciles salidas. La actuación de la Justicia enardece al sector más extremista de la secesión.

La calle escribe ahora el relato de los hechos. Llegará el momento de la política. Y tendrá que ser pronto. Los plazos han empezado a correr. Las fuerzas políticas deberán consensuar una solución antes del 22 de mayo. Si fracasan, vendrán las elecciones, a mediados de julio, un escenario que nadie desea, salvo la CUP.

Superar los muros

En la sesión de ‘no investidura’ del sábado último se atisbaron movimientos en pro de superar los muros que dividen a Cataluña en dos. Los comunes, por boca de Xavier Domenech, y el PSC, vía Miquel Iceta, apostaron por la formación de una mayoría alternativa, más centrada en lo social que en el tótem de la independencia. Ahí se encontrarían estas dos fuerzas junto al PDeCat, muy alejado ya de los plantemientos frentistas de Puigdemont, y también ERC, que insta a la formación urgente de un Gobierno que permita superar el actual bloqueo.

Detenido el expresidente, con la cúpula del ‘procés’ en prisión o en una fuga incierta, la perspectiva aparece rebosante de nubarrones. “Cuando amaine el estruendo de la calle se empezarán a escuchar las voces de la sensatez”, añadía la mencionada fuente. Las miradas se posan sobre Roger Torrent, el presidente del Parlament, la única institución no intervenida por el 155, quien cobró un reforzado protagonismo en la sesión del sábado.

Mensaje institucional

En la noche del domingo, el jefe de la Cámara se erigió también en el referente de la situación, con un institucional para repetir, en líneas generales, sus palabras del día anterior. Incluyó algunas dosis de severidad. "Cataluña se está convirtiendo en el laboratorio para la persecución de toda disidencia". Y clamó por la detención del 'presidente legítimo' de todos los catalanes. Pero insistió en 'la política', en los 'acuerdos amplios y transversales', en el 'frente social y democrático'. Anunció el arranque de una ronda de conversaciones con partidos, sindicatos, asociaciones en busca de un 'compromiso de unidad'. Llamamiento a la calma y rechazo de la violencia. Serenidad, en suma. Nada de huelgas, ni de agitar las calles. Verbo encendido e hiperbólico para calmar a los levantiscos y ponderación para salir del túnel del 155.

Había deslizado Torrent, este sábado, en su discurso en una sala del Palacio legislativo, algunas palabras sutiles en pro de la formación de 'un frente de unidad en defensa de la democracia’, que ha de ser ‘trasversal y plural’. Un guiño nada velado tanto a la gente de Podemos como al propio PSC, que intenta de nuevo ejercer de vínculo entre las dos fuerzas contendientes. Algunos socialistas llegan incluso a deslizar que ha llegado ‘el momento de Iceta’.

Algunas voces extremas reclaman ahora la desobediencia y la investidura de Puigdemont. No parece un horizonte con posibilidades de progresar. Esta semana arrancará posiblemente una nueva ronda negociadora para designar nuevo candidato. Tendrá que aclararse primero el destino de Puigdemont, quien pretende llevar adelante un ‘plan D’ para postular a alguno de sus fieles, bien Solsona, del grupo de alcaldes más reinvindicativos, o Torra, quien ejerció de orador en la mañana del sábado. ERC pretende una solución alejada de conflictos, que sea ‘efectiva’.

“Parece que todo está patas arriba. A lo mejor esto facilita ahora las cosas”, dicen en fuentes republicanas. ERC quiere explorar una mayoría alternativa, más de izquierdas que independentista. Torrent es el encargado de orientar ahora la nueva fase del post-procés. Y ‘puede pasar de todo’, concluyen. 

 

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