Aquel agosto de 2016, apenas pudo Mariano Rajoy disfrutar de sus paseos matinales por la Ruta da Pedra e de Agua en Pontevedra, donde, en tiempos de descanso, camina cada mañana junto a su fiel José Benito Suárez, esposo de Ana Pastor, vicepresidenta del Congreso. No estaba aquel verano para vacaciones. Fue el primer estío del bloqueo, la primera ocasión en la que una investidura no salía adelante. El país estaba paralizado desde siete meses atrás. Primero, las generales frustradas del 20-D de 2015. Luego, la investidura fallida de Pedro Sánchez. Como colofón, la repetición electoral del 26 de Junio.
“Este año no toca vacaciones, me iré sólo unos días”, comentó a un grupo de periodistas el entonces presidente en funciones. Era el 2 de agosto y acababa de verse con Pedro Sánchez en el Congreso. "Es el tipo más chulo y fatuo que ha pasado por aquí", señalaba un 'fontanero" del PP.
Aquel encuentro salió muy mal. "Si nadie quiere pactar con Rajoy, el problema es de Rajoy", señaló el secretario general del PSOE tras la entrevista. Se había aferrado al ‘No es no’. Inamovible. Le exigía a Rajoy que se moviera para salir del impasse. Exactamente lo mismo que él no se aplica ahora.
El 'sí' de Ciudadanos
El panorama era desolador. Nunca España se había enfrentado a una situación similar. Dos elecciones inútiles en seis meses. El Rey, atrapado en la Zarzuela, sin agenda, a la espera de un solución que se antojaba imposible. El equipo de Moncloa no veía una salida fácil. Era preciso superar dos escollos casi insalvables: Lograr el ‘sí’ de Ciudadanos, que venia de intentar un gobierno de coalición con el PSOE y, al tiempo, conseguir la abstención socialista para redondear la mayoría necesaria.
En pleno agosto, había que movilizarse. Nada de relax, nada de borrarse del mapa. Génova dio orden a sus diputados de no alejarse demasiado de España por si se lograba desatascar el panorama. La vicepresidenta Soraya Sáenz de Santamaría controlaba desde Moncloa las negociaciones con el partido de Rivera. Un equipo de apoyo proveía del material necesario para elaborar los documentos, para suministrar material para el pacto.
La presión sobre Ciudadanos
El presidente del Gobierno en funciones asumió que le tocaba vivir el mes de agosto más extraño de su mandato. Y el más incierto. "El peor fue el de nuestro aterrizaje, el 2012, con la crisis y la amenaza de intervención. Pero este era distinto, era de una enorme incertidumbre institucional", recuerda quien fuera un estrecho asesor en Moncloa.
Hacía alguna escapada a Sanjenjo, para ver a la familia. Excursiones breves, de fines de semana. Bajaba luego a Madrid. Recibía información, se reunía con gente. Atendía voces alarmadas ante la deriva del país. Fue a finales de julio, el día 28, cuando había asumido el encargo del Rey para reunir los apoyos suficientes para ser investido. En marzo había rechazado tal propuesta.
La presión sobre Rivera empezaba a avanzar. Rafael Hernando y Juan Carlos Girauta mantenían engrasado el diálogo entre las dos formaciones. El día 9 de ese agosto, Rivera hace saber sus condiciones para entregar su voto en la investidura. Estaba en marcha una iniciativa muy complicada para un partido que tan sólo unos meses atrás había pactado con el PSOE un paquete de 200 medidas para formar un gobierno de coalición. De ahí le vino lo de la 'veleta naranja', instituida por Vox, un partido que por entonces apenas existía.
El encuentro decisivo
Agosto avanzaba entre la inquietud y la modorra. Legaban señales positivas desde Ciudadanos. El presidente en funciones quería resultados, pretendía intentar la investidura cuanto antes. El día 18 se reúne en Rivera. Todo estaba dispuesto y encarrilado. Un día antes, Rajoy había practicado un ejercicio de marianismo. En la Comité Ejecutivo de su formación, rehusó referirse a las exigencias naranjas, y nada mencionó sobre acudir al Congreso para pedir el voto.
Veinticuatro horas después, ya en otro tono y con otra voluntad, Rajoy se vio con Rivera, anunció un preacuerdo programático y se anunció la sesión de investidura para los días 30 de agosto y 1 y 3 de septiembre. "No se acude cuando se tiene la certeza de que no se va a ser investido, por eso ahora voy a la sesión de investidura", declaró Rajoy, a modo de justificación de su anterior desprecio.
Playa y Falcon
El mes de agosto se cerró con la primera jornada de la sesión de investidura. Rajoy dio el paso al frente, con el respaldo absoluto de Ciudadanos. Pese a diversos rumores en contrario, el PSOE no mudó su postura. Un 'no' unánime desbarató el intento de Rajoy. Agosto echó el cierre al verano y a la esperanza. Luego, todo se paralizó. Las elecciones vascas y gallegas se cruzaron en el calendario nacional. En ambas, los socialistas sufrieron un fuerte castigo.
Este revés en las autonómicas de País Vasco y Galicia movió al cambio a muchos dirigentes socialistas. Así, inopinadamente, se produjo la defenestración de Sánchez, la investidura de Rajoy merced a la abstención de todo el grupo socialista menos quince diputados, y la vuelta a una normalidad institucional que apenas se prolongó unos meses. Este mes de agosto, la historia de hace tres años se repite. Rajoy estuvo en permanente vigilia, al pie del cañón. ¿Qué hará Sánchez? ¿Doñana y Falcon o ronda de negociaciones? Se verá.
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