En ausencia del candidato oficial, Jordi Turull, el protagonista de la jornada en el Hemiciclo catalán fue Quim Torra. Inopinadamente, no fueron Eduard Pujol, quien ya ejerció papel de orador en el pleno del jueves, ni Elsa Artadi, ambos portavoces parlamentarios, sino un práticamente desconocido diputado del partido de Puigdemont.
Torra, singularmente, ha figurado estos días en las quinielas como uno de los posibles aspirantes a candidato a la investidura. Su trayectoria en el independentismo es larga, ya que ha estado en los órganos de dirección de la ANC y de Omnium, de la que fue presidente, ha dirigido el centro cultural del Born, una especie de 'Valle de los Caídos' del nacionalismo romántico, y entró en el Parlament tras las elecciones del 21D.
Este abogado, editor, escritor, es uno de los hombres de confianza de Carles Puigdemont y mantiene excelentes relaciones con ERC y con la CUP. Ahí está la calve. La CUP no quería a Turull en la presidencia de la Generalitat, demasiado vinculado a Convergencia, a los Pujol, al caso Palau y a la corrupción. Torra ha formado parte de los movimientos callejeros del secesionismo. Sus planteamientos ideológicos se sitúan en el sector más radical del bloque de la DUI.
Mensajes contra la Corona
En su mensaje de este sábado, en la 'no sesión' de investidura, recurrió a expresiones y conceptos muy del gusto de los anticapitalistas, como la 'autodeterminación', "el Gobierno de la Monarquía", la brutalidad del Estado, el "crimen monstruoso" perpetrado por un Estado en descomposición. Referencias a la dictadura franquista, a la inútil transición, a todos los basamentos del Estado de Derecho. "El rey está desnudo y ya no puede taparse", llegó a decir en un momento.
No era su discurso el de un partido heredado de aquella Convergencia que decidió durante años el color político de la Moncloa. Es el de un militante convencido de la radicalidad secesionista. La excepcional jornada del sábado en la Cámara, despejada de la solmenidad de la investidura, estuvo desbordada por un espeso manto de sentimentalismo. Hasta Inés Arrimadas parecía afectada por la resaca de las decisiones del Supremo.
Ese tono lastimero, no exento de las inevitables referencias épicas a la patria por conquistar, lo imprimió en sus palabras de apertura el presidente del Parlament, Roger Torrent. Concluída la sesión, el presidente de la Cámara protagonizó, dentro del recinto parlamentario, un mitin político, ajeno a lo que le corresponde como representante de todos los diputados. "Basta ya, no han suspendido una sesión de investidura, han suspendido la democracia", vino a concluir en sus vehementes palabra sen memoria de los golpistas presos y fugados y en presencia de los familiares y diputados secesionistas, que concluyeron con gritos a 'libertad'.
"No pararemos hasta que estén libres en sus casas, con sus familias", e insistió en una 'respuesta política, cívica, democrática". Concluyó, eso sí, en un llamamiento a hacer politica, lo que puede entenderse en la necesidad de encontrar un presidente que pueda asumir su función sin contratiempos jurídicos.
Torra, con la excepción de la representante de la CUP, fue el más contundente en las manifestaciones de un victimismo exacerbado y en los ataques implacables y viscerales contra, el Estado, la democracia actual y todos los pilares básicos del edificio Constitucional. Es decir, contra España. La grey separatista hiperventilaba de satisfacción.
Fue la sorpresa de la mañana. Un 'tapado' en plena acción, en prime fila, lanzando proclamas antiespañolas desde el atril del Hemiciclo. Se ganó el papel de futuro candidato. Puigdemont tiene la palabra. Debería ceder su acta de diputado, al igual que el exconsejero Comín, para que un nuevo aspirante pueda ser investido. Los plazos han empezado a correr. Dos meses antes de que se cumpla el tiempo y haya que convocar elecciones.
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